TEATRO
Sólo en cuatro palabras, un lesbidrama que se propone decirlo todo en muy pocas palabras.
› Por Clara Gualano
“¡Teatro contemporáneo! = malo = aburrido = predecible.” Esto enuncian con honestidad brutal dos espectadoras que la juegan de actrices o dos actrices que la juegan de espectadoras sobre las que se vuelca de lleno la iluminación a pocos minutos de comenzada la obra. Sí. Apenitas nos estamos metiendo en el lesbidrama de Zoe (Consuelo Rodríguez) y Winona (Faith Marden) todo vira hacia un lugar inesperado. Camila (Carolina Avigliano) y Vero (Natalia De Elía), dos amigas que están sentadas en la primera fila del teatro junto a nosotrxs, deciden hacer las cosas más divertidas —léase, más espontáneas— y encierran al resto del elenco en el baño para protagonizar ellas mismas la obra. ¡Plop! El teatro dentro del teatro o cómo tiramos abajo la cuarta pared (que separa la escena del público) para inmiscuirnos en la trama y elegir nuestra propia aventura. Dos chicas hétero ingresan a un mundo de tortas con el objetivo de divertirse en compañía de dos novias muy lindas, música de Gilda, vodka y la previa de una fiesta. Pero este laboratorio del teatro no se queda ahí. La obra Sólo en cuatro palabras se potencia gracias a la economía lingüística ya citada en el título: no superan jamás los cuatro vocablos por línea para comunicarse entre sí y hacen de sus estados sentimentales un twit: “me siento sola”, “ya no me querés”. Las emociones, las acciones, se van desarrollando en caracteres reducidos aptos para la red social. Esto, lejos de simplificar las cosas, agrega la complicación del doble sentido que puede ser atribuido a la represión o al ocultamiento voluntario. Winona y Zoe (novias jóvenes, una de camisa suelta, la otra de vestido y medias de red) viven una crisis y, sospechamos, tienen amantes. Camila y Vero, las espectadoras pacatas, son hétero-inflexibles pero bajo los efectos del alcohol se da lo obvio: se calientan, se aflojan. Hasta lxs de la primera fila nos aflojamos cuando el personaje de Winona, la yankee, baila con Camila de esa forma tan sexy. Empezamos a sumar sentidos a la tétrada original, dos espectadoras más, y a las dos espectadoras... bien dice el mito que cuatro tortas hacen dieciséis pasteles. Alejo Beccar, el director, les permite todo a sus personajes, hasta tratarlo de mal guionista, pues éstos, como los de Pirandello, están en “pampa y la vía” y no saben qué se pide de ellos ni cómo entretener a un público cada vez más ávido de apuestas teatrales originales. Esta obra, rupturista en su planteo inicial, no alcanza la profundidad esperada, más bien resulta un juego desinhibitorio de la norma hétero. Pero esto, ya un poco lo sabíamos, ¿no?: pocas resisten un Verdad/Consecuencia sin perder la pureza y el límite.
Sábado a las 21, La Tertulia, Gallo 826
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