Vie 24.01.2014
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Pura espuma

Se inauguró en Chile un mausoleo en homenaje a Daniel Zamudio, el joven gay asesinado en 2012. Sebastián Piñera, quien durante su campaña había agitado las banderas lgbt, al final de su mandato sólo ha dejado reparaciones simbólicas –necesarias pero insuficientes, como este monumento– y las promesas sin cumplir. ¿Podrá Michelle Bachelet torcer esta tradición de cáscaras vacías?

› Por Juan Pablo Sutherland

Desde Santiago de Chile

El lunes pasado se inauguró el primer memorial construido en Chile para recordar a Daniel Zamudio, joven gay que se ha convertido en un nombre emblemático en la lucha contra la homofobia y la discriminación. El Memorial fue construido en el Cementerio General en Santiago, lugar donde se encuentran además los mausoleos sobre los derechos humanos levantados en memoria de personas detenidas-desaparecidas y ejecutados políticos durante la dictadura cívico-militar en Chile. Recordemos que Daniel Zamudio fue brutalmente golpeado por un grupo de neonazis, violencia que terminó con su vida el 27 de marzo de 2012. El Memorial es un hito que da cuenta del rechazo de nuestro país a la violencia irracional que le costó la vida a Zamudio, y además encarnará un homenaje a todas las personas que han vivido la violencia por homofobia y discriminación en Chile. Un dato no menor en este contexto fue la condena (en octubre de 2013) de los cuatro asesinos de Zamudio, juicio que provocó el interés de la opinión pública y una sentencia recibida con tranquilidad por familiares y organizaciones lgbt.

El Memorial, iniciativa desarrollada por el Movilh que lidera Rolando Jiménez, pretende dar una señal al país sobre la violencia que viven las minorías sexuales. A la ceremonia asistieron la vocera de gobierno, Cecilia Pérez, y el ministro de Salud, Jaime Mañalich, en un complejo escenario político, pasadas las elecciones presidenciales, donde la coalición gobernante sufrió una aplastante derrota electoral ante Michelle Bachelet, la candidata de la Nueva Mayoría, (alianza política que agrupa a la Concertación, que gobernó el país por 20 años y que ahora, luego de su derrota pasada, vuelve al poder junto con el Partido Comunista de Chile).

Quedan pocos meses para el traspaso de poder en Chile, y el panorama de la diversidad sexual ha sido un campo muy debatido el último tiempo. A inicios de la campaña que puso a Piñera en La Moneda, el futuro presidente asumía en su campaña electoral las banderas de la diversidad (gesto que sorprendentemente la Concertación no ha tenido en sus 20 años). La señal incluía una inédita performance con la diversidad sexual, exhibiéndose con dos jóvenes gays, y asumiendo el compromiso de respetar los derechos lgbt, integrando en su programa el Acuerdo de Vida en Pareja (AVP). Ya casi pasaron cuatro años y no ha habido signos de que el gobierno de Piñera vaya a cumplir esta promesa electoral. La alianza gobernante se desgasta entre las recriminaciones de todos sus actores por su reciente derrota, y quizás este escenario sea propicio para terminar de esfumar aquella promesa que provocó roces entre la ultraderecha, Unión Demócrata Independiente (UDI), partido que integra la alianza gobernante, y Renovación Nacional, partido del presidente de la República que decía apostar a renovar la derecha chilena y alejarse del pinochetismo de sus aliados (UDI). Al parecer, esas intenciones hoy pierden validez ante el confuso escenario que la alianza gobernante exhibe al país. El proyecto de Acuerdo de Vida en Pareja (AVP) pasó a la Comisión de Senado en su primer trámite constitucional, proceso que no asegura que bajo este gobierno salga humo blanco con el proyecto.

Los movimientos homosexuales más integracionistas como el Movilh y Fundación Iguales, pese a sus grandes expectativas, manifiestan a esta altura del partido la preocupación por el no cumplimiento de la promesa del gobierno de Piñera, es decir, del Acuerdo de Vida en Pareja. Paradójicamente

el AVP fue el caballito de batalla de la campaña electoral del acutal presidente. Quizás el entusiasmo excesivo de los dirigentes de las organizaciones quede otra vez, ante un nuevo escenario político, dibujando un paisaje más simbólico que real.

La brutal muerte de Daniel Zamudio plantea diferentes consideraciones a la hora de pensar una política que tiene excesiva confianza con el poder político o legislativo. En Chile se siguen registrando ataques y violencias contra gays, lesbianas y trans. El Memorial de la diversidad sexual encarnado en la figura de Daniel Zamudio es un gesto relevante, no cabe duda, una señal importante al país. Sin embargo, quizá sea preferible avanzar en una política que integre una visión más compleja del escenario que viven las minorías. Las reparaciones simbólicas tienen que plasmarse en una política real; de eso saben mucho otras minorías agredidas, mapuches, inmigrantes y transexuales.

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