Vie 24.10.2014
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BOLIVIA A LA VISTA

Chicha, sudor y lágrimas

Detrás del reciente triunfo de Evo Morales por goleada hay un dato electoral menos difundido: que de su mano asumió el primer diputado abiertamente gay de la historia boliviana, Manuel Canelas. La diversidad en tierras andinas se abre paso a los tumbos y de ese proceso dan cuentan dos nuevos libros.

› Por Dolores Curia

“Si no tienes historia, te van a huaiquear”, dice David Aruquipa, parafraseando a Julieta Paredes –cofundadora de Mujeres Creando y activista lesbiana que hizo escuela– y colando una palabra en quechua que significa “trompazo en el estómago”. La frase es un eslogan improvisado para llamar la atención sobre Memorias colectivas, el libro que por fin ha visto la luz en su versión completa.

Con más chicha que lágrimas, David Aruquipa, Paula Estenssoro y Pablo Vargas documentaron la zigzagueante salida del closet de un Estado que acusa recibo de la diversidad que lo compone, por lo menos desde la forma en la que se ha empezado a nombrar desde que lo conduce Evo Morales, o sea, como plurinacional. El desclosetamiento andino de los últimos años sólo puede contarse con la lógica de la ambigüedad. Hay buenas: la Nueva Constitución (de 2009) sanciona la discriminación e incluye explícitamente la orientación sexual y la diversidad de género. Y hay malas: Bolivia no cuenta con nada parecido a la Ley de Identidad de Género ni permite las uniones legales de personas del mismo sexo. El Evo que pronunció aquella teoría (no se sabe si con más aversión que delirio) sobre las hormonas femeninas y las desviaciones a las que los hombres se arriesgan con la ingesta de pollos industriales, es el mismo que apoyó en estas últimas elecciones al ahora diputado Manuel Canelas, el primero abiertamente gay de su país.

Memorias colectivas marca una línea de tiempo de la diversidad, ilustrada y comentada, que va desde los ’50 hasta el presente: con imágenes encontradas de bizarras fiestas de disfraces que lucen hoy un efecto Instagram involuntario; las voces y las maneras de los primeros cantantes reconocidos de Sucre y La Paz que encontraban vía de escape a la heterosexualidad en el sopor de las chicherías; la presencia estelar en las fiestas populares de las travestis, inspiradas en las mallas y los pelucones batidos de las vedettes argentinas de los ’70; el gaycentrismo neoliberal y los concursos de reinas que hartas de la clandestinidad del sótano salieron a conquistar escenarios oficiales y tapas de revistas. Memorias... es irremediablemente desparejo: 60 años de historia condensados en 350 páginas no pueden no dejar de todo afuera. Por momentos se rescatan testimonios imperdibles de Chunchunas de barrio protectoras del joven vecinito sensible, alcaldes que osan encabezar marchas del orgullo y juramentos de amor eterno entre cholas, y por momentos gana un discurso más militante y enumerativo que ATP. Parte de estos contrastes parecen hablar de la relación algo esquizo entre el proyecto de Evo y los avances de los derechos lgbt, que cuenta entre sus primeros gestos amables a la Cumbre Social de 2006. En ella, además de presidentes latinoamericanos, por primera vez se integró a movimientos indígenas, de mujeres, agricultores, artistas y agrupaciones lgbt, y donde –según narra la anécdota recolectada por David– flameó bien a la vista la bandera de los siete colores, aplaudida por las masas que la confundieron con la whipala.

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