Se repone Las bestias, pieza de danzateatro de la Compañía de David Señoran que pulsa hasta su máxima expresión el lado animal de hombres y más hombres.
› Por Pablo Gasol
Las personas, tan domesticadas y ordenadamente encasilladas en esta ciudad, tenemos hasta fines de mayo la posibilidad de hacer un viaje interno para conectarnos con nuestro lado más primitivo y salvaje. El teatro fusionado con la danza nos permite viajar hasta lo que no se puede decir con palabras. Se trata de una obra “para hombres no mansos”, que despliega a través de múltiples talentos y recursos el juego del hombre domesticado y la libertad que éste conserva. El domador, es también presa, la soledad y la multitud se dibujan y desdibujan, la potencia del grupo y la fragilidad de un solitario desposeído se exacerban en escena.
Las bestias, los bailarines, durante poco más de una hora, nos embisten, rebuznan, corcovean, interpelan. A través del lenguaje primitivo de la danza y los cuerpos, el relincho, los correteos y las fuerzas se miden. La jauría se descubre, se rechaza, se cuestiona, se mezcla. A puro roce, relincho, jadeo y zapateo, los seres se comunican con un lenguaje no verbal magníficamente. El látigo levanta una polvareda inexistente en el escenario que nos transporta al circo romano. Grandes artistas de la interpretación y la danza, se vuelven a veces faunos, otras lobos, caballos, centauros, minotauros, domadores, domados, malambistas, artistas marciales o bailarines clásicos. Los constantes jadeos, el sudor, la brutalidad, la iluminación fraccionada excelentemente con cuentagotas y los cuerpos expuestos le dan un halo sexual constante. Remite por momentos a las escenas eróticas de Secreto en la montaña, a una jauría de lobos devorándose a una presa, y en otros, a un grupo de monjes salvando a un elegido, así de jugosa es. La ausencia total de lo femenino se siente. La testosterona desborda, se derrama, pegotea. Hay una energía densa y pesada de machos amontonados, que se siente como multitud cuando galopan al unísono, o como un bosque aterrador, cuando la escena se centra en el único personaje desnudo. Desnudez como pocas veces exquisitamente utilizada, jugando con los movimientos, luces y sombras para mostrar en el momento exacto lo oportuno, por obra de David Seiras. El estupendo vestuario, de Mariela Iturregui, cubre con harapos estratégicamente designados algunas partes de los cuerpos. El hombre más primitivo, más salvaje, más bestial, se expone en escena como operación a corazón abierto. La obra es una panzada de sensaciones, muy disfrutable y memorable. Las bestias, vuelve a la escena teatral porteña, abriéndose paso con un galope certero.
Con música de Alejandro Catarino, coreografía y
dirección general de David Señoran.
Centro Nacional de la Música, México 564,
todos los jueves de abril y mayo a las 21.
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