La activista americana Denise Norris revela los factores de los que no se habla a la hora de pensar, reclamar y mantener el trabajo de la gente trans
› Por Gus Casals y Gustavo Pecoraro
Denise es líder global en inclusión de personas trans en el ámbito laboral, en Accenture, una empresa multinacional con más de 250.000 empleados (5000 de ellxs son personas trans) en 120 países del mundo. Sus orígenes en el activismo de la Comunidad Trans se remontan a 20 años atrás, con la fundación de The Transexual Menace y, más recientemente, del Instituto para el Progreso Económico de Personas Transgénero.
–Creo que tienen la Ley de Identidad de Género, pero falta trabajar sobre la real inclusión. Porque existen las igualdades legales y las igualdades vividas. La igualdad legal puede garantizarnos algunos derechos pero eso no significa que uno vaya y se compre su casa perfecta en el barrio perfecto y que los vecinos te reciban con los brazos abiertos. Lograr eso sería la igualdad vivida.
–Hay que permitir la entrada de todos pero también se necesita fomentar prácticas concretas que permitan esa inclusión. El ejemplo más práctico es una pregunta tan básica como “¿Qué baño usamos las personas trans?”. Que hagan un solo baño en lugar de dos, compartido, y que sea utilizable independientemente de la identidad de género de cada persona. No alcanza con “abrirnos las puertas”, sino que lo importante es lo que pasa una vez que está abierta. Para incluir laboralmente a las personas trans hay que cambiar los lugares de trabajo. Además, crear igualdad no significa que seamos ciegos a la diferencia. Como si tuviéramos que pensar que “no importa cuál es tu identidad de género, sólo nos importan tus capacidades”. Porque cuando se mira hacia adentro de los ámbitos laborales, esto no es cierto. Entonces, como creemos que como personas trans nos van a discriminar, muchas veces ni golpeamos la puerta.
–Las personas trans, que tenemos una historia de estar afuera del sistema, en muchos casos no sabemos el idioma del empleador. Las empresas, por su parte, no entienden por qué comercialmente sí tiene sentido ser inclusivas. Algo básico: cuando la gente que está se siente cómoda en su trabajo, obtiene mejores resultados. Hay que hacerles entender a las empresas los beneficios de tener trabajadorxs que no deban preocuparse por esconderse en sus armarios.
–Cuando hace 20 años completé mi transición pensaba “si tengo suerte, tal vez consiga trabajo en un McDonald’s”. Igualmente mi ejemplo no es muy general porque he tenido mucha suerte en lo laboral, por eso intento transmitir parte de esa suerte al resto, teniendo en claro las diferencias sociales, regionales, etc. Sin embargo, como integrante de un colectivo que tiene una historia de opresión y depende mucho del sistema de bienestar del Estado, debe quedar claro que nuestra pelea no es por las migas que queden sobre la mesa. Hay tanto esfuerzo en sobrevivir, en pensar cómo pagar el alquiler, pero si a esa tremenda energía la pusiéramos en convencer al mundo empresarial de que nos contrate, tendríamos grandes resultados. Me preocupa que a veces se espere mucho del Estado, en que la mirada puesta solo en “recibir” puede hacer desaparecer el elemento de pelea y de salir a buscar la igualdad activamente.
–Tenemos que derribar el mito de que empleadores y trabajadoras trans no quieren trabajar juntas. Esto no es defender a las corporaciones, por el contrario, es asumir las responsabilidades de cada lado. En algunas empresas hay personas que son trans pero que no completan su transición por miedo. Aquí en Buenos Aires se me acercó alguien contándome que ella sabía que su identidad era trans pero que dar ese salto sería perder todo lo que había logrado hasta ahora. Lo que necesitamos es alentar, dar coraje, apoyar a aquellas que ya están en una posición de poder, las que pueden hacer un coming out de cualquier tipo a que lo hagan, a que generen visibilidad, a que demuestren que las historias de éxitos son posibles.
–En lugar de dar un subsidio para que la gente coma, los Estados deberían dar dinero para empezar un negocio propio. No como algo que te regalaron, sino como ayuda para crear algo que es tuyo. A veces cuando viajo alrededor del mundo para hablar sobre la inclusión laboral trans en los espacios empresariales, intento demostrar que una persona trans puede ser exitosa, puede manejarse bien en el mundo corporativo. También necesito humanizar esto, porque en ciertas partes de Estados Unidos y en mi entorno corporativo actual, soy una persona más. No soy una súper mujer. Estuvimos hablando con Lohana Berkins y bromeando sobre ser una súper trans, y la verdad que yo no me identifico para nada con eso. No quiero quedar en el lugar de “le fue bien porque tiene una capacidad distinta”.
Hay que estar alerta con el tema de las celebridades trans: si bien son un ejemplo positivo, a veces se las ve como súper humanas y entonces se cree que el éxito les vino porque tienen algo que las distingue del resto de los mortales.
–La ignorancia y la desconfianza de cualquiera de los dos lados. La Human Rights Commission (HRC) arma internacionalmente un ranking de empresas que tienen políticas de inclusión. La pregunta es ¿por qué una empresa como Starbucks, que en EE.UU., Asia o Europa tiene una calificación de excelente por sus políticas de inclusión laboral para el colectivo, no va a cumplir esas calificaciones acá? Sería interesante ir a Starbucks y exigir el mismo trato, y en todo caso denunciar ante la HRC que en Argentina esa misma empresa no califica tan bien. Uso el ejemplo de Starbucks porque aparte de ser un trabajo básico y que una persona que no ha podido acceder a los estudios la puede llevar adelante, cumple una doble función: ir a tomar un café ahí y ver que una persona trans está atendiendo detrás del mostrador genera visibilidad.
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