Los obispos del mundo se preparan para el sínodo en el que se discutirá aquello que la Iglesia entiende por familia.
› Por Camila Sosa Villada
No nos rige un único libro, no podemos sólo atenernos a la belleza del Corán, a los melancólicos cantos de la Torá o a esa fantasía preciosa que son el Antiguo y el Nuevo Testamento. No seguimos las enseñanzas de esas sagradas escrituras tan sólo. Todos los libros nos rigen, los poetas, los escritores, los cortos, los largos, las series, las canciones, son los verdaderos profetas. La historia es nuestro oráculo. No sobre una piedra, sobre todas las señales de vida construimos nuestra iglesia itinerante, en cada cuerpo y en cada esquina y que es, por supuesto, rosa. Rosa en todas sus gamas y también todo lo contrario. Lo contrario del rosa, que no es ni lo contrera ni lo celeste. Agárrate este misterio. Iridiscente. Fulgurante. Abierta las 24 horas del día para cualquiera que sienta pena y le duela un poco tanto frío allá afuera. Para quien tenga alegría. El que baile, que se monte o que se desmonte. Confiamos en la ciencia, en el trabajo de los científicos que una y otra vez se han preguntado por qué. Gracias a quienes aún se lo preguntan, nosotros, los plenos responsables de nuestro cuerpo y los únicos que tenemos autoridad sobre nosotros mismos, agradecemos a la ciencia la posibilidad que nos da de planificar nuestras familias, de dejar de aparearnos como chanchos sólo porque a alguien se le ocurrió que la anticoncepción era un pecado mortal. Agradecemos la píldora anticonceptiva y el preservativo, adoramos el preservativo, lo llevamos en la cartera de la dama y el bolsillo del caballero, ocupa tan poco espacio y es una cruz tan importante contra los grandes vampiros de la vida humana... No nos conformamos con nada. No nos consuela la idea de la vida eterna. Más allá del universo sigue viajando la razón que nos obliga a escribir, a buscar la cura contra el sida, a luchar contra el cáncer, a impedir las guerras y a despreciar el hambre. El tamaño de nuestra esperanza es tal que nos obliga a hacer música y a amar todo lo que amamos.
Vaticano, mon amour: ¿están de sínodo? Anoten ésta: una Iglesia nueva está surgiendo. Es un shock enorme, lo sabemos. Lamentamos no haberlos introducido de a poco en esta nueva teología, pero en vista de los mamarrachos que dicen sobre la futura ex minoría que ustedes embolsan como desviados sexuales, expresiones del demonio, estaría bueno que ventilen las sotanas y entiendan de una vez por todas que estamos asistiendo a una maravilla: la diversidad como potencia, cáliz, templo.
En vistas de su vocación por el retraso, de su enorme interés en apropiarse de nuestras historias les hacemos llegar este feliz comunicado que nos llega desde algún piringundín gay y que está, por supuesto, escrito en color rosa: “El sínodo de travestis, transexuales, transgéneros, intersex, putas, heterosexuales felices, putos, tortas, solteros sin hijos, personas viviendo en concubinato, ejercedores del amor, soldados de la ternura, concluimos esta reunión en la que, además de haber brindado por los dones que nos fueron dados, hemos construido las bases de una nueva Iglesia. Y tenemos el honor de comunicarles a todos los que profesan otras religiones que son bienvenidos siempre y cuando funden su Iglesia en la posibilidad de sentir piedad por todo lo que se mueve sobre el planeta. Una nueva mitología ilustra nuestras convicciones y esto es quizá lo más importante: pudimos nombrar e identificar un nuevo infierno y un nuevo cielo.
Nuestros templos son para el gusto de quien quiera, a la luz del día, a la vista de todos y nuestras ceremonias se celebran a cualquier hora y en cualquier momento. Una vez al año festejamos una especie de natividad. Una vez al año marchamos, al compás de la música, con nuestras mejores pilchas. Rezamos con música, bailamos, lucimos colores, nuestra bandera tiene mil colores, hay que ver cómo se ofuscan los que no tienen alma, con nuestra bandera de mil colores. Vamos a misa con nuestros padres, con nuestros hijos, con nuestros pares, nos admiramos del brillo de las drag queens, las travestis ancianas nos aconsejan y a veces hasta nos enamoramos y nos juramos amor eterno en esa fecha del año.
Así como ustedes nos exigen vivir en la sombra y morirnos de soledad y aburrimiento, nosotros les exigimos que sean humildes y reconozcan que la historia de la humanidad hubiera sido opaca sin la cantidad de tortas y de putos que hicieron nuestras vidas más hermosas, nuestros conocimientos más profundos y nuestra curiosidad invencible. Estamos amparados por el duende de todos los genios homosexuales que poblaron este planeta, por mucho que les pese, caballeros, por mucho que les duela. Nos cuidan García Lorca y Wilde, nos cuida Frida Kahlo, nos protege Chavela Vargas, Freddy Mercury y Marguerite Yourcenar... Las sacerdotisas que leen a nuestros profetas, Noy, Jáuregui, Lorca, Lemebel, Whitman, Wilde, el Batato Barea, visten los colores de su libertad. Que el nacimiento de una nueva Iglesia no los amargue, en materia de evolución, no son las especies más fuertes e inteligentes las que sobreviven sino las que se adaptan a las infinitas mutaciones que, afortunadamente, nos impone la naturaleza.
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