Lady Gaga, autoproclamada hace años como madre de todx pequeñx Monster que se precie, fue este último domingo una fanática más, una niña que se deshizo en lágrimas después de haber homenajeado a una de sus ídolas en el que con seguridad haya sido el momento más gay de la entrega de los premios Oscar. Convocada para rendir tributo a la incomparable Julie Andrews por los inminentes cincuenta años del estreno de La novicia rebelde, Gaga pisó la alfombra roja con un vestido labrado en blanco nácar interestelar con la firma del (también incomparable) tunecino Azzedine Alaïa. Complementó con labios carmín, lánguida peluca platino tirante y un par de exagerados guantes del color del labial. Guantes rojos, sí, de inquietante parecido a los que se usaban para lavar los platos hace varias décadas, aunque este par no era de goma sino de cuero. Estamos hablando de uno más en la lista de fashion statements de la cantante, como lo fueron el archiconocido vestido de carne que se atrevió a lucir en los VMA’s de 2010, o ese otro confeccionado con muñecos de peluche de la Rana René que estrenó en sus primeros atisbos de estrellato. Las burlas se suscitaron instantáneamente a través de las redes sociales, con memes alusivos y comentarios para todos los gustos. Bien avanzada la ceremonia, Lady Gaga se instaló en un escenario ambientado con los árboles de la apertura del film, ya con otro vestido, otra peluca y make-up, y esta vez sin guantes. Apoderándose del personaje que viene construyendo hace unos meses, principalmente de la mano del disco jazzero cantado a dúo con Tony Bennett, Gaga recorrió fragmentos de las cuatro composiciones más populares del musical y consiguió imitar con gran solvencia las inflexiones de jilguero y la dicción perfecta de la legendaria artista. Al terminar, la propia Andrews se apersonó en escena para felicitarla, y cuando se abrazaron, ambas visiblemente emocionadas, Gaga fue tan fan como sus adorados Little Monsters.