LUX VA > (O VUELVE) A LA RESERVA ECOLóGICA
Objeto de Deseo No Identificado
”Malbrough s’en va-t-en guerre, miroton miroton mirotaine.” Para quienes no estudiaron francés ni tuvieron una institutriz políglota como la que mi madre Rebeca contrató para cultivarme la infancia (sí, hoy me levanté frívolx y delirante como Leevon Kennedy o los Chikoff), aclaro que lo que acaban de leer es la vieja canción “Mambrú se va a la guerra” en su versión e idioma original. La voy cantando así, en francés, mientras entro a la Reserva Ecológica a pleno footing, con aire triatlón y el shorcito de lycra arrebatado sobre las nalgas olímpicas. Es que me siento como un acorazado flúo que sale a la superficie en lo mejor de la primavera, con las escotillas abiertas sobre este mar calidoscópico de sauces, sensible como nunca al aroma de los yuyos, al vuelo mariquita de los pájaros. Quiero devorarme el mediodía costanero, quiero sentirme retoño del cosmos, Lux-en-el-mundo, en el aquí y ahora, quiero... ¡quiero comerme esa divinidad Glttbi que sube corriendo por esos matorrales! ¿Mujer, trans, varón? Los primeros signos anatómicos son ininteligibles. Ni idea de qué esconde o qué escondió alguna vez bajo la blonda delantera, pero las formas de su reverso son pulposas y a la vez musculosas, y debo decirlo sin ruborizarme: octubre me trae queer in extremis y no hay identidad de género que me sea ajena a la hora del polvo.
Pero ya de púber aprendí que aquello que unx cree a primera vista sobre el objeto deseado termina siendo a veces un horrible objeto que te desea y del que hay que huir rápido. Así que, antes de nada, conviene un trote en paralelo para ver y hacerme ver de cerca por ese Objeto del Deseo No Identificado, cosa de ir midiendo el valor de la presa. Pero mis ojos no pueden develar del todo el misterio, si es un efebo mujeroso, o una mujer efébica, o travesti en transición, cualquiera de esas categorías no desentonaría con el maremagno de loquillas, tortuelas y travilinas que pueblan este mediodía la reserva, juegan al handball o se pintan las uñas, errores de la naturaleza para esos papis hétero-convictos con hijos a tracción, que las miran de reojo desde su prototípica cárcel familiar. Errores, sí, pero tan bellos e inquietantes que les hacen caer la baba.
El objetivo queer baja por un senderito hacia la playa deshecha de canto rodado, ladrillo, vidrio, plástico y se me hace cada vez más hermoso a medida que se aleja de mi comprensión. Por eso, ay, cuando se da la vuelta y me clava el aguijón de su mirada me quedo Lux de dura sal, como si la Reserva Ecológica fuese ahora Sodoma y Gomorra y estuviese por acontecer en cualquier momento un atardecer nuclear. Para reponerme, aprovecho que él/ella se sienta sobre un tronco, y cuando llego hasta sus pies le digo en registro Borges del Libro de arena: “No sé qué serás, pero quiero coger con vos. En medio del cambiante universo me parecés la cosa más natural”.
No sé si entendió, pero lo de “cosa” no le resultó ofensivo. Hacemos traca-traca a la orilla del Río de la Plata que, le digo, siempre está cambiando: “Ahora que volvés a mirarlo ya no es el mismo. Nadie se baña dos veces en el mismo río”. Esta vez la frase sabia no le resulta interesante; pone cara de embole, se levanta rápido la calza mientras me obsequia un pedo, y se va a seguir trotando, como hace siempre el amor cuando se sabe imposible. No esperen que les diga qué cosa era mi objeto del deseo. El único dato que les doy es que corre los domingos a la una de la tarde y tiene alto culo. o
Reserva Ecológica, Costanera Sur. Lunes cerrado
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