3 - DOSSIER 30 AñOS DE DEMOCRACIA
Malva, travesti chilena que llegó a Buenos Aires a los 17, está por cumplir 97. Alternando sus días entre su casa y un hogar geriátrico, hace un racconto de los devenires del macherío desde el ’83 hasta un presente distinto a todo y mejor que nunca.
› Por Malva
Es una utopía para mí que a la nación la gobierne una mujer capaz de enfrentar al macherío responsable de los más cruentos abusos policiales y de todo tipo que a nosotras siempre nos ha tocado vivir. Néstor y Cristina Kirchner han sido, que yo recuerde –y yo recuerdo mucho–, los únicos políticos con alto mando que no han sido homofóbicos, y eso es algo nunca visto para nosotras. Ellos nos reconocieron como seres humanos a nosotras, que fuimos castigadas y degradadas toda la vida. Para llegar a ellos tuvimos que recorrer un largo camino de democracia. Yo siento que he podido llegar y que por fin estoy viendo el comienzo de un nuevo modo de vivir. La democracia de la que hoy gozamos tuvo un principio lleno de desaciertos y tropiezos, para decirlo suave. Recordemos, por nombrar algo, la economía de Alfonsín, a la que hay que sumarle los coletazos de la derecha con líderes sindicales a la cabeza (Saúl Ubaldini y sus paros, por ejemplo) y que culminó con el golpe económico del establishment. Luego, Carlos Menem, quien accedió a desguazar la economía nacional por medio de las privatizaciones y a instancias de la Ucedé comandada por la familia Alsogaray. Desde allí hasta acá ya todos conocemos la historia. Pero la democracia termina saliendo airosa. De a poco termina robusteciéndose y acomodándose en beneficio de todos nosotros. La democracia se hizo fuerte, levantándose sobre las malditas prohibiciones y empezó a acercarse a nosotros con las leyes en beneficio de todos los “diferentes” desde el punto de vista sexual. Fueron leyes pensadas y aprobadas durante el kirchnerismo. Desde que yo tengo memoria ningún otro gobierno tuvo la capacidad y la intención de hacer algo así, la visión social y humana como para poner fin al oprobio lacerante que vivimos tanto en dictadura como después de ella travestis y homosexuales. Un oprobio que a lo largo de toda nuestra historia aceptó que hubiese un grupo señalado con el dedo por todos los demás. Pues bien, esta mujer tuvo la capacidad y la valentía. Algo impensable dentro del sentir social de otros tiempos y otros gobiernos. Para mí ella es la corona de la democracia. Estoy convencida de que todos los logros obtenidos marcan un rumbo y un tono de jolgorio, y soy muy optimista de que el pueblo diverso y trans sabrá darle al César lo que es del César. Por todo lo bueno por venir: ¡Viva la democracia!
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