La trilogía que Ana Prada inició con Soy Sola y siguió con Soy Pecadora, se completa con Soy Otra, un disco compuesto en muchos casos en dúo amoroso, que apunta al otro lado: cómo nos ven, cómo nos vemos.
› Por Paula Jiménez España
Aunque desde hace un tiempo vive mitad en Montevideo y mitad en Buenos Aires, todavía se pierde andando por San Telmo. Mientras busca el bar donde vamos a encontrarnos, se la nota desorientada, dando vueltas por la Plaza Dorrego. Al grito de “¡Ana, Ana!” gira, y con ella su abundante cabellera enrulada. Imposible no distinguirla, Ana Prada es la de siempre, y al mismo tiempo, no. En Soy Otra, el trabajo que acaba de editar a través de Alegría PLC (Alegría pa’ los cuerpos), su propio y flamante sello discográfico, la cantante uruguaya se revela no sólo como productora sino también como modelo. Más dispuesta que nunca a no reprimir su pecado, en este nuevo trabajo canta a dúo con Queyi temas que dicen cosas como “Para decirte que te quiero/ que me haz robado el corazón/ si en tus amores me entrevero/ me hará falta el balanceo/ y el calor de esta canción”.
–Un día subimos a la terraza y estábamos re peleadas, re mal, y empezamos a componer una canción muy oscura. Horas después bajamos habiendo hecho “Para decirte que te quiero”, felices. Nos entendemos mucho y nos peleamos mucho, también. Queyi viene de una formación académica. Yo, en cambio, soy más intuitiva a la hora de componer. Siento que nos complementamos lindo.
–No sé. El matrimonio es una cosa muy arraigada en esta sociedad judeocristiana, como la institución de la familia, que es un modelo de imitación heterosexual para conservar la especie y la mano de obra. O sea, no deja de responder al sistema capitalista. Para mí esa formalidad no es necesaria. Igual, más adelante no sé, me puedo llegar a casar para divertirme en la fiesta. Desde el punto de vista legal sí me parece importante. En ese sentido hay que ser responsable para decir: utilizo esta cosa formal para proteger determinadas cuestiones. Uruguay es lento como un buey, como dijo Fernando Cabrera. Pero creo que hay una cierta apertura. Estamos en el 2013. No podemos seguir juzgando a una persona por ser gay. Si una eligiera de quién enamorarse sería tan fácil la vida, no habría sufrimiento porque una se enamoraría siempre de la persona que la ama y que a la vez es la correcta. Algo maravilloso, sí, pero no tendría ninguna gracia la vida.
–Mi público es muy variado, no es exclusivo, ni de ghetto. Es más, un periodista uruguayo muy famoso me decía: Fui a verte a tu show, pensé en encontrarme con otro tipo de público y me sorprendí. Y yo pienso, ¿de qué se sorprendió? No deja de marginar ese comentario. Dijo que se sorprendió porque vio cantidad de familias y de gurises. ¿Y qué creía que iba a encontrar, la fiesta gay? Había gente de todo tipo. Yo no le pregunto a la gente qué hace ni qué es. ¿Vos qué sos, abogada, castaña, limpiadora, mozo, lesbiana? Yo qué sé. Una característica más. El amor es el amor. Y tampoco... es todo para mí (risas).
–Toda la vida. Y seguirá siéndolo, creo. Sólo que éste es un pequeño paréntesis u otra forma de ver las cosas. Esa primera canción con música de Ariel Polenta, que compuse en la casa de Teresa Parodi –o sea que algo de la energía de Teresa debe tener el tema– tiene una letra hecha en décimas, que es una estructura gauchesca, de improvisación, que dice: “¿Cómo pude haber creído que el amor es todo para mí? Ese estado tan fugaz”. Y cuando escribí esa letra tuve la mirada de que el amor es un proceso químico, una trampa para conservar la especie.
–Somos de la misma especie. No podemos escapar, por más que el sexo no sea con fines reproductivos sino con fines placenteros. Y además, podemos reproducirnos, por supuesto. Pero me causó gracia pensar en que ahora, entrada en los 40, me vengo a enterar de que el amor no deja de ser un proceso químico.
–Este disco explora eso que tiene que ver con la otredad. Cuando veo un artista en un escenario yo me imagino todo de ese otro, si estará contento, si estará triste, hasta los más mínimos detalles de su vida doméstica, por ejemplo. Y ahora que estoy trabajando mucho y tengo la oportunidad de saludar a mucha gente que se conmueve con mi saludo, me pregunto ¿qué pensará esta persona que yo soy para provocarle esto? Qué fuerte que una pueda generar determinada emoción desde eso que en realidad no es. Un poco me conocen porque en las canciones estoy. Sé lo que soy, pero no sé lo que tú pensás que soy.
–Sí, por supuesto, yo creo que el pecado y ese proceso de ruptura con las reglas que fue Soy Pecadora, de ganas de decir cosas, de algo más adolescente –no porque sea adolescente, ya soy bruta mujer de 42 años– fue un momento de quiebre en mi carrera, de asumir cuestiones personales. Aquél fue un disco a partir del cual yo empecé a vivir exclusivamente de mi trabajo y adquirí un compromiso social, porque creo que mucha gente se ha sentido identificada y no hablo sólo de grupos gays, sino de señoras mayores, casadas, que me han dicho por ejemplo: ¡M’hijita, yo también soy pecadora!, por esa cosa de la mujer de que históricamente hemos estado en el lugar del pecado, del misterio, de la bruja.
–Eso está en la última canción del disco. Se llama “Otra pecadora sola”. La hicimos con Queyi, faltaba una canción para cerrar. Ella tiene un tema que dice “estoy felizmente desacostumbrada de mí” y lo citamos. Fue una canción que me emocionó mucho, porque resume un poco todos estos caminos, habla de cómo me cuesta despedir la última canción y la costumbre de vivir de paso. En los últimos años vivo de paso y me cuesta siempre despedirme.
–Esa canción me la mostró Carlos Casacuberta, el productor de mi primer disco, y me encantó para cantarla en uno de esos festivales. Aunque muchas feministas me la han criticado por eso de “la soltaron nomás porque era bonita”, es discutible... Igual, la primera impronta de la canción, sin analizar tanto, en lugares de gente común y corriente, es que es súper feminista. O sea, la mina le ganó al otro y no lo mató a él, le mató el alma, el orgullo. Le sepultó cinco tiros en el alma. Y yo siempre repito: en el alma. Desde el primer día que la canté se vino abajo el teatro. Las mujeres gritaban y aplaudían, y comentaban durante la canción: ¡Así se hace!
Viernes 6 de diciembre a las 21, La Trastienda Club, Balcarse 460
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