La popstar chilena Javiera Mena editó hace poco su cuarto disco, Otra era, contundente demostración de que no todo el mejor pop viene del Hemisferio Norte. Dos de sus canciones ya son contraseña para el baile desenfrenado, mientras consolidan su lugar de referente de la comunidad lgbti del Sur.
› Por Ignacio D’Amore
Hace algunos años, cuando la cantante norteamericana Kesha dio sus primeros zarpazos en la vía láctea de las popstars, el hombre responsable de firmar con ella su primer gran contrato discográfico aseguraba que su éxito serían tan rotundo que en el festejo de Halloween de ese mismo año la gente disfrazada de la cantante podría contarse por millares. Por más imposible de comprobar que suenen hoy esas palabras, sobre todo proviniendo de una de las personas que mayor rédito económico obtendría gracias a la joven intérprete, es interesante imaginar que el nivel y el alcance del impacto que un artista o un grupo pop pueda llegar a producir en el público se logre mesurar teniendo en cuenta, por ejemplo, un parámetro como éste.
Al escuchar el flamante tercer disco de la intrépida cantautora y productora chilena Javiera Mena, algo ocurre en el mismo sentido, aunque en circunstancias evidentemente diversas. Se trata de dos de sus temas, “Sincronía, pegaso” y “La joya”, en los que después de desplegar con obscenidad deliciosa su más destilado armamento synth-pop, Mena hace virar el clima musical hacia algo que mucho se acerca a las canciones que se disfrutan en una boda o en un festejo popular. Melodías esenciales, ritmo ineludible y, sobre todo, unas pocas palabras que son repetidas con tanta sabiduría que parecen estar impresas en la memoria incluso antes de ser bailadas. En “La joya” se le canta a un amor extraviado en la pista de baile y se remata con una arenga que reitera, con el tono imperativo que esa misma pista demanda: “Múevelo, muévelo / Bien, bien / Aunque la joya ya no esté”. Por su lado, “Sincronía, pegaso” es un ejercicio en la construcción de todo lo que una canción pop puede llegar a comprender en 2014. Arranca con quietud, estalla en un primer estribillo melancólico y trota hasta volverse un himno latin pop a la conquista de un amor no correspondido. “Dame una oportunidad/Dime que sí, que sí”, ruega Javiera, con ecos de sus coterráneos Gepe y Andrés Nusser colaborando en los coros. Son dos canciones de una solidez apabullante, resueltas con maestría e indudablemente destinadas a ser banda sonora de muchos casamientos por venir. Es ésta, entonces, una de las medidas de la trascendencia del último disco de Mena.
–Por supuesto. La primera vez que los vi en vivo fue en Buenos Aires y son la banda que más veces he visto en mi vida, soy fanática, los amo. Es el lugar hacia el que quiero ir yo, con una cosa muy dance, trabajando con muchos artistas también en lo visual y dejándolos que se expresen mucho en la música de uno. Creo que en los Pet Shop Boys eso se nota mucho. De hecho, cuando salió su último disco (Electric, editado en julio de 2013), justo me tocó en la etapa de mezcla de mi disco, y me pareció que había una canción de ellos (“Vocal”) que se parecía mucho a una de las de Otra era (“Esa fuerza”), y te juro que la escuché y pensé que tenían algo muy en común. Yo, que soy seguidora fiel de ellos, sentí una sincronía muy grande, de la que ellos no deben ni haberse dado cuenta, pero yo sí la sentí. También escucho mucha música electrónica, y también Lindstrom, Saint Etienne, Kylie Minogue, y escucho mucho pop japonés, como Perfume o Kyary Pamyu Pamyu... También mucha música africana.
–Quería hacer una mezcla de música electrónica con percusiones pero mirada desde acá, desde Latinoamérica, y dentro del pop. Por eso elegí muchos loops con clave, muchas congas, que tienen ese ritmo que se ha usado mucho pero que ahora tienen mi propia lectura. Me encanta esa mezcla y creo que todavía falta usarla más, porque no está muy aprovechada, y la lectura que le puede dar cada persona desde Latinoamérica puede ser muy interesante y puede traer ritmos muy frescos y muy nuevos. Fíjate lo que pasa con Diplo: hasta que no lo hacen los gringos no empieza a ser hypeado. Lo mismo con Arca, que es venezolano, y están dándole al hype porque para los gringos está bueno, y como ellos tienen los medios, lo hacen grande y entonces se convierten en los descubridores. Pero hay cosas como Bomba Estéreo, o artistas del sello Zizek ahí en Argentina... Lo que pasa es que como estamos en Latinoamérica cuesta más. Los que generan todo esto están acá, pero obviamente los que después salen en Pitchfork y en los grandes medios son ellos.
–Es que hay gente que lleva mucho tiempo haciendo esto, pero hasta que alguien como ellas no se interesa, no pasa. Tiene que ver con cómo está armado todo. Creo que desde acá podemos ofrecer muchas más cosas, hay algo de creérnosla y de armar nuestra propia escena, una escena de música latinoamericana realmente interesante y que pueda crearse una industria muy potente de música latina, incluso a nivel independiente.
–Un amigo que trabaja en MTV vio en mí el potencial como compositora pop y con la gente de la señal me pidieron que escribiese esa canción. Me pareció interesante hacer pasar por mi mente una canción para una telenovela. Ellos tenían varias alternativas posibles y al final eligieron la mía, yo me inspiré en un sentimiento más adolescente, más juvenil, y me encantó la experiencia, que al final resultó muy bien. En México la canción se ha convertido como en un himno gay...
–(Risas.) Sí, yo no me había dado ni cuenta de que había pasado eso en México, me lo han dicho amigos que la bailan en las fiestas y todo. Resultó un súper hit y a mí me encantaría seguir haciendo cosas así, porque encuentro que lo que le falta al pop latinoamericano es organizarse un poco. Siento que el pop gringo o el pop europeo trabajan más con gente de la vanguardia, o gente que viene de otros lados. El pop latino siempre es lo mismo: la balada así con guitarras, o la cosa electrónica pero solamente dentro de una línea, por eso creo que al pop latino le falta apostar por otro tipo de producciones y a mí me encantaría aportar con eso porque lo encuentro súper divertido como lugar. Y también me gusta encontrar otros lugares desde los que avanzar y generar más movimiento. Creo que se pueden hacer cosas muy propositivas a nivel mundial en Latinoamérica en cuanto a música pop.
“Espada”, el tema que cierra Otra era fue, en realidad, el primer adelanto del disco, que Javiera compartió hace un año y que tuvo un clip alto voltaje dirigido por el español Luis Cerveró, que ya había colaborado con ella en otras ocasiones. Viñetas de exceso ochentoso en frenesí de sucesiones, Mena soñando romances y encames con cantidad de chicas, GIFs secuenciados en los que manos salen de entrepiernas femeninas y pactan destinos o secretos. No es asunto nuevo en la carrera de la chilena mostrarse lesbiana sin velos ni filtros que disimulen la naturaleza de su amor y sus relaciones. Ya en el video de “Esquemas juveniles”, de 2006, se presentaba penando el deseo por una de las gimnastas de su escuela secundaria; más tarde, en 2012, se volvía blanco úrsido de una cazadora de bigote removible que acababa siendo cazada por su presa, de cuya mano abandonaba el bosque.
–Todo en mi arte habla mucho de la pasión, habla mucho del deseo, y en mi caso, como soy lesbiana, todo lo que muestro está muy ligado a eso y tiene mucho que ver con la homosexualidad pero vista simplemente como atracción. Juan Gabriel, quizás, haya compuesto todas sus canciones también así, pero no lo dejaba ver, y el mensaje siempre era desde un chico a una chica, aunque era evidente que no. En mi caso yo sí lo hago de manera evidente, mostrando la génesis de un sentimiento homosexual, y sin proponérmelo. Yo estaba pensando en hablar del deseo, que también puede ser hétero. Tomé la decisión de hablar de algo que todavía está tapado; por más que digamos que estamos en otra época, que ya no es un tema, eso es mentira. Por más que en Argentina exista el matrimonio gay, todavía no es algo que sea tan visible ni que esté normalizado, y menos en Chile, entonces obviamente pasa a ser tema. Por las preguntas que me hacían en entrevistas, por el interés de la prensa, yo poquito a poco fui entendiendo que mi lugar tenía algo que ver con el activismo, sin quererlo, porque yo simplemente estoy mostrando algo sincero.
–Es algo que yo no busqué. Yo opté por decir la verdad, como te contaba. Por ejemplo, cuando hicimos el video de “No te cuesta nada” y el director me dijo: “Queremos que haya un cazador y que al final se saque el disfraz y se convierta en tu novio y se den la mano”, yo le dije: “Pero es falso que yo salga con un chico, me parece mucho mejor y más interesante que el leñador sea una chica que al final se saca el bigote”. Y claro que hay una toma de postura, pero yo lo veía sencillamente como que salir con un chico era falso, a mí me gustan las chicas. Aquí en Chile prácticamente no hay esa clase de mujeres artistas que sean referentes para la comunidad, como quizá sí hay en Argentina. Siendo consciente de esto, empecé a buscar ese lugar y poco a poco me fui volviendo una persona con mucha política detrás, la política de mostrarlo. Por no cumplir el estereotipo de chica guapa he llegado más lento a muchos lugares, y a algunos todavía no llego porque sigo siendo un bicho raro para algunas de las personas que escuchan música pop. Pero el pop siempre es rupturista y llama la atención, y entonces lentamente voy a llegar. Por ejemplo, hace un mes en una revista ultraconservadora de Chile que se llama Cosas salí en la portada diciendo que me gustan las chicas. Yo encuentro que en verdad fue la salida del closet de la revista, porque todo mi público ya lo sabía, pero la revista decidió darme una voz en su tapa.
–Sí, quedó como un icono. Vamos a hacer merchandising de espadas, a la gente le encanta, quedó como un símbolo mío. De hecho, en el show suben las bailarinas con espadas láser. Además, ver a una mujer con una espada es una imagen muy potente y también es como de otra era, le da un significado muy fuerte a todo lo que la rodea.
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