MILEY CYRUS PRESENTA EN BUENOS AIRES SU BANGERZ TOUR
Empieza bajando de un tobogán que es una lengua gigante y a partir de allí Miley Cyrus no para de descender hacia las catacumbas de su propia imagen pop. Lejos quedó la niña nacida en Disney y ahora se aleja de la erotización obligatoria. Aquí algunas claves para entender por qué sus canciones entran en sintonía con los cuerpos queer.
› Por Ignacio D’Amore
A pesar de que ella prefiera evitar el tema en entrevistas, los orígenes made in Disney de Miley Cyrus siempre serán parte integral de su destacable transformación en la popstar de mayor impacto cultural de su generación. Se instaló como superestrella en 2006 gracias a la sitcom teen Hannah Montana, en la que interpretaba a una adolescente que llevaba la doble vida que muchxs habrán soñado: ídola musical de noche, estudiante de secundaria en el día. En sincronía con su popularidad ascendente, la imagen de púber atolondrada que entonaba rimas country pop fue dejando espacio para otra, cada vez más madura, menos acorde a los conservadores estándares de las industrias Disney. Por caso, en el video de su single “Can’t Be Tamed” (“No puedo ser domada”), de 2010, Miley escapaba de la jaula en la que era exhibida como ave del Averno e invadía el recinto exterior con su troupe de baile. De lo que no parece escapar en el clip es de la metáfora más elemental, aunque no toda la responsabilidad haya sido suya y de su management. Ocurre que la industria que financia a estrellas femeninas juveniles como ella exige una erotización exagerada de los cambios que las separan de su versión adulta, es decir, su paso de niñas a mujeres ante los ojos del público debe ser, exclusivamente, de índole sexual. Y de una sexualidad agresiva e indómita, arcaicamente craneada por hombres de una evidente mayoría heterosexual. La inocencia da paso a la bestia, o más bien la inocencia no puede florecer en otra cosa que no sea una bestia. Ahora bien, esa mujer flamante no tiene por qué ser víctima de guiones ajenos y puede utilizar esta mecánica de consumo en su provecho.
Así las cosas, la Miley Cyrus que esta noche se presentará en el amable estadio GEBA de Palermo bien podría aterrizar en el país cual ejemplo excesivo de esta lógica. El más reciente eslabón en su ristra evolutiva fue Bangerz, un disco consagratorio editado el año pasado, con el que consiguió reinventarse como provocadora fuera de órbita que pasa los días semidesnuda y con un porro entre los dedos, sacándole la lengua a media humanidad y cantándole al descontrol sin pedir permiso. Los hits de Bangerz plagan las pistas en sus versiones originales y remixadas y la nocturnidad queer se suma al coro del autoadhesivo hit “We Can’t Stop” cuando arenga diciendo “It’s our party, we can love who we want to” (“Es nuestra fiesta, podemos amar a quien queramos”). Entre las popstars de su camada, es la única ícono de lesbianas y gays que ha conseguido instalar en la comunidad una imagen inconfundiblemente suya. Además es firme defensora en su Norteamérica natal del derecho al matrimonio para todxs, algo que le valió un mal momento cuando en 2010 debió abandonar Twitter tras manifestar su apoyo a la causa y recibir infinidad de mensajes agresivos. Hoy ir a verla es, quizás, el festejo versión 2014 y sin recato de las transformaciones y de la despreocupación sub-20.
Estadio GEBA. Marcelino Freire 3831
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