El músico y productor británico SOPHIE lanzó en formato de dildo su último trabajo, que es también un culto nada irónico del hiperconsumismo pop de los noventa.
› Por Franco Torchia
Como en un ida y vuelta a favor y en contra del mercado de la música -y en franca parodia a su otrora líder, el objeto disco- el artista y productor británico SOPHIE lanzó su nuevo trabajo, no casualmente llamado “Product”, en formato de consolador. El dildo, “un producto de silicona inoloro, insaboro y seguro para la piel” según describe la página web del creador, cuesta 70 euros, trae cuponcito para descargar los temas y lleva el logo de su responsable. En el terreno de las correspondencias, la alevosía bien podría ser considerada un crimen: aquí, el atentado interpretativo del colaborador de Charli XCX, Liz, Lef1f, QT, Madonna y Namie Amuro entre otros, satura su lanzamiento de simbologías obvias: que la silicona y su textura resultan tan elásticas, sintéticas y lustrosas como sus producciones; que la improbable “transgresión sexual” de Samuel Long -primera identidad del artista- ha sido siempre su (sin)razón de ser; que en el 2014, con “Torture Garden Intro” y sus sólo 30 segundos de disparos (una pueblada seguida de represión policial en Puente Avellaneda sonaría igual, o mejor) fue simultáneamente homenaje a su predilecto club de fetichismo sexual de Londres y un preludio de la pronta llegada de este juguete y, finalmente, que el disco llega para -una vez más- hacernos reflexionar acerca de la relación amo-esclavxs entre consumismo y género pop, de allí que la falsa promesa sea la de poder adquirir la placa también en forma de anteojos de sol, zapatos y campera. Ahora bien, ¿a qué viene? ¿En qué contexto? Sam/SOPHIE colabora con PC Music, unos piolas bárbaros que reconvierten el “ultracomercialismo” del pop noventoso y no tanto hundiendo sus inquietudes en lo más inmundo de la inmundicia, poniéndole a todo estética Windows 2000. Deliberadamente, PC Music apuesta al rechazo o la complicidad de lxs entendidxs. Suele decir la prensa especializada: “el futuro del pop”. Suele decir la prensa especializada: “un insípido proyecto artístico de un puñado de niños ricos”. De hecho, esa parodia secreta, urdida entre cófrades capaces de reírse a solas de la basura de las multitudes, se puso en evidencia con dos respuestas a la revista Rolling Stone: “No hay sátira en lo que hacemos. ¿Para qué molestarse en invertir tanto tiempo y energía en algo que básicamente sería burlarse de algo y no contribuir con nada?”. Y “Nuestra influencia es comprar. Compramos sobre todo lo que no puede llevarse en el equipaje de mano”. En suma, “pos-ironía”, término acuñado por el periodista Jazz Monroe tras analizar cómo en un show neoyorquino en mayo, Hanna Diamond, integrante de PC, hizo de Spice Girl con amor y sordidez.
En la misma línea del capitalismo de cuentas corrientes abultadas y papuchos profesionales exitosos, otro de los miembros de PC, A.G. Cook, dio a entender hace poco en una entrevista que lo de ellos es “una suerte de reflexión crítica sobre el capitalismo”. Tomá. Y agregó: “Las marcas y la publicidad corrompen la autenticidad. Lo nuestro es ambigüedad y misterio”. Por ejemplo, QT es una cantante surgida de este caldo de cultivo y también una bebida energética. Por eso, a SOPHIE le fue bárbaro con el tema “Lemonade” que sonó ¡en un comercial de McDonald´s! Líquido y empalagoso, es el rap-tecno que Cris Morena hubiera deseado pegar para retener a la monja Lali en la laicidad de su beneficencia. Pero contrahegemónico. Y no. Ambigüedad y misterio, justamente. Preeminencia del envoltorio para desterrar el envoltorio: casi todo “Product” fue antes, single tras single. La diferencia ahora es que te relaja y vibra. Ahí, en esa doble condición inherente a los objetos sexuales, diseñados a partir de la presuposición de cuerpos necesitados de placeres semejantes, seriados e insatisfechos, dependientes de un placer inscripto en la mismidad del orgasmo y el falocentrismo, aparece el consolador de SOPHIE. Plano en su naturaleza. Ocurrente en sus eventuales usos.
Oculta durante mucho tiempo -supo alterar su voz y tapar partes de su cuerpo para intercambios periodísticos- Long eligió de nombre propio SOPHIE porque le sonaba a crema hidratante. Las primeras imágenes que ofreció montada forman parte de una serie de fotografías en situación de “comida casera molecular”: saturadas y diáfanas, deconstruidas, etéreas, pero de feria americana parroquial. Infantilización vocal donde antes aullaba una potranca presa del ácido o una Barbie girl sin dobleces, como en la tortura sonora de Acqua. No hay dudas: SOPHIE, como tantos en esta tierra, morirá de literalidad.
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