Vie 22.08.2008
soy

TEATRO

La divina está divino

› Por Adolfo Agopián

Evocar a Sarah Bernhardt es un ejercicio teatral muy riesgoso, la proliferación de materiales en los que inspirarse puede resultar desbordante. Biografías, críticas y, sobre todo, sus estupendas memorias Mi doble vida, son fuente de anécdotas jugosas sobre finales del siglo XIX y comienzos del XX, y las innumerables personalidades históricas que la conocieron podrían resultar en una acumulación de celebridades y situaciones inconexas. Desde Victor Hugo hasta Freud pasando por Cocteau, Proust u Oscar Wilde se rindieron a su talento. Fue prostituta, actriz, madre y siempre diva. Dormía en un ataúd y tuvo muchos amantes (incluido un affaire con una escultora). Moría de manera extraordinaria, tanto que tenía que repetir en la misma noche varias veces la misma escena. Anduvo mucho de gira por las Américas (estuvo en Buenos Aires tres veces y Sarmiento también la adoró). En sus últimos años sufrió la amputación de una pierna.

El espectáculo Oh, Sarah (Unipersonal clásico para diva en apuros) parte de un texto de Ariel Mastandrea que resalta la particular visión de esta mujer consciente como ninguna, en los primeros tiempos de estallido massmediático, de la necesidad de imprimir su propia leyenda. La pieza plantea tensiones dramáticas entre la vida artística y amorosa, pero es la puesta en escena de Gabriel Rovito, que ha concentrado el protagónico en el cuerpo de un actor, lo que la vuelve una lanzada alternativa. Juan Mako maneja la doble vertiente actriz/mujer que debe representar con desparpajo mientras dialoga con fantasmas o personajes imaginarios. Pero sobre todo controla una exposición directa al público al atravesar por diferentes estados. Entregado a la sobreactuación, permite que las diferentes secuencias se vayan presentando al espectador que, sacudido por el impacto de semejante histrionismo, va cayendo seducido por el pensamiento de la actriz. Cabe destacar que el discurso apela a una finísima ironía muy de ella. Momentos de intensidad melodramática se ven disueltos en un humor ácido (a veces, negro). Escenas de Margarita Gautier se funden con conflictos amorosos de la intérprete. La artificialidad de la señora es celebrada mediante tensiones entre la declamación y la impostación, y un tono que en muchos momentos pierde feminidad y locura, para dejar lugar a la voz del actor. El relato de un episodio histórico puede convertirse en cuestión de segundos en una reflexión en contra del teatro naturalista. Y esta Sarah, mientras fuma con boquilla, puede criticar con elegancia a Chejov o a Ibsen. Sarah Bernhardt también supo representar hombres en escena. Fue Hamlet y Ofelia en la misma puesta de la tragedia shakespeareana. Con su temperamento, el “cambio de sexo” era sólo una excusa para expresar la intensidad de sus criaturas. En el Abasto hay que presenciar lo que en su nombre (y en el del arte teatral) presentan Mako y Rovito. o

Oh, Sarah (Unipersonal clásico para diva en apuros)Viernes a las 20:30. Teatro de la Fábula, Agüero 444

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