2 DE ABRIL. DÍA DEL VETERANO Y DE LOS CAÍDOS EN LA GUERRA DE MALVINAS
Con más de 120 denuncias de torturas, violaciones y tratos inhumanos, la causa por violaciones a los derechos humanos contra los soldados que combatieron en la guerra de 1982 se inició en 2007. Todavía falta mucho por esclarecer. Tanto la humillación por homosexual como el abuso sexual siguen protegidos por la vergüenza y el tabú.
› Por Matías Máximo
Ezeiza, abril de 1982. “Cuando nos juntaban a la mañana, nos contaban y nos hacían numerar. Decías en voz alta el número que te había tocado. En la cuadrilla se notaba que uno tenía un tono afeminado y era todos los días escuchar que lo maltrataban, lo hacían que repitiera y se reían. No sé si lo trasladaron o qué le pasó, pero de un día para el otro no estaba más”, dijo a SOY Pablo Castro, a quien le tocó hacer el Servicio Militar Obligatorio en el momento que por radio y TV salía el primer comunicado de guerra en rotativo, cada 30 minutos, un 2 de abril: “La Junta Militar como órgano supremo del Estado comunica al pueblo de la Nación Argentina que hoy, la República, por intermedio de sus Fuerzas Armadas, mediante la concreción exitosa de una operación conjunta, ha recuperado la islas Malvinas para el patrimonio nacional”.
Pablo tenía 19 años (clase 63) y por un año de diferencia no tuvo que ir a Malvinas, sino quedarse “bajo bandera” en un cuartel de las Fuerzas Aéreas. Eso implicaba que si llamaban tenía que ir. Algunas noches le tocaba quedarse despierto en el monte en “escuadrones fantasmas”, porque los oficiales decían que se esperaba un bombardeo al aeropuerto.
A los 18, Pablo tuvo que hacerse la revisión médica: “Me tocó en el Regimiento de Patricios. Te ponían en bolas y tenías que ir pasando de puerta en puerta a que los médicos te revisaran e hicieran preguntas, como enfermedades preexistentes y esas cosas. En uno de los puntos te hacían inclinar y te revisaban la cola a ver en qué estado estaba. Después tenías que bajar corriendo unas escalinatas y debajo había dos oficiales que te pedían que les mostraras las palmas de la mano antes del apto. Nosotros no teníamos idea para qué lo de las manos, hay muchos mitos. Me contaron que a los homosexuales y a los judíos los marcaban en la palma con un fibrón”.
En el DNI, según Pablo, “te ponían siglas. ‘Apto A’ era cuando no tenías ninguna enfermedad ni impedimento. ‘Apto B’ cuando tenías algún problema menor que no te eximía, ‘DAF’ era deficiencia de aptitud física y justificación para que no hagas el servicio. También me dijeron, cosa que nunca vi, que te marcaban con ‘OAD’: orificio anal dilatado. Eso circulaba todo el tiempo y era una forma más de insulto, ‘eh vos OAD’. En el ámbito militar se usaba cualquier cosa para hostigar y maltratar. Las palabras homosexual o judío las usaban como un insulto en sí. ‘Zaina de mierda’ o ‘carabina recortada’ eran insultos reservados para los judíos”.
Uno de los primeros capítulos de Iluminados por el fuego. Confesiones de un soldado que combatió en las Malvinas, está dedicado al cabo Dumas, y menciona que era abiertamente homosexual. El ex combatiente y periodista Edgardo Esteban escribió el libro con la colaboración de Gustavo Romero Borri, y la historia llegó al cine con la dirección de Tristán Bauer. “La sociedad era muy prejuiciosa en el momento de la guerra, aunque en este último tiempo se trabajó mucho en igualdad de género para que cada cual haga su vida como quiera. Son deudas que de a poco se logran resarcir, no sólo con el género. Los propios ex combatientes, que hoy somos parte de la sociedad, por mucho tiempo fuimos discriminados: te discriminaban por ser negro, judío, homosexual o por lo que sea; era una época muy violenta y cruel”, dijo a SOY Edgardo.
En el libro aparecen algunos nombres cambiados para preservar las identidades. “Era el cabo del rancho, así que en sus manos estaba la comida. Tenía ese poder sobre nosotros, pobres soldados hambrientos y congelados, capaces de dar cualquier cosa por un jarro de mate cocido humeante. Lo conocí en Malvinas y a poco de llegar me di cuenta de sus maneras afeminadas. Tiempo después el cabo Dumas había empezado a tener adeptos entre la tropa y no pasaba noche en que no se llevara un soldado a su pozo de zorro. Tenía una forma muy cariñosa de tratarnos y sus conversaciones siempre terminaban en la misma cuestión: el sexo”, dice el capítulo dedicado al cabo Dumas y también asegura que cuando tocó ponerse en armas, el cabo fue uno de los más valientes.
Esteban cuenta que, como les pasa a muchos autores, después de 20 años no volvió a leer su libro y no sabe si volvería a escribir lo mismo de igual forma. Pero recuerda que en su momento las visiones diferentes que contó generaron violencia. Correrse de cierto relato épico y hablar de vejámenes y bajezas propias de la guerra todavía molesta a algunxs. “En la colimba eran violentos y el maltrato era permanente. Es como que me transporto en el tiempo y siento que por suerte al ver a mis hijos las cosas cambiaron, porque había una forma muy perversa y cruel, no había piedad. Está el caso del soldado Silvio Katz, al que por ser judío le tiraban la comida en el excremento para que comiera de ahí. Y tantas historias de abusos de poder”, dice Edgardo.
El 2 de abril de 1983 Gabriel García Márquez escribió para el diario El Espectador varios datos espeluznantes: “Con motivo de la visita del Papa a la Argentina, los ingleses devolvieron mil prisioneros. Cincuenta de ellos tuvieron que ser operados de las desgarraduras anales que les causaron las violaciones de los ingleses que los capturaron en la localidad de Darwin. La totalidad debió ser internada en hospitales especiales de rehabilitación, para que sus padres no se enteraran del estado en que llegaron: su peso promedio era de 40 o 50 kilos, muchos padecían de anemia, otros tenían brazos y piernas cuyo único remedio era la amputación, y un grupo se quedó internado con trastornos psíquicos graves”.
La versión de los anos desagarrados no figura en ningún otro documento histórico ni la afirman historiadores ni combatientes. El cultor del realismo mágico también habla de una cuadrilla de nepaleses: “El recuerdo más terrible que conservan los sobrevivientes argentinos es el salvajismo del batallón de ‘gurkhas’, los legendarios y feroces decapitadores nepaleses que precedieron las tropas inglesas en la batalla de Puerto Argentino. ‘Avanzaban gritando y degollando’, ha escrito un testigo de aquella carnicería despiadada. ‘La velocidad con que decapitaban a nuestros pobres chicos con sus cimitarras de asesinos era de uno cada siete segundos. Por una rara costumbre, la cabeza cortada la sostenían por los pelos y le cortaban las orejas’”.
El capítulo de Historia de la homosexualidad en la Argentina donde Osvaldo Bazán habla de Malvinas, cita a Perlongher, donde aparece otra vez el tema de los nepaleses, con detalles maricas. El ensayo se publicó en mayo de 1984 en la revista El Porteño, se llama “El sexo de las locas”, y Perlongher cita un reportaje hecho en 1983.
“Un compañero mío me habló de los gurkhas, llevaban una perla en la oreja izquierda o en la derecha, y la ubicación representaba al homosexual pasivo o activo” (Pablo Macharowsky, clase 63). En el mismo reportaje otro conscripto da a entender que los soldados tenían, de antemano, cierto training: “Cuando yo estuve en Córdoba, antes de ir a las Malvinas, y nos daban franco porque no había qué darnos de comer, aparecían los ‘tíos’ o ‘soplanucas’, como les llaman a esos tipos que te dan casa y todos los placeres a cambio de una relación sexual. Yo digo que hay que tener mucho estómago, pero ante ciertas situaciones te olvidás del estómago (Marcos García, clase 62)”, escribió Perlongher.
“En la guerra hay otros códigos, podés matar, y de ahí para abajo podés todo. Pero una cosa es el código militar y la disciplina, que está en cualquier ejército del mundo, y otra el ensañamiento. Ya sea por la sexualidad o la religión, no hay derecho al abuso. ¿Qué es lo que le pasa a la gente cuando va a una guerra? Una persona que tiene un nombre, una familia y sus recuerdos cuando vuelve está modificada por un montón de situaciones. Un chico de 18 quiere vivir, no quiere morir. Y por eso está el reclamo, como colectivo de denunciantes de muchas provincias, de que se entienda que hubo violaciones a ciertos derechos fundamentales”, dijo Edgardo.
La causa por violaciones a los derechos humanos contra los soldados que combatieron en la guerra de 1982 se inició en 2007. La presidenta Cristina Kirchner, en su discurso a la Asamblea Legislativa en la apertura de 2015, arengó a concurrir a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, después de que la Corte Suprema argentina desestimara sus pedidos. El Centro de Ex Combatientes (Cecim) de La Plata, que forma parte del colectivo que reclama que los vejámenes sean investigados como de “lesa humanidad”, dijo que se presentará en el “menor tiempo posible” ante la CIDH: “No descansaremos hasta que se investigue a todas y cada una de las personas sospechadas de haber cometido graves violaciones a los derechos humanos”.
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