Vie 24.01.2014
soy

¿El regreso de los muertos vivos?

Los viejos y estigmatizantes mitos sobre el HIV, los afromaericanos y los gays, atacan de nuevo

› Por Matías Lince Marino

Mucho se puede decir y opinar acerca de notas periodísticas que tocan temas sensibles y controversiales, sobre todo cuando -con cierta bajada de línea- el título nos invita al escándalo. Eso es lo que sucedió a partir de las múltiples repercusiones del caso del hombre que fue acusado de haber intentado transmitir HIV a 31 parejas sexuales, y de haber filmado el momento. Esta última frase ya de por sí puede disparar muchas opiniones. Pero no fue así que los medios decidieron tratar el tema... Lejos de presentar la noticia en eso que se llama “título” en una forma responsable y ética, se optó por la eterna reproducción de conceptos errados y tendenciosos que sólo colaboran activamente a perpetuar el prejuicio, el estigma y a alimentar el monstruoso fantasma de la discriminación. Discriminación que se verifica cuando uno hace un breve repaso de las últimas noticias publicadas por ciertos medios en torno a las temáticas de la comunidad LGBT, sexualidad y salud reproductiva. La pretendida idea de “objetividad” que se intentó instalar acerca de los medios es día a día más cuestionada. En los tiempos que corren, con la política a flor de piel, es un común denominador el pensar que un medio es “de un bando o del otro”. Pero quizás se ignora que en temas que son apartidarios esa misma subjetividad y bajada de línea siguen presentes. Y he aquí el problema. Los medios no pueden construir realidades tan fácilmente, pero sí cimentar, estructurar y alimentar nociones, juicios y opiniones. Con ese criterio, el uso de los términos escogidos es muy importante, y no es una mera discusión lingüística ni académica. Para nada. Cuanto menos, es producto de una falta de real ética profesional por parte de quienes tienen en su poder el comunicar masivamente. El uso de la palabra “SIDA” en vez de “HIV”, deja mucho que desear. Es lamentable que alguien con estudios y un espacio importante en medios populares, no sepa distinguir entre dos palabras que, si bien se relacionan, distan mucho de ser sinónimos. La misma suerte corre con el uso poco correcto del verbo “contagiar” en lugar de “transmitir”. Pero no todo acaba en un incorrecto uso de las palabras, que lejos está – a criterio de quien escribe- de ser un error o un descuido. Al tratar el caso, los medios deciden ignorar el tema de lo que se denomina “responsabilidad compartida” en una relación sexual. Se presenta al hombre en cuestión como un criminal, potencial asesino y enfermo que atacó a indefensas personas que, sin responsabilidad alguna, tuvieron que enfrentarse al virus. Sin embargo, cualquier adolescente o adulto informado debería saber que es decisión mutua el hecho de tener relaciones sexuales sin protección. Quienes escribieron las notas, ¿no lo sabían? De esta forma, aparte de aportar a una construcción del inconsciente colectivo acerca del HIV, se colabora con criminalizar al virus y, especialmente, a quienes conviven con él (y no “portan” como los medios se encargan de sostener incansablemente). Las irresponsabilidades no terminan ahí. Pudiendo haber hecho un uso fructuoso del caso, dada su repercusión y su alcance, ciertos diarios y comunicadores decidieron deliberadamente desaprovechar la situación y sólo reducir el abordaje del tema a mostrar que el hombre, aparte de negro y gay, era un potencial peligro para la sociedad. Y el HIV también. Pero nada se habló de la importancia de la conciencia respecto del cuidado al momento de tener relaciones, ni de educación sexual, y mucho menos educación sexual, diversa e integral. Esto último se verifica -tristemente- cuando uno ve que por parte del mismo medio no sólo se decide hacer la vista gorda respecto de un tema que tendría que ser de interés común y de agenda nacional, sino que horas antes se publica un artículo aludiendo a lo “polémico” que resultó un sitio virtual en el que se trata en forma responsable y madura el tema de la sexualidad y orientación sexual. En dicho artículo, se levantan y reproducen masivamente opiniones de seres medievales que bajo la cruz de Cristo deciden reivindicar el atraso y la des-información. Es en este sentido que uno puede empezar a sospechar que hay cierta bajada de línea, con marcada tendencia y con gran sesgo, con fines para nada justos. Horas antes, también, recorría el mundo la imagen de dos padres hombres con sus tres hijos. Críticas y apoyos. Horas después, se alude a la peligrosidad de un gay que se decide a “contagiar SIDA” a cuanto hombre pueda. No es casual. No es casual que también instantes atrás se cuestionara encubiertamente la educación sexual. No es casual que se decida jugar tan imprudentemente con un tema tan delicado como es la salud, que tantas reacciones llenas de odio puede despertar o reavivar. Dicho esto, no es arriesgado decir que se trata, nuevamente, de una campaña de des-prestigio hacia la comunidad LGBT entera. Y es entonces oportuno alzar la voz ante semejante irresponsabilidad mediática y falta de ética, y hacer un llamado a la reflexión acerca del importante rol que juegan los medios en la construcción de una sociedad más justa, más igualitaria y más armoniosa.

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