Arca, el músico electrónico queer que tal vez sea el más retorcido del mundo, demuestra en su último disco, Mutant, que la experiencia en la disco forma parte de su ADN.
› Por Gustavo Lamas
En su adolescencia, el venezolano Alejandro Ghersi se imaginaba casado con hijos y eternamente dentro del closet para no contradecir los usos y costumbres de su clase acomodada y reprimida. Pero, afortunadamente, el destino tenía algo mucho más excitante preparado para él: se mudó a New York y hoy es uno de los referentes mundiales de la cultura queer. En la Gran Manzana, aquel pequeño estudiante de piano, también mamó los discos que iban del r’n’b de Aaliyah, el industrial de Nine Inch Nails y la electrónica de Autechre hasta los de Marylin Manson que le acercaban sus hermanos mayores. Comenzó sus primeros palotes en la música en plena época explosiva de Internet, con la posibilidad de acceder a la música y la data al instante. Esa democratización del acceso a la información, también acortó distancias entre un chico encerrado en un estudio haciendo experimentos con su computadora, editando en pequeños sellos y los popes de la escena mainstream. Con tan sólo un álbum y un par de EPs bajo su nombre de batalla Arca, de golpe y porrazo pasó a codearse y colaborar con Kanye West y coproducir parte del último disco de Bjork Vulnicura. Además es el responsable de la carrocería electro del pop futurista de FKA Twigs.
El año pasado editó “Xen” y, con su carrera a velocidad crucero, acaba de lanzar su discazo Mutant, aclamado nuevamente por la crítica musical.
Ghersi se desmarca y aspira a componer una música que resiste las etiquetas establecidas. En la búsqueda del sonido propio, integra elementos tomados de diferentes géneros. Ahí resuenan en sus influencias el hip-hop, R&B, ambient y dubstep pero, por sobre todas las cosas, su trabajo es el del escultor del sonido que pretende transmitir emociones, lejos del exhibicionismo y el ejercicio nerd en el que suele caer la electrónica llamada “inteligente” que, ante tanta pirueta rítmica, muchas veces termina dejando afuera al que escucha. En medio de tanta textura y mutación electro, Arca no le huye a la melodía que ensambla perfecto en su maraña de beats. La melodía no funciona sólo como recurso decorativo ni lúdico sino que, al contrario, es muchas veces el alma de sus descomposiciones. Esa característica sobresale en temas como “Else”, “Gratitud” o “Ponies”, quizás los pasajes melodiosos más emotivos y profundos de las 20 estaciones que propone Mutant, en el cual también resuenan los ecos de sus conocimientos de las inflexiones de compositores como Schumann y Mendelssohn. Pero, más allá de esas sutilizas, lo de Arca pasa más por lo visceral, afectar al cuerpo como lo hace la música de la disco. A pesar de que lo suyo no es tecno ni house se nota que su experiencia en el club es parte de su adn y se traduce en su música aun nivel microscópico. En todo caso su apuesta es a perder la cabeza y dejarnos llevar por esa marea sonora fluctuante, los estados alterados y los contrastes. Pasar del caos a la calma, del vértigo al vacío, y de los ritmos rotos a las melodías luminosas.
Si bien se puede encontrar puntos de unión entre su música y la de Aphex Twin, Fennesz, Tim Hecker y Oneohtrix Point Never, Arca viene a completar el mapa de la electrónica queer que comenzara Terre Thamlitz y al que, en la actualidad, se le sumaran Lotic y la artista trans Elysia Crampton quienes aportan una nueva mirada, ponen en debate las cuestiones de identidad y género pero, por sobre toda las cosas, brindan una nueva sensibilidad inaudita a una música en la que sobraba frialdad y cálculo. Justamente Mutant es un disco más extrovertido que su antecesor, además del desafío del título “Faggot” de uno de los temas, sus videos no dejan de provocar. En el de la efervescente “Vanity” Alejandro deambula en plena noche de la ciudad en cuero, se sumerge apenas en portaligas en una piscina humeante y se revuelca entre las sábanas con una cadena al cuello. En el video “En” se monta en unas botas de taco kilométrico para improvisar unas poses voguing en cámara lenta. La electrónica mutante nos regala el músico más loco, retorcido, tierno y sexy del mundo con muchísima tela para cortar y a punto caramelo. No dejen de disfrutarlo.
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