No es Peaches la única queer queen en manifestarse desde la ri(t)ma sincopada típica del rap, aunque de seguro sea una de sus embajadoras más prolíficas e interesantes. En la última década, y en especial el pasado lustro, la aparición de raperxs queer viene funcionando como shock de reseteo de la música urbana, infiltrándose en el hip hop y el rap, cada vez con más agarre y desde los márgenes de los márgenes. En Norteamérica y Europa se trata de minorías (sexuales) que sobreviven dentro de minorías (afrodescendientes e inmigrantes de bajos recursos). Peaches no cumple con muchas de estas “condiciones”, y ha de ser por eso que el volumen de sus malas palabras suela superar en mucho el que puede escuchársele a casi cualquier otra rapera. Mientras la megafamosa y espectacular Nicki Minaj habla de culazos y pijazas, Peaches pide turno mental para una vaginoplastía que expanda su superficie de placer (ver “Vaginoplasty” del último disco). Minaj nunca podría.
Están también las voces más escuchadas, como la de Azealia Banks, abiertamente bisexual que alcanzó reconocimiento en todo el mundo –aunque sus dichos y tweets no la conviertan precisamente en una militante de la comunidad lgbti–; Le1f, el guapísimo rapero que acaba de editar un interesante LP debut y una promesa de 2013/14 cumplida hace días nomás; Frank Ocean, más crooner que rapero, es el integrante más célebre del colectivo de artistas Odd Future, con varios Grammy en su haber.
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