MI MUNDO
Literatura intestinal y no por eso digestiva, la obra de Naty Menstrual se presenta escatológica y democrática en su nuevo libro Batido de trolo (Milena Caserola), que incluye poemas, escenas, poses, relatos y confesiones.
› Por María Moreno
Dos elementos sobresalen en la iconografía de Batido de trolo de Naty Menstrual, uno es el paradigma de lo sólido, lo cerrado, lo potente –si se tiene suerte en la página de encuentros–: la pija. Otro es líquido (homenaje escatológico a Zygmunt Bauman), fétido, escurridizo: la mierda. La mierda sin metáfora en los textos de Naty Menstrual es democrática por excelencia –todos cagamos: mujeres, hombres, intersex, travas, putos, tortas, trans, mascotas–. Su color es como un graffiti contra el blanco ACE del flujo y del semen que, a pesar de lubricar el goce, tienen ese blanco de primera comunión, de traje de bodas de virgen y entonces es, paradójicamente, un color de mierda.
El batido de trolo es intestinal, el punto de partida y de llegada de la mierda son zonas eróticas: boca y culo. Las frases de Naty se derriten en descripciones escatológicas finísimas como “Dos líneas de mierda se empezaban a deslizar por la parte trasera de mis piernas como las rayas de las antiguas medias tangueras” o “los chorrearía /los chorrearía/los transformaría/en un lienzo de Pollock/con manchas mierda expresionista”. Porque –parece decir Naty– ¿qué trava ni qué trans?, ¿qué transforma más que el sistema digestivo? Por eso a veces la narradora se roba todo de una verdulería carnicería, mama alocadamente de su chongo o dice que se mamaría las propias tetas, hasta que la procesadora de su cuerpo derrame sobre sus sábanas en compañía un producto siempre renovable que, hallado en calzoncillos ajenos, verga propia o tanga clavada hasta la médula deviene “chocolate” o “mouse”, que son los alimentos que no se necesitan para vivir sino que se gozan por añadidura y esa transformación parece ser unas metáfora de la literatura.
El deseo extiende el umbral que separa del asco, y lavar la mierda puede ser un acto de amor. Y por eso conmueve el hecho de que La loca Molina limpie la mierda de Valentín en El beso de la mujer araña y ése –y no el beso final– es el verdadero acto de amor de la obra de Manuel Puig; Molina se sobrepone al asco y se convierte en una suerte de María Magdalena cloacal; Valentín, con el cuerpo disciplinado y moralizado para la guerra revolucionaria, lo entrega como el de un niño.
Es que la mierda es prueba de vida. En El dolor, Marguerite Duras describe el olor y el color inhumanos de la mierda del escritor Robert Antelme, luego de la salida del campo de concentración en el que ha estado prisionero; es preciso alimentar al sobreviviente de a poco, sin atracones, volverlo a la vida de golpe podría matarlo. Cuando la mierda de Antelme se humaniza, se le ha ganado a la muerte.
La mierda se asocia al desperdicio, a la basura –las sociedades, las ciudades también cagan–, Naty Menstrual la convierte en valor estético y político. “Yo hago literatura de género, que tiene que ver con la experiencia travesti trash. Que es como remover la mierda que la gente no quiere ver. Hablar del tipo casado que se garcha un puto, hablar del que se viste de mujer en la intimidad, hablar de esas cosas es como hablar de la basura que ponés en la bolsa negra y llevás a la calle para que se la lleve el camión y nadie la vea.” Mierda es vida, por eso el dicho “cagó fuego” para alguien que muere y se cree en el infierno.
Para Naty Menstrual el cuerpo es total, no sólo el estetizado por el sexo, y en eso se parece a Baldomero Fernández Moreno, que en “Soneto a tus vísceras” le cantaba a la masa intestinal rosada, al bazo, al páncreas y a los epiplones de su musa. Si la digestión es sexy, las tetas travas, de silicona y bien altas, representan para Naty un sueño de autonomía alimentaria que le permita ser su propia mamá y vencer a la biológica “La crea culpas/La chupa sangre/La que domina desde lo vil”. Alguna vez dijo en una entrevista: “Si yo tuviera tetas primero me pondría 178 pero de calidad no aceite cocinero. Tendría que tener plata para viajar al mejor cirujano y ponerme dos enormes para venirme flotando sola ahí al sol. Y me las chuparía sola todas las noches”. Quiero tetas, casi al final de Batido de trolo, agrega la gran teta popular “de madre puto estéril/amamantar al pueblo /con gotas espesas de erotismo lácteo”, teta evitista para una Patria saciada y soberana.
En la contratapa de su libro Continuadísimo dije que Naty Menstrual escribía cuentos de una lujuria esperpéntica pero matizada por la piedad tiernísima con que los mejores cronistas populares suelen envolver a sus criaturas, que su erotismo escatológico tenía antecedentes tan notables como el Quevedo que escribía “Gracias y desgracias del ojo del culo” y el Aristófanes que ponía como protagonista de su comedia Los caballeros a un vendedor de morcillas. Entonces me tomé el atrevimiento de decirle que no mezclara la hacienda y ordenara su producción por género –poemas, cuentos, crónicas– y armara tres libros, es decir que no batiera su trolo literario. Justo a una transtodo yo le pedía que ordenara sus escritos como si fueran zonas rojas: las travas por aquí, las tortas por allá y los gays por acullá, los bi por acullallá. Cómo me equivocaba. El batido resultó el método más adecuado para un libro que también bate gráficamente final feliz de fotonovela, separadores de video onda fundido a negro pero con agujeros de cinta de película, textos de caja expandida en donde cada renglón parece una línea larga de merca, estética carpa de circo pop y unos textos que se ordenan como partes del cuerpo (Mi sexo, Mis ojos, Mi corazón) en donde conviven relatos a lo Chispazos de tradición, el famoso radioteatro gaucho (Eterna... mente, Cuando el viento sopla) con letanías blasfemas –la letanía es una oración cristiana que se hace invocando a Jesucristo, a la Virgen o a los Santos como mediadores, en una enumeración ordenada– como Hoy en esta tarde y La gran pajera, retratos homenaje cual altar de Gilda (Sonia Bragueta) y fragmentos apócrifos de historia argentina (Bicentenario) –French y Beruti habría dado lugar al dicho urbano machazo “Ey, puto del orto, te voy a dejar el culo como una escarapela”–.
Créditos: Batido de trolo fue editado por Milena Caserola, que también ha editado Gordo de Sagrado Sebakis y junto con El asunto, Recta Final de Ricardo Becher, todos librazos OVNIS, como cuando los editores eran más inventores y magos que simples cartoneros de lo posible. El editrolo es Matías Reck y las fotos de Fuentes Fernández y Marieta Vásquez. Encima la autora –¡qué generosa!– en la parte del libro en donde figura el copyright (“Todos los izquierdos están reservados...”) te deja el teléfono.
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