BDSM ILUSTRADO
› Por Pablo Pérez
“Necesito unos tips para no hacer un papelón –me dice un compañero de trabajo–. Tengo actitud dominante, lo que no me gusta es la coreografía. Conocí por Facebook a un chico que me encanta, pero no tengo nada de cuero. ¿Tendría que comprarme un pantalón?” Me quedo pensando. No entiendo bien qué quiso decir con “coreografía”. El BDSM incluye una serie de prácticas que requieren de ciertos códigos, y sí, es verdad, también de una actitud corporal, el Amo por lo general está “arriba”, el esclavo “abajo”, lo cual se refleja en la oposición Top/bottom. Por ejemplo: el Amo sentado y el esclavo a sus pies, echado en el piso bajo sus botas o arrodillado lamiéndole el bulto o chupándole la verga; o el Amo de pie y el esclavo en cuatro patas... El Amo puede ordenar al esclavo que baje la vista y mire solamente las botas que está lustrando o la pija que está chupando y, si el esclavo tiene las rodillas entrenadas, lo puede hacer pasear en cuatro patas, lo que en la jerga universal en inglés del BDSM se conoce como dog play o pony play.
Le pregunto a mi amigo si tiene un par de botas y me contesta que no. “Nada peor que un Amo con pantalón de cuero y en patas, mocasines o zapatillas”, le digo con cierta maldad, y también algo arbitrariamente porque, como bien se dice, “el hábito no hace al monje”. Maldad o más bien franqueza, mucha gente no es tan detallista, pero me acordaba de un aprendiz de Master que se había comprado un catsuit de cuero (pieza única que cubre el cuerpo desde los pies hasta el cuello) y lo usaba con mocasines marrones. Una puñalada en los ojos, además de la tan putita palabra catsuit, claro, que me da risa. También le dicen “mono”. ¡Peor! “¿Ves?, ¡es todo muy coreográfico!”, insiste mi amigo. Entonces entiendo que por “coreografía” quiso decir “puesta en escena”, que según lo que él percibe sería “coreografía y vestuario”. Tiene razón, podemos agregar también “escenografía”: en el BDSM estos ingredientes lúdicos son importantes, la cuestión es saber llevarlos con naturalidad.
Le sugiero comenzar por un par de botas de El Resero. En la página web, el par de borcegos más barato figura a 339 dólares, pero estoy seguro de que en la fábrica, en el corazón de Mataderos, los precios son más accesibles. Pienso que queda mejor un par de botas con un buen jean que un pantalón de cuero combinado con zapatillas o zapatos. Cuando mi amigo me dice el nombre del esclavo en cuestión, enseguida sé quién es. “Es amigo mío de Facebook y por lo que veo en sus fotos es muy apasionado del cuero. Vas a tener que comprarte el pantalón también, como mínimo.” No sé si por un cibercontacto, cuyas probabilidades de que se concrete son bastante pocas, vale la pena tal inversión. Mi amigo me muestra unas botas motoqueras usadas que encontró en Mercado Libre a 200 pesos. Están buenas. Y me pregunta si tengo algún esclavo para presentarle. Le digo que sí.
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