Alejandro había confesado a su amigo, el crítico y periodista Jorge Dubatti, que escribía no para ser leído sino como un vicio, en cuadernos Rivadavia, sólo para conocerse a sí mismo de una vez por todas. ¡Nada menos! Sin pelos en la lengua o incluso con ellos, recitaba sostenido por la risa delirante y el aplauso del público o, mejor dicho, seguidores y acólitos que entraban en éxtasis, catarsis, un disfrute absoluto nunca antes visto. Realmente en llamas como titulara uno de los espectáculos que realizara junto a su hermana María, también actriz: Urdapilleta en llamas. Aquí una de sus gemas más populares.
Las pijassembradíos de garchas
huevos al acecho
pijas enroscadas adentro de los calzoncillos.
Vergas, garompas
pedazos de mampostería
gauchos con un solo huevo.
Pijas en los vestuarios
sacudidas de algarabías
mingitorios, crematorios
panqueques, morcillas
condones pinchados.
Ochocientas setenta y dos pijas por metro cuadrado.
Pijas fláccidas de los mormones y millones de pitilines.
Pijas y más pijas...
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