› Por Lucrecia Martel
Era malo, porque creía en lo divino más que nadie de los que he conocido y esperaba de la humanidad eso, el destello. Y como nadie de los que he conocido era capaz de ver el destello en medio de cualquier maraña de banalidades cotidianas. Era incorruptible no por cuestiones morales sino por la pereza de perder el tiempo en eso. Estar al lado suyo te obligaba a ser humano. Por eso no era fácil andarle cerca, pero mucho más difícil tenerlo lejos. Ahora veremos cómo nos las arreglamos.
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