MI MUNDO
The danish girl es el nombre de la biopic protagonizada por Eddie Redmayne que se exhibió en el Festival de Venecia. Detrás de cámara: la vida de Lili Elbe, la pintora trans que allá por 1920 registró en sus diarios la crónica de sus por entonces muy experimentales cirugías.
› Por Gabriela Cabezón Cámara
“‘Y la tierra estaba informe y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas’. ¿Es presuntuoso de mi parte pensar en mi propio génesis cada vez que escucho estas palabras y la música de este verso?” se preguntaba la jovencísima Lili Elbe en su diario. El poema del Génesis le hablaba, sí, la mecía en su música de materia en estado de caos porque antes de sí misma, antes de Lili, esa chica encantadora pero de “cuerpo frágil”, había vivido informe y en tinieblas, había vivido como varón cuando Lili lo supo casi al momento de sentirse ser, no lo había sido nunca. Había nacido en Dinamarca en 1882 –o 1886, depende de la versión, igual es claro que a esta altura da lo mismo–, sus padres la llamaron Einar Mogens Wegener y fue una de las primeras personas en realizar un cambio de sexo y si estamos hablando de ella ahora, es porque la semana pasada se exhibió en el Festival de Venecia una película sobre su vida, La chica danesa. La dirigió Tom Hooper (cuenta que su filme se trata de “la revelación de una mujer en el interior de un hombre”) y actuaron Eddie Redmayne y Alicia Vikander. Y tal vez se lleven el León de Oro a casa, aunque eso, a los efectos de esta nota, es lo de menos. La película es una adaptación de una novela que lleva el mismo nombre, bastante mala y tal vez por eso mismo un best seller, de David Ebershoff.
Entonces, había tinieblas y caos en casi toda la vida de Einar en Copenhague. Pero no es que le fuera muy mal: era un pintor con buena reputación, estaba casado con Gerda Wegener, una mujer hermosa –muy alta, de espaldas anchas, dice el novelista Ebershoff– artista ella también y muy exitosa. Compartían el oficio pero con obras diversas. Einar pintaba paisajes más bien melancólicos aunque de colores vivos que trazan el mapa de los países por los que viajaban. Buscando en Internet se ve su mirada sobre su propio país, sobre París, sobre Capri. Y se conoce el precio de sus obras: el año pasado, las subastas arrancaban en unos 1500 euros. Es probable que el cine lleve los precios más lejos. Su esposa, Gerda, que cultivaba el Art Déco, dibujaba y pintaba para revistas muy importantes como Vogue y La Vie Parisienne; sus dibujos eróticos, claramente lésbicos unos cuantos, son bellísimos. Muchos consideran que era más talentosa que Einar –permítaseme usar ese nombre: Lili dejó la pintura como parte de su pasado, de la identidad de él–.
¿Quién era esa chica?
Es por ahí por donde iba a nacer Lili: por los lápices de Gerda, por su trabajo, por su amor, que debió de ser mucho. Porque Lili vio la luz en el estudio de ambos, una tarde en que había faltado la modelo de Gerda y el trabajo no se podía retrasar, tenía el plazo de entrega en rojo. La ilustradora llamó a su marido, que era un hombre delgado, con poco vello, muy delicado, y le preguntó si no le haría el favor de ponerse la ropa de la modelo y posar para ella. Se la puso. Sintió la seda, asumió la pose de la mujer del cuadro que pintaba Gerda, se dejó estar, tímida, introvertida y fue entonces, cuenta lo que a esta altura ya es leyenda, cuando se le ordenó el caos y se le aclararon las tinieblas y la luz del génesis se impuso con su belleza y su crueldad en la vida de Einar: era Lili, era ella y no él y saberlo la arrojaría a un mundo nuevo, de libertad y también de dolor. Extremo. Estamos hablando de fines de la segunda década del siglo pasado, de la medicina de hace casi cien años. La transexualidad ha exigido coraje siempre, pero entonces había que ser temerari@. Pero vamos por partes. Se sintió libre Einar ese rato en que fue Lili. Comenzó a salir con Gerda vestida de mujer. Se fueron a vivir a París, al París de los años locos, rodeados de artistas y gente más libre que la que las rodeaba en su país. Con la amorosa compañía de su mujer, comenzó una etapa de lucha en su vida: por momentos dominaba ella, “una mujer irreflexiva, frívola, muy superficial” –lo escribió ella misma en sus diarios, según cuenta una nota de The Telegraph–. En otros momentos dominaba él, “un hombre que podía resistir tormentas”. Lili ha de haber sido un tsunami porque Einar no pudo resistirla. “Estoy acabado”, escribió Einar, “y Lili lo sabe hace mucho. En consecuencia, se rebela cada vez más violentamente”.
Einar pensó en suicidarse en mayo de 1930. Pero en febrero supo de un médico que podía ocuparse de su caso, un hombre que trabajaba con cambios de sexo. El que descubrió, según los diarios de Lili, que tenía ovarios atrofiados, que había nacido intersexual. Y entonces fue que efectivamente murió Einar y Lili tomó el control total de su vida. Dolorosamente, habría de vivir poco: se sometió a cinco cirugías, la última un implante de útero. El Ciclosporin, la droga que sirve para reducir la posibilidad de rechazo de los órganos transplantados, se descubrió en los 70 y se empezó a usar con éxito en los 80. Lili murió en septiembre de 1931. En la época de las cirugías, Gerda y Lili ya estaban divorciadas: el rey danés había anulado el matrimonio, dos mujeres no podían estar casadas. Lili decidió dejar la pintura. Quería ser una mujer consistente con lo que se estilaba en la época; “No es con mi cerebro, ni con mis ojos, ni con mis manos que quiero ser creativa: es con mi corazón y con mi sangre, el deseo más ferviente de una mujer es convertirse en madre de un hijo”.
Durante los años que compartieron, Gerda pintó a Lili una y otra vez. Aparece como una mujer alta, colorada, estilizada, elegante, hermosa. En Man into Woman, un libro en el que se recogen partes de los diarios de Einar y Lili, está este fragmento que ella, una vez operada, una vez arrojada al mundo nuevo al que la llevó su luz, escribió: “Me siento una constructora de puentes. Pero es un puente extraño el que estoy construyendo. Estoy parada en un punto firme, el día de hoy. Y tengo que construir el punto siguiente. Pero no lo veo o lo veo vagamente o apenas lo sueño de vez en cuando. Y muchas veces no sé si el otro punto es el pasado o el futuro. Muchas veces esta pregunta me toma: ¿Tengo un pasado o no tengo ningún pasado?, ¿O sólo tengo un futuro sin ningún pasado?”. Era todo futuro, Lili. Pero quedaba unas cuantas décadas más adelante.
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