Vie 11.12.2015
soy

Una chica como vos

María Alejandra Aranda asumió como comunera del Partido Socialista en el frente ECO y desde la Comuna 6 de Caballito promete luchar por llevar adelante políticas públicas para el colectivo lgbti. Es la única activista lgbti que ocupa actualmente un puesto electivo en los diferentes espacios legislativos del país.

› Por Gustavo Pecoraro

“La primera vez que le comenté a mi madre que era lesbiana me dijo que lo lamentaba porque yo no iba a ser feliz y ella no iba a tener nietxs. Hoy esas dos cosas que no se cumplieron, me llenan de orgullo. Estoy casada con Romina y criamos juntas a Tobías: enamorada de mi mujer y con un hijo maravilloso. Esta familia que construimos día a día y que gracias a nuestra visibilidad y nuestro amor sumó al resto de nuestras familias, dejan en el pasado el resueno de esas palabras de mi madre.” María Alejandra Aranda (o Marita como se la conoce en el activismo) nació en la ciudad de Buenos Aires en pleno Caballito, pero de muy pequeña fue a vivir junto a su madre a Barranquera en Resistencia (Chaco), una ciudad que ella define como feudal, conservadora y religiosa y donde estudió para maestra e incluso hizo sus primeras materias de abogacía en la UNNE (Universidad Nacional del Nordeste). Barranquera fue donde creció “sin animarse” a pesar de los primeros y esporádicos encuentros con mujeres que le fueron calando el deseo y las que le hicieron dejar de “esperar que llegara el Príncipe Azul” y comprender que lo suyo eran, en todo caso, las princesas.

“En el Chaco viví la opresión de la Iglesia que rodeaba a mi familia. Eso me impedía pensarme como lesbiana, asumir que me gustaban las mujeres. Es una sociedad muy machista, patriarcal y feudal. Atrasada. Yo jugaba al vóley y tuve algunos primeros encuentros –que, siendo muy imaginativxs, podríamos rotular como sexuales– con algunas compañeras que yo sentía como pasajeros, nada importante que llevara a pensarme como lesbiana. Siempre me justificaba pensando que ellas tenían sus novios y que a mí en cualquier momento me iba a llegar el mío. Era tan terrible el anonimato que ni siquiera me enamoraba. Era como si fuera no sexuada, sin sexo, aunque, digamos, mi aspecto era marcadamente varonil”.

A los 22 años se vino a Buenos Aires, y terminó sus estudios de abogacía en la UBA mientras trabajaba como preceptora y maestra particular. La no identificación sexual duró hasta que alguien le mandó el telegrama. “Una chica que tenía novio un día me dijo que iba a dejarlo porque estaba enamorada de mí. A lo que yo primero le respondí que yo no era torta y que estas historias no me interesaban”. Ambas eran estudiantes de derecho y conocerse no sólo mueve en Marita la decisión de asumirse, sino la define en otra de sus facetas más claras: se acerca por primera vez a la militancia en el Partido Socialista: “Venía desde el Chaco siendo otra persona. Negando mi sexualidad y absorbida por un crecimiento en una familia religiosa. Y de repente todo esto se ponía en cuestión. Primero fue decir que no, pero a los dos meses dejé de luchar contra mí misma y decidí empezar a ser feliz. Fue una relación de cuatros años que inició mi cambio de vida para siempre. Como lesbiana y como militante política y activista”.

En esos cuatro años siguió sin decirle a su madre y recién cuando se separó pudo planteárselo. La madre es esa otra mujer que Marita nombra infinidad de veces en la entrevista. Habría que escribir mucho más sobre esta particularidad de que somos lxs hijxs gays, lesbianas o trans quienes muchas veces sacamos del armario a nuestras madres o nuestros padres para que “asuman” que su hijx es una persona lgbti y lo será siempre. Esa férrea voluntad de compartir nuestra vida y nuestra felicidad con nuestra madre o nuestro padre, fortalece, en definitiva, a ese cambio cultural que la sociedad a veces esquiva.

El outing social

“Después de que me separé de este primer amor empecé a conocer boliches como Sitges, Bach o Glam. Ahí me di cuenta de que las personas que vivimos en la Ciudad de Buenos Aires somos privilegiadxs en esto de poder movernos y socializarnos de manera bastante pública. Nunca sentí que me faltara libertad como sí en el Chaco donde la sexualidad pesa. Las últimas veces que he vuelto a ver a mi familia, con Romina y Tobías, la gente gastaba la vereda pasando a ver cómo somos las dos tortas con su hijo.” En La Fulana (la organización que desde hace 17 años reúne a lesbianas y mujeres bisexuales para activar políticamente, encontrarse con amigas, generar lazos comunitarios y pensarse como lesbianas) encontró la posibilidad de construir esa identidad. No fue fácil. La lesbofobia internalizada es muy fuerte y más en personas que vienen de provincias tan conservadoras, con raíces religiosas tan importantes.

¿Qué encontraste en La Fulana?

–Me encontré a mí. Pude reconocerme, pude decir “esto es lo que soy”, “esto es lo que quiero ser”, “esto es lo que me hace libre”. Pude encontrar ese equilibro de saber cómo querer ser lesbiana. De aceptarme. Al principio era más chonga. Cuando vivía en el Chaco y mucho tiempo incluso viviendo acá, para defenderme, para que los pibes no me tiraran onda, yo me vestía como un varón. Nunca me sentí un varón pero sí tenía una apariencia masculina. Tenía que marcar mi diferencia y como no sabía cómo hacerlo de otra forma, lo hacía así. Mucho más fácil hubiera sido decir simplemente “soy lesbiana”.

Marita confiesa que le gustaría “hablar mejor para los reportajes”, que le hubiera gustado asumirme antes para poder tener más hijxs, que es activista lgbti pero que antes que nada es militante socialista, que ha luchado mucho con la “responsabilidad” de asumir su orientación sexual. Al mismo tiempo de empezar a activar en esa organización, el Partido Socialista crea la Secretaría de Diversidad. Habla con mucha admiración de Roy Cortina (hoy legislador porteño) que le dio espacios dentro del partido y le enseñó de liderazgo, y del que dice “me ayudó a sentir que tenía un espacio, me acompañó y me protegió”.

Esposas y madres

“A Romina la conocí en un campamento de La Fulana, hace 5 años. Compartimos un poco el espacio de los grupos de la organización pero nunca habíamos intercambiado más que un hola. Fue en ese campamento donde nos hablamos por primera vez, a pesar de que yo había ido con otra persona. Pero la vi y me gustó mucho y como siempre estaba acostumbrada a ir de ganadora (debo reconocer que tenía mi levante), lo primero que hice fue darle mi teléfono y decirle que me llamara en la semana. Pero Romina no me llamó. Llega el otro jueves que era el día que nos reuníamos en La Fulana y me la encuentro y le pregunto ‘¿qué onda? ¿Por qué no me llamaste?’, y ella me contesta ‘¿Por qué te tenía que llamar?’. Eso me encantó, y empezamos a hablar por email. La verdad que yo estaba pasando una etapa difícil y aunque no quisiera nada serio ni ninguna relación, Romina me movía otras cosas. Pero tampoco quería crear ninguna expectativa que me sacara de mi zona de comodidad, entonces le dejé de escribir. Llega otro jueves donde coincidimos en La Fulana y se me acerca y me dice ‘Che, ¿te cagaste?’, y ahí me enganchó para siempre. La invité a mi casa a cenar y bueno, como buena torta, desde ese día –13 de abril de 2010– nunca más nos separamos.” 2010, el año de la aprobación del Matrimonio Igualitario, las encuentra enamoradas. Marita militando y activando desde la FALGBT y desde el Partido Socialista esta ley, viajando a las provincias, haciendo trabajo parlamentario. En medio de esa vorágine Romina plantea la idea del hijo. “Empecé a elaborar mi proceso de ser madre. Romina lo tenía mucho más claro. En realidad me pasaba que tenía miedo de la sociedad, de qué rol iba a cumplir yo con mi hijo, de mis dudas sobre si como país no estábamos preparadxs para hijxs de familias diversas. Pero todo esto pude superarlo. Nosotras nos casamos estando Romina embarazada y Tobías nace el año siguiente. Como buena abogada no creo en el matrimonio. Sí lo luché y lo peleé. Pero habíamos decidido ser madres y eso es lo que nos llevó a casarnos. Tobías hoy tiene el apellido de ambas, y resolvimos un montón de situaciones concretas que hacen a nuestra realidad y la suya como es ir al médico, o la Obra Social, o salir del país, o ir a la escuela en las mismas condiciones que cualquier otrx niñx. Los mismos derechos que cualquiera. Tobías fue gestado por donación anónima y Romina quedó embarazada en el primer intento. Habíamos decidido entre ambas que ella fuera la madre gestante. Un poco porque Romina quería y otro poco porque a mí me parecía genial ya que no estoy segura de aguantarme corporalmente un embarazo de nueve meses. Así estoy feliz, perdidamente enamorada de mi hijo y de ella.”

Marita y Romina se casaron en la ciudad de Buenos Aires en el año 2012 en una ceremonia de la que fueron testigxs un tío hermano de la madre de Marita y una tía que vinieron desde Chaco y Posadas, y los dos hermanos de Romina. De todas las cosas que dos lesbianas enfrentan en el proceso de gestación, Marita cuenta como anécdotas graciosas sus visitas al curso preparatorio, cuando la partera no sabía cómo dirigirse a ellas: “en un momento la partera pide que los papis se pongan atrás y yo me puse atrás, y ella me dice ‘no por favor, no la aplaste a la señora, usted tiene una colchonetita al lado’, entonces le aclaro que soy la pareja, estamos casadas, y se pone roja de vergüenza y ya ni sabía cómo nombrarnos, decía ‘map... ma... pam.’¿Ves? estás son las cosas que hay que cambiar. Que no haya sorpresas. Son pequeñas cosas que la sociedad no tiene elaboradas. Pero no sólo para nosotras las lesbianas, o cualquier otra persona lgbti. Si realmente queremos una sociedad más inclusiva, debemos cotidianizar que en un curso preparto haya dos mamás, o una mujer gestante con dos padres, o una madre soltera, o una mujer viuda reciente, o lo que sea”.

¿Cómo comparten la crianza de Tobías?

–Desde el principio tuvimos una situación complicada para nosotras que se convirtió en una buena experiencia para reforzar lazos con Tobías. A Romina se le infectó la cesárea y durante un mes no podía levantar ni tener a upa al bebé. Entonces todo el tiempo estaba yo con él. Obviamente ella le daba de mamar pero era yo quien se lo acercaba, quien lo llevaba a la cuna, quien lo hacía dormir, quien le dio el primer baño. Un montón de detalles que me permitieron tener conexión desde que nació. Nos permitió que ambas pudiéramos generar nuestra relación con él, y que hoy por hoy tengamos dos relaciones como dos mamás con su hijo.

¿Qué aspectos de esos que decís hay que cambiar ves más a menudo?

–Estamos muy contentas con nuestra experiencia. Pero hay situaciones que se convierten en graciosas por lo ridículas. Por ejemplo, el Jardín al que va Tobías hace juegos para romper el hielo entre las familias. Todxs lxs niñxs están en el suelo de la sala y las madres y los padres atrás y alrededor. Te van tirando una bola de lana y las personas que la recogen deben decir “Mamá de Juancito”, “Papa de Alicia”, entonces me toca a mí la bola y digo “Mamá de Tobías”, y al rato le toca a Romina y dice “Mamá de Tobías”, entonces una madre salta y dice “¿Ah, pero hay dos Tobías? Porque yo sólo sabía de uno”, a lo que le contestamos “No, hay un Tobías pero dos mamás”. Otra cosa fue que nos envían una primera comunicación que se dirigía a “queridos papis”, entonces yo voy y vuelvo aclarar que en casa de Tobías no hay “papis”, sino mamis, y que por favor nos envíen las comunicaciones así porque no estábamos representadas. Bueno, la próxima que llegó decía “querida familia”. Que si bien no es “queridas lesbianas” al menos no es “queridos papis”. La visibilidad es ese granito de arena que construye la playa de la diversidad.

Primero socialista

Juró la semana pasada como Comunera de Caballito. Dice que sabe que su partido la acompaña y que por eso siente que es más socialista que lesbiana, y que su candidatura es un reconocimiento a su militancia territorial aunque claro, su militancia territorial vaya de la mano de su lesbiandad, de su mujer Romina y de su hijo Tobías. También de su cargo en la Secretaría de Educación de la Federación Argentina LGBTI. “Quiero destacar la decisión de mi partido, porque la política es cíclica, y después de dos conquistas tan importantes como el Matrimonio Igualitario y la Ley de Identidad de Género, el movimiento se aplacó y se confundió un poco. Mi candidatura representa al Partido Socialista pero también representa esa lucha que llevamos adelante todo este tiempo”.

¿Qué querés decir con que se aplacó?

–Que creo que deberíamos volver a levantar vuelo y nuestras banderas porque hay muchas políticas públicas que hay que seguir reclamando sobre todo para el colectivo trans. Pienso que la coyuntura política operó bastante en el colectivo y que ahora estamos necesitando replantearnos cosas. La lucha del colectivo lgbti debe ser transversal y no debemos pelearnos por chiquitaje. Necesitamos hablar y articular entre todxs para no perder conquistas que se lograron entre todxs. Lo que hay que hacer ahora, que nos toca dentro de una agenda lgbti que ya tiene dos leyes de vanguardia mundial, es pensar e implementar políticas públicas para que vivamos mejor, que la inclusión y la igualdad se concreten. A nivel educacional, cultural pero también a cuestiones básicas de habitar la ciudad.

¿Por ejemplo?

–Los baños públicos. Yo tengo un hijo y me pregunto ¿cuando tenga diez años y estemos en un shopping o un cine o un teatro y quiere ir al baño? ¿Lo mando solo al baño de hombres? ¿Lo meto conmigo al de mujeres?, entonces, una política pública pequeña y simple es pensar en crear baños para niñxs en los espacios públicos donde puedan acceder los padres o las madres con sus hijxs. Pero lo pienso más allá de dos madres lesbianas con un hijo o dos padres homosexuales con una hija. Lo pienso por el padre divorciado con sus hijas, o el tío con una sobrina, o la madrina con un ahijado de cuatro años. Parece una cosa chiquita, menor. Pero son las cosas que cambian los paradigmas. Las nuevas formas de familia deben traer aparejados nuevas formas de pensar pero también nuevas formas de posibilidad de habitar la ciudad. Entonces hay que llegar de nuevo al Estado a plantear estas cosas. Que si dos mamás lesbianas salen con su hijo del país, no las paren en la aduana porque los formularios no están preparados para esta realidad, y esto es algo que nos pasó a nosotras. Son los detalles de la vida cotidiana de nuestras familias que no deberían ocultarse, o subestimarse. Creo que se vienen tiempos muy difíciles y que nos corresponde defender lo que conseguimos y seguir avanzando. Para eso, reitero, necesitamos un colectivo lgbti firme.

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