A poco tiempo de aprobarse el matrimonio igualitario en Brasil, se acaba de elevar al Parlamento un proyecto que permite a los psicoanalistas abocarse a revertir la orientación sexual de una persona que sufra la patología de la homosexualidad.
› Por Dolores Curia
Como un clímax de programa de trasnoche en la televisión: el manochanta y el exorcizado que se convulsiona, revolea sus ojos y cae desmayado. El pastor, entre alabanzas, pide fuerzas a Dios todopoderoso mientras le espeta al demonio que abandone ese cuerpo. El barullo recorre a la audiencia, que no se puede mantener sentada, se altera hasta las lágrimas y muestra sus manos al cielo. ¿Algo de eso, pero mucho más íntimo, podría empezar a trasladarse ahora a los consultorios y clínicas psicoanalíticas de Brasil? Por lo menos, un primer paso en ese sentido ya fue dado. En el país vecino fue aprobado la semana pasada un proyecto que permite a los psicoanalistas extender su incumbencia para revertir la orientación sexual de una persona, como si de una patología de la psiquis se tratara. En menos de un mes, Brasil se convirtió en el tercer país latinoamericano (después de Argentina y Uruguay) en extender el derecho del matrimonio a la población lgbt (aunque no por vía parlamentaria, sino judicial) y la Comisión de Derechos Humanos y Minorías de la Cámara de Diputados de ese país le dio visto bueno a un proyecto tan homofóbico como inconstitucional.
La iniciativa que ahora espera para ir al Parlamento suprime dos párrafos de la resolución del Consejo Federal de Psicología (escrita en 1999) donde se prohíbe a los psicoanalistas patologizar mediante sus prácticas la orientación sexual de una persona, a tono con lo que la OMS dictamina (ya que desde 1993 excluye a la homosexualidad de su lista de enfermedades). La misma resolución les sugiere a los profesionales no participar de campañas públicas de los medios en los que se asocie la homosexualidad con algún tipo de desorden.
El proyecto de la “cura gay”, cuya autoría es del pastor Joao Campos (del Partido de la Social Democracia Brasileña), no reglamenta el “tratamiento”, sólo lo habilita. Pero algo huele a intención de dar un marco de protección a algo que ya sucede en la intimidad de los templos evangélicos. Para Marcos Visnadi, integrante del colectivo lgbt Geni, “hay muchxs evangélicxs fundamentalistas que se presentan políticamente como psicólogxs siempre que se intenta que estas discusiones se hagan en el ámbito del Estado laico. O sea, en sus iglesias argumentan con Dios, en el Congreso argumentan amparándose en la libertad individual y la seriedad profesional. Muchas iglesias tienen clínicas de ‘tratamiento’ de este tipo donde llegan hasta a medicalizar a lxs ‘pacientes’. Muchas veces, estas clínicas son una especie de manicomio clandestino. Si este proyecto de aprobara, me temo que las iglesias ya tienen las estructuras necesarias para llevarlo a cabo”. La votación se hizo bajo el ala de quien preside la Comisión de Derechos Humanos desde febrero de este año, el diputado Marco Feliciano. Con la “cura gay” viene pujando desde hace meses, con cinco intentos fallidos en su historial. ¿Por qué esta vez tuvo éxito? Tal vez haya encontrado la oportunidad de maniobrar en medio del clima de efervescencia por las protestas populares iniciadas hace tres semanas en la capital paulista. ¿Y quién es exactamente Marco Feliciano? Se trata del fundador de la iglesia pentecostal de San Pablo, es decir, la rama más dura de los evangélicos. Es autor de 18 libros de autoayuda y diputado por el Partido Social Cristiano (PSC), que forma parte de la llamada bancada evangélica (transversal) que mueve este tipo de proyectos en el ámbito legislativo. “La bancada evangélica tiene un peso muy grande, y la elección de Feliciano para la Comisión de DD.HH. lo demuestra. Es una bancada que tiene parlamentarios de casi todos los partidos y está muy bien organizada. En la coalición del gobierno de Dilma hay muchos partidos conservadores, como el Partido Progresista y el PR (Partido da República)”, explica Marcos Visnadi. Feliciano, tanto desde sus propuestas como desde sus reflexiones en Twitter es muy igualitario, por cierto, en sus declaraciones, que son en partes equivalentes tan racistas como homofóbicas y misóginas, como cuando escribe: “Los africanos son descendientes de la antigua maldición que Noé arroja sobre su nieto Canaán, en ese continente; por lo tanto, a ella se deben las hambrunas, pestes, guerras étnicas, el sida”. O cuando en entrevistas sobre el desempeño de los evangélicos en el Parlamento en relación con los derechos de las mujeres y de las personas lgbt declara: “Al estimular a una mujer a trabajar, su función como madre empieza a decrecer. Para no ser madre sólo hay dos vías: que ella no esté en la casa, o que mantenga una relación con alguien del mismo sexo, disfrutando de los placeres de la unión y sin tener hijos. Al estimular a las personas a liberar sus instintos y vivir con personas del mismo sexo, se destruye la familia, se crea una sociedad en la que sólo tienen derechos los homosexuales, y con ellos la sociedad tiende a desaparecer”. Este es el cerebro que preside la Comisión de DD.HH. ¿Cómo es posible? “Feliciano fue elegido con respaldo oficialista, ya que el PSC ahora tiene peso importante en la coalición de gobierno que el oficialismo necesita”, cuenta Visnadi.
Para Marcos Visnadi, la aparición de este proyecto es un signo que no debe ser pasado por alto: “El gobierno de Dilma, más que el de Lula, muchas veces no se posiciona en asuntos que a la prensa le gusta llamar ‘polémicos’, y que para nosotrxs son esenciales, como los derechos de las mujeres, lxs travestis, lxs negrxs. Eso se debe a la presión de la agenda fundamentalista”. Marcelo Cerqueira coincide y argumenta que “la cura gay es inconstitucional y tal vez ni pase a Diputados. Si bien hay medios de comunicación que muchas veces se muestran favorables a nuestras reivindicaciones, de todos modos esto es una muestra de que existe una enorme presión de los medios de comunicación religiosos (que aquí son muchos). Ellos desvirtúan nuestras demandas colocando nombres como ‘dictadura gay’ o ‘cristofobia’. El clima es de guerra y esta opinión no es sólo mía. No sólo con los temas lgbt, sino con lo que en Brasil respecta a los derechos de todas las minorías.”
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