Ernesto Korovsky y Alejandro Quesada, dos de los guionistas de Viudas e Hijos del Rock & Roll, juntos o por separado, han sido hacedores de éxitos televisivos que mostraron diferentes maneras de vivir las sexualidades diversas (LaLola, El tiempo no para, Vecinos en guerra, Graduados). Ahora, en horario central, con la historia de Segundo y Tony, regresan al viejo tópico de la marica reprimida en clave, ya no de tragedia sino de comedia.
› Por Adrián Melo
Parece haber vuelto el gay reprimido, con sus complejos, culpas y autocastigos. Parece haber vuelto también la llamada loca tapada, aquel ser torturado que alimentó tantas ficciones, aquella que se casaba para reprimir sus instintos y sus deseos pecaminosos en nombre de la mentada normalidad o la respetabilidad burguesa. En literatura, quien mejor describió esta situación, tanto en vida como en obra, fue el escritor norteamericano John Cheever (1912-1982). En sus Diarios expresaba alternativamente sus deseos por los hombres (en una ocasión que vio a una figura masculina en una piscina, escribió: “Su mirada tierna me sigue, se posa en mí y siento una picazón mortal en la entrepierna”), sus encuentros sexuales con muchachos en las duchas, como su vergüenza burguesa y sus arrepentimientos y sus promesas de no reincidir y llevar una vida “normal y apacible” con su mujer y sus hijos. Cheever temía a la vez que su sexualidad secreta saliera a la luz tanto como perder la protección doméstica que tan dichosamente infeliz lo hacía. Su hogar era su infierno y su paraíso.
Lo mismo le sucede al personaje Segundo (interpretado por Juan Minujín) en la ficción argentina Viudas e Hijos del Rock & Roll, imaginada por el equipo de guionistas conformado por Ernesto Korovsky, Alejandro Quesada y Silvina Frejdkes. Novela televisiva casi proustiana, contrapone en muchos sentidos dos mundos: ya no el de Verdurin y el de Guermantes sino el del rock and roll y el de la familia tradicional. Segundo reprime su sexualidad en nombre de la familia que conformó con Miranda (Paola Barrientos); a la vez Miranda reprime su pasión por Diego (Damián de Santo) al que conoció en un verano rocanrolero.
Alejandro Quesada: La historia venía así. Pensamos que Miranda, para dejar atrás toda una historia de vida, un pasado de desborde y rock and roll, se metía en una historia más clásica de familia tradicional y no veía que dentro de esa estructura familiar había tantas oscuridades y peores secretos como los de esa vida de la que ella renegaba. Entonces vive encerrada en esa mentira, hablando mal de lo que era su padre y de la familia que no tuvo, pensando que ahora tenía la familia perfecta; pero a lo largo del programa comienza a descubrir que eso era un castillo de naipes, que por escapar de aquello tampoco es que se metió en algo perfecto.
Ernesto Korovsky: Y cuando Segundo la conoció a ella, juró enderezarse. Ese es su tema.
A. Q.: Mandato familiar, mandato de clase social, actividad. Sin embargo, en varios sentidos, el supuesto mundo del desborde resulta más sano que el de la saludable vida hogareña. Así, por ejemplo, con relación a las sexualidades, en el mundo del rock tenemos a Pedro, un gay que vive feliz y públicamente su deseo y su preferencia, mientras que del otro lado tenemos a cuatro seres infelices que deben ocultar sus pasiones y vivir en la mentira.
E. K.: Lo que nosotros acordamos es que él ya había tenido una vida gay dislocada, que el hermano lo sabía perfectamente porque lo había descubierto en el establo con un petisero. Cuando era joven, Segundo era una loquita perdida. Con Minujín decíamos que él estaba diciendo constantemente “no se me nota, no se me nota”. Su obsesión es construir el prototipo masculino.
A. Q.: Además, cuando estaba construyendo esa mentira, estábamos en los ’90, en otra época.
E. K.: Locas tapadas sigue habiendo. Hay gente que la pasa horrible, con familias que desaprueban en distintos sentidos. Mi mamá sabe que soy gay desde los 24 años. Tengo 57. Sin embargo, hace unos días me llama para decirme: “Tengo una mala noticia para darte... la hija de Susana, tu prima, es gay” (risas). “¿Por qué una mala noticia?”, la increpo. “Bueno, para vos será una buena noticia, para mí no lo es.” Además, en pocos capítulos entra un nuevo personaje que arma una asociación, una especie de terapia grupal para recuperarse, de grupos de gays anónimos que entran para curarse, donde la gente se presenta: “Soy tal, soy gay y quiero enderezarme”.
A. Q.: Pero en realidad van todos de levante (risas).
E. K.: Son muy mentirosos; son chicos bien, además.
E. K.: Teníamos una idea original en la que él iba en el auto con los chicos y que los chicos iban haciendo quilombo atrás y de golpe le salía la mariquita y gritaba (histriónico): “Cállense o los mato”. Me encanta jugar con esos registros. Y también retratar que tiene buen ojo con las mujeres. Sabe lo que les queda bien. Sabe de zapatos, sabe de tinturas, sabe planchar.
A. Q.: Algo que sostuvimos es que él era un personaje bueno, un personaje positivo. Y había en esa pareja que conformaba con Miranda algo simbiótico: hay una amistad que se tienen desde el primer momento. Nunca hubo amor y pasión. Pudimos haberlo convertido en antagonista, ya que la esposa está enamorada de otro. Y sin embargo, el conflicto interno de Segundo es el que mantiene la tensión. Si él se libera, si pasa el límite, si Segundo se va con Tony (Juan Sorini), Miranda se va con Diego y se termina la novela.
E. K.: Yo creo que Tony tiene mejor corazón que Segundo. Que Tony es más verdadero en sus sentimientos que Segundo. Segundo tiene más represión, más conflicto. Y es más puto. Tony no es tan puto. Lo que pasa es que Segundo es una loca tapada. Hay parejas muy bien llevadas que están basadas en esos vínculos. No es el caso de Miranda y Segundo. Ella cuando vuelve a ver a Diego se da cuenta de que lo ama. Y a Segundo le pasan cosas con Tony que no le pasan con ella. Hay como una amistad y un querer mantener las formas, porque además tienen hijos, algo que a Segundo lo perturba.
A. Q.: No hay que olvidar que él arrastra otros secretos de identidad. Cuando él logre vencer el tema de saber quién es su madre y descubra su verdadera identidad, también va a poder vivir de otra manera, encontrar su identidad también en el plano sentimental y sexual.
E. K.: Segundo está solo, canta “Like a Virgin” y le salta la loca. Lo importante es no perder la nota de humor. Hay algo de la mariquita trágica que no me gusta nada. Hay algo humorístico en alguien que no se asume como es. Por supuesto que hay algo trágico. Pero también hay algo ridículo.
E. K.: Teníamos que contarla bien. Había que contar que no era un chonguete, no era un gato. No era un empleado tratando de obtener cosas de su patrón a través de la relación. Además teníamos tremenda bestia. Si no laburás con ese cuerpo, si a ese culo no lo hacés laburar (risas), no sé para qué lo tenés. Inventamos en un momento de la novela otro petisero que sí era un gatito, necesitábamos mostrar que Tony tenía buenos sentimientos. Si no, no se sostenía la historia de amor, no se sostenía en el tiempo.
A. Q.: Se instaló como una historia de amor dentro del programa.
E. K.: La heroína del programa es Segundo. La chica que no está con el amor de su vida es Segundo. A la que tienen que llevar al altar es a Segundo.
E. K.: Es una apuesta. Porque el personaje pertenece a una alta familia tradicional argentina, él es polista, en contraposición al mundo del rock y del reviente. Supimos que en el polo hay mucho gay (risas). Y que están los petiseros en la patera y aparecen los jinetes y ellos comentan: “¿Ete é o no é?”; “Ete é”. Además que, por supuesto, le quedan muy lindos a los chicos los pantalones, las botas.
E. K.: Me reconozco, por ejemplo, a mi madre. No es la madre que tiene Segundo, pero algo de esa madre tiene, alguna patada le estoy dando... Cosas que dice Inés, no creo que mi mamá se atreviera... pero capaz lo podría decir. Cuando el personaje que interpreta Ludovico está por ir a la cárcel, ella dice: “Muy mamero el chico, se va a ir acostumbrando, se va a hacer de amigos en la cárcel. Lo peor que le puede pasar a una madre no es tener un hijo preso, es tener un hijo puto... ahí te quiero ver”. Esa familia homofóbica casi a propósito.
E. K.: Yo vivo en el campo y la chica del supermercado de ahí me dice: “¡Ay! ¿Cuándo se van a besar otra vez Segundo y Tony?. En el capítulo veinte se dieron un beso.” Lo tienen contado...
A. Q.: Juan contaba que un día iba por la calle, pasan unos recolectores de basura y le gritan desde el camión: “¡Quedate con el chongo!”.
E. K.: Hace rato que pasa esto. No hay otras historias de amor que compitan en valentía a las historias de amor gay. Cuando dos chicos o dos chicas están juntos, y eso no lo ves en las parejas heterosexuales, hay algo no sé si del amor verdadero, pero sí del ideal del amor romántico que cuando se da en los gays es fuerte. Creo que en los heterosexuales están más licuados los ideales románticos. De hecho, los únicos que se casan son los gays: ésa es la idea circulante. Los que quieren la libreta, les quieren dar un significado a eso, parecen ser particularmente los gays, quizá por la historia de lucha, de represión desde tiempos inmemoriales. Pasaba en Farsantes, pero en otro tono.
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