A través del tiempo, de encontrarnos en sus fiestas, entendimos que realmente éramos, y somos, una minoría dentro de nuestros grupos de pertenencia. Montevideo es chico, Uruguay también, y existe sobre nuestro país una percepción exterior que nos ve como una nación progre; sin embargo la realidad no es exactamente ésa, y Andy representaba lo queer de verdad porque lograba establecer cruces entre distintos grupos que en apariencia no tenían puntos de contacto: gays, góticos, punks, industriales, queers de toda clase, otakus y otros más. Generó una escena propia de Montevideo que convocaba a gente que se percibía desplazada, incluso dentro de la propia escena gay local. Era muy polémico dentro de esa misma escena, quizá por haber sido siempre andrógino. No dejaba de ser muy raro, inclasificable.

Andy venía organizando fiestas hace años, con regularidad pero de manera intermitente, y eran increíbles: noche brit, noche gótica (se llamaban fiestas ElectroDark), y así. Las propuestas siempre eran radicales y a veces por ese motivo a sus fiestas iban pocas personas, eran fechas efímeras. El tenía una especie de vocación educativa y manejaba muchísima data, era enciclopédico y melómano absoluto. Había sido dj en una discoteca muy importante de Montevideo que se llamaba Alexander, allá por 2008, una disco que marcó un antes y un después y formó a una generación que ahora tiene veintipico y que en ese momento no había salido del closet; gente que desde el interior de Uruguay visitaba la capital para divertirse y soltarse. Era un lugar muy en el centro y muy under, y en un momento fue tan concurrido que hizo tambalear a Il Tempo y Caín, los dos boliches grandes de allá. En Alexander él pasaba música con un gusto finísimo y con un estilo que no era común encontrar en la noche gay. Por ejemplo, en la época del concurso Eurovisión si ibas a sus fiestas, él ponía los temas finalistas, o sus preferidos entre todos los que participaban del certamen. A veces veías en una fiesta suya a un wachiturro que a los pocos meses se había vuelto gótico de tanto fanatizarse con la música que Andy pasaba. También le gustaban mucho el K-Pop y el J-Pop y fue el primero en poner esos estilos musicales allá.

En las últimas tres ediciones de la Marcha de la Diversidad de Uruguay, que es un evento muy politizado hace años y que de hecho hoy en día es inaugurado por la intendenta, en el que por otra parte se mezclan con la misma importancia los pedidos y las demandas de las minorías sexuales junto con los reclamos por la legalización del consumo de marihuana y del aborto, o por el rechazo a la baja de edad de imputabilidad; entonces, en el marco de esa Semana y ese Mes de la Diversidad completamente institucionalizados, de discurso políticamente correcto al estilo Mujica, Andy consiguió organizar una fiesta paralela con el apoyo de la Intendencia, que aportaba su explanada como recinto, además de un escenario y un equipo de sonido... Pero nada más que eso. Y sobre estas fiestas que él organizaba nunca se dijo nada en los medios. Ahí tocó el under del under local: Juani VN, Kevin Royk, Gia Love, todas bandas o solistas que son alternativxs realmente y que en ningún circuito tienen espacio. El a su vez era ninguneado por el sector intelectual y hasta hipster de allá, como el periódico La Diaria, que representa a la intelectualidad sub-30, un círculo en el que era muy rechazado. Musicalmente también se lo ignoraba, sobre todo en lo que él hacía como músico y cantante, porque no alcanzaba ciertos supuestos niveles de “calidad” en su sonido; era muy apasionado y siempre muy raro, un David Bowie de la Avenida 8 de Octubre. Entre el público que él estaba logrando integrar en esa fecha de la Semana del Orgullo nosotros sentíamos que empezaba a tomar forma un espacio del que queríamos ser parte; era un evento que en unos años hubiese explotado seguro. Tenía ese potencial porque convocaba a las masas queer.

Informe: Ignacio D’Amore.