Vie 14.09.2012
soy

LUX VA AL FESTIVAL LLAMALE H, MONTEVIDEO

Chala charrúa

No se sabe qué pasa en Uruguay, si es la tradición de tantos bares conservados en formol, la cosa es que siempre hay un buen mozo. Y Lux, enviadx para cubrir un festival de arte diverso, se hizo servir.

Ni todas las muestras gratis de perfumes del free shop del Buquebús que me eché encima podrán tapar el aroma que ya empieza a llegar desde la otra costa para narcotizar mis tabiques nasales; lo huelo a la distancia cuando todavía ni puedo ver en foco el contorno de la ciudad uruguaya que me espera: el aire dulzón de la marihuana ya está empezando a liberarse por quienes festejan que el Pepe Mujica decida despenalizar, por fin, el consumo y la tenencia. Sí, estoy hablando del faso. Y no es ilógico que lxs charrúas, especialistas en yerba, sean precursores del Cono Sur en este asunto. Así que no bien paso la aduana (donde siempre trato de dar aspecto de traficante para que me palpe cualquier uniformadx), busco en alguna esquina lo que corresponde fumar para estar con el mejor humor para asistir a donde me invitaron: el cierre del festival de cultura y diversidad Llamale H, que viste a Montevideo con muestras de fotos en plazas, películas en la sala de la Cinemateca y actividades paralelas y de cualquier tipo y factor (incluyendo, claro, actividades horizontales que son las más tradicionales, pero hay de varias otras posiciones). Con el mate colocado en lugar correcto, primero dejo mi ajuar en el Splendido Hotel, que es bueno y barato, exactamente como yo, y enfilo para la avenida 18 de Julio, donde se yira de lo lindo, por ambas manos, porque ser ambidiestrx es lo que se usa. Como septiembre en Montevideo es el Mes de la Diversidad, el Artigas del monumento señala con su mano alzada la fachada del Palacio Municipal donde un cartel dice: La diversidad nos hace iguales. Así que, como llegué temprano para la ceremonia de cierre, me meto a ver Vestido de noche, una película francesa sobre una alumna enamorada de su maestra. Y como salgo de la función con la ternura encendida, a la segunda cerveza en el cóctel antes del anuncio de los premios, me entrego al afecto libertario y quiero abrazar a todo el mundo. Empiezo por Mercedes Martín y Yamandú Lasa, responsables del Llamale H, que me devuelven el cariño con una afectiva bienvenida. Y mientras me sube el alcohol en sangre comienzo a franelear sin límite de cuerpos y me pongo más cargosx que las drags que le pegan stickers a la gente como performance. Y en ese fervor borracho, quien me devuelve el abrazo con más insistencia es el mozo, un gigante que reparte tragos con generosidad y que por más que esté laburando no pierde el tiempo. Le digo al oído, resistiendo la tentación de hundir mis colmillos en su yugular, que lo invito a fumar una chala en la esquina, después de la ceremonia. Responde con su sí seco, pero el brillo de sus ojos esconde algo más y el bulto de su entrepierna me promete todo lo que quiero y más de lo que espero. El premio a la Mejor Película fue para Vestido de noche, y eso quiere decir que tuve suerte porque fue la única que pude ver. ¿O será que mi programa da suerte? Más suerte tengo cuando a la salida me encuentro al mozo, terminando de cargar las copas y demás bártulos del cóctel en una camioneta, y me invita a subir atrás con él, prometiendo que el chofer nos puede tirar cerca del hotel. Cuando arrancamos, el viento montevideano me cachetea y él me pega un chupón que me deja temblando. La clase obrera va al paraíso pero antes, por suerte, pasa por mi cama.

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