Con cuadros musicales originales y surrealistas, Guillermo Hermida presenta Como si afuera hubiese nada, una divertida historia con papel picado y mucho champagne.
› Por Leandro Ibáñez
Ya lo cantaba la rubia boloñesa al son del desenfrenado movimiento de caderas: “Desde esta noche cambiará mi vida. Desde esta noche, desde esta noche. No quiero ser ya más la abandonada. No quiero serlo, no quiero serlo”. Y como nadie quiere ser la abandonada, soñamos que en una noche nuestra vida cambie, y si es una fiesta, mejor. Pero mientras aparece el amor, bailemos.
Cinco amigos bastante complejos se reúnen en la fiesta de bodas de una de ellos –quien no está muy segura de los motivos por los cuales se casa–. Entre copas, dedicatorias deprimentes y carnaval carioca con pito y matraca, el público va conociéndolos en sus miserias y en sus miedos, y no puede evitar sentir una tierna empatía con ellos, y hasta reconocerse en alguna que otra actitud. Para todos los gustos hay en este grupete, la atractiva separada que, cinismo mediante, se mantiene segura, el gay madurito que sólo se enamora de héteros aun sin perder la esperanza de atinarle a cada intento, el jovencito introvertido en temporada de ataques de pánico, el culpógeno padre que entre la ex mujer y los hijos lo manejan como a una marioneta, y la anfitriona de la boda felizmente aterrada con su decisión. Y para completar el ecléctico grupo, conocen al callado primo de la novia que no es lo que parece, a la pariente que teme decepcionar a la familia, y al animador que canaliza su fetichismo travestista en un show de transformismo. Un elenco de versátiles actores, que interpretan sus personajes logradamente bien.
Como si afuera hubiese nada es una entretenida comedia ácida que vale la pena ver, una gratificante manera de reírse de esos ritos sociales de los cuales muchas veces no se puede escapar, y de revalorizar a los amigos –sin importar lo chiflados que estén– como red de contención en la vida.
Una obra que es una fiesta, y que como en toda buena fiesta, borrachito de alcohol y alegría, uno sintiéndose contento, tal vez se vaya cantando como la setentosa Raffaella: “En esta noche, en esta noche. Ha aparecido lo que yo esperaba. Ha aparecido, ha aparecido”.
Como si afuera hubiese nada.
Los viernes a las 21 en
El Portón de Sánchez.
Sánchez de Bustamante 1034.
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