Calzas fucsias, remeras a rayas, bocas rojas. Así estaba Niceto la semana pasada. Convocaba “CocoRosie”. Una atmósfera surrealista pulsó el aire cuando las hermanas Casady (el mito –que ellas alimentan con innumerables abrazos– las quiere incestuosas) salieron a escena. Una dosis de romanticismo oscuro, una cucharadita de orientalismo, algo de indie-pop-freak folk-rap y una pizca de beatbox es la fórmula imbatible a la que el dúo da cuerpo. Fuertemente teatrales, las hermanas Bianca y Sierra Casady tomaron el escenario en un frenesí: las caras siempre pintadas; camisón con volados y ademanes propios de una vampira recién convertida fueron la gestualidad con la que Sierra comenzó el show. La cadencia mesurada de guiño lesbiano de Bianca –de negro y violeta, con puntillas y pollera–pantalón –y su modo de ostentar cierta transgeneridad que ya hizo marca– nos deslumbró. Los instrumentos exóticos y los disfraces son una parte esencial del show, del freak-show, si se quiere, homenaje a sus patronxs drag queens: Klaus Naomi y las Cockettes.

La audiencia estaba fascinada. ¡Te amo Sierra, vení! aullaba el público (sobre todo las damas), fuera o en sí, cuando la rubia dejó su arpa para aparecer zarandeándoseen un enterito de red que poco dejaba a la imaginación. Sierra parece que escuchó y no lo dudó: inesperadamente se lanzó a la audiencia. Tan inesperadamente que el público más que ayudarla a levitar la hizo bucear. Hubo besos y abrazos. Luego un retorno al escenario.

Hay leyendas sobre el origen de la banda y sobre un arresto que sufrieron hace unos años cuando entraban a Canadá. Vinieron a Argentina para grabar su nuevo disco. Decidieron presentar Tales of A GrassWidow, dar un show y, después, otro. Pero el punto es que, durante casi dos horas, nos hicieron sentir a todxs más vivxs.