› Por Simón Más
Hernán Melazzi es actor. Casi siempre improvisa y le sale bastante bien. Vive en un PH en Almagro. Hace un año y un poquito es papá de Antonio. Quienes lo conocemos sabemos de su mirada transparente y sus manos gigantes para el abrazo. De su facilidad para el llanto, ese que brota de adentro y no se fija en disimular. Era de esos tíos que se tiran a jugar al piso, babean y cuidan amorosamente. Siempre quiso ser padre aunque ni siquiera sospechaba cómo sería.
Valeria fue su novia cuando ambos llegaron a Buenos Aires a estudiar teatro, allá por el ’96. “Fue una historia linda, éramos dos niñxs de la llanura en la ciudad, nos enamoramos bailando folklore.” Esos enamoramientos fugitivos que armamos antes de maricas con la mejor amiga que después deviene torta.
Del cómo sería al cómo es, pasaron años. Viajó al casamiento de las chicas. Seguro lloró apoyado contra una de las paredes del Registro Civil. Ese verano fue a trabajar a la costa pero también con la excusa de volver a verlas. Ellas vivían juntas y estaban muy seguras de su deseo de maternar y, aunque tenían muy claro que el niñx viviría con ellas, querían un padre conocido. A la propuesta formal se la hicieron una noche de copas: “Siempre lo pensamos como hijx de los tres, aunque sabíamos que legalmente no era posible.”
Después hubo suficiente tiempo para pasar del deseo a poner en palabras los fantasmas de cómo podría ser tomar decisiones de a tres. Principalmente lo frenaba la distancia entre las ciudades, es decir, “la idea de que mi hijo iba a vivir con las mamás, si me iba a bancar extrañarlo”. Despúes de idas y vueltas fue él quien apuró a las chicas con un “es ahora”.
“La consigna para la inseminación casera fue que sea lo más natural posible.” Natural como cotidiano, sin que mediaran grandes sumas de dinero, ni terceros. “Susana que es médica siempre lo tuvo claro. Fijamos fecha y las chicas viajaron. Fue raro, todos sabíamos por qué estábamos ahí, pero estábamos nerviosxs. Yo estaba con Nacho, mi pareja, ellas lo conocieron ahí. Tomamos una cervecita, pusimos música y nos fuimos para las habitaciones. Fue simple, no muy relajado, pero muy simple realmente. Al rato las chicas salieron. Tomamos otra birra y nos reímos. A los pocos días, yo salía de un ensayo, recibí un llamado con la noticia: ‘Estamos embarazadxs’. Puedo imaginar el llanto.” Al que primero llamó fue a su padre: “Tengo que darte una noticia, sentate. Vas a ser abuelo”. Cri crii, silencio telefónico. “¿Cómo?”. Seguramente algo de la sexualidad de su hijo había hecho que esa sea una de las noticias menos esperadas. “Pero al toque después de salir de la sorpresa le cambió el tono de voz, también estaba totalmente emocionado.”
Al mes hizo los 400 km para estar en la primer ecografía. A los 6 meses se enteró de que sería varón. Tejió y destejió en sus ratos libres un saquito con el punto bien apretado que todavía le queda enorme. “El nombre lo fuimos pensando cada unx por su lado, hicimos listita, Valeria empezó a nombrarlo de una forma y a mí no me gustaba. Fuimos probando como sonaba. Finalmente quedaron dos y Antonio nos cerró a lxs tres.” Se emociona cuando vuelve al momento de la cesárea. “Viajé un par de días antes para la previa muy ansioso. Pasamos por la playa a ver el mar y fuimos para la clínica. Yo no entré al quirófano porque éramos muchxs, pero vi todo desde atrás de una ventana. El Tony hoy no para de reírse, es súper sociable, va con todxs sin problema. No sé a quién se parece.” Y ante mi pregunta, sus ojos brillan más de lo habitual. “Es cachetón como Susana, le ponés música y baila todo el tiempo como Valeria y como yo, tiene manos grandes. El deseo más profundo que tengo para mi hijo es que sea feliz, tan trillado como tan simple y al mismo tiempo muy complejo.”
Del impacto que tuvo la noticia reconoce que va en línea con la ampliación de derechos que se viene dando en nuestro país. “Fue voluntad política que la triple filiación haya salido por resolución de la Dirección del Registro de las Personas de la Provincia de Buenos Aires y no se haya judicializado. Sienta un precedente. Allana un camino. Y, la verdad, no lo esperábamos tan rápido.” Nunca dimensionó las repercusiones y se sorprende de la buena leche con que la mayoría del periodismo encaró el tema incluso contra sus propios prejuicios: “Algunos medios insistieron con la figura del donante o morbos del tipo que hacen estxs tres locxs juntxs o pobre pibe en los comentarios de lectores pero, en general, la mayoría fueron respetuosos”.
Un hijx soñado, pensado, charlado, recharlado y me consta, amado. Otra vez el amor rebasando límites. Parodiando, reelaborando y resignificando el concepto de familia y las relaciones de parentesco. Y entonces pienso con Butler: “No como un modo de apropiarse de la cultura dominante para poder permanecer subordinados a sus términos, sino una apropiación que apunta a traspasar los términos de la dominación, un traspaso que es en sí mismo una capacidad de actuar, un poder en el discurso y como discurso, en la actuación y como actuación, que repite para poder recrear y a veces lo logra”.
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