CAVIAR
El legendario grupo Caviar estrenó Club Capo Cabana, con la sensualidad, androginia y misterio que lo caracterizan. Su mentor, Walter Soares, habló de la experiencia Caviar 2016, del legado de Jean-François Casanovas y de por qué, generación tras degeneración, sigue siendo un clásico marica imbatible de la escena porteña.
› Por Adrián Melo
Sentada entre el público, adelante y a la izquierda de mí, hay una pareja de hombres, ambos muy guapos, uno de ellos ligeramente mayor que la belleza juvenil que tiene de compañía. Durante el espectáculo, el galán maduro ríe a carcajadas y mira todo el tiempo al joven buscando complicidad y su misma alegría, apretando sus muñecas o palmeando su espalda y es entonces cuando ríen ambos. Juntos irradian esa energía y esa sexualidad que acompaña a las primeras citas amorosas. Se tiende a pensar que el maduro quiso agasajar al efebo haciéndole conocer uno de los hitos teatrales para todo gay que se precie de tal.
Es que Caviar, es ya un clásico y una leyenda para la comunidad LGTBIQ que transita casi cuarenta años en escenarios desde aquel lejano 1981 que surgiera de la mano de Jean Francois Casanova para atravesar airosa las generaciones.
En esta nueva propuesta 2016 el Teatro Maipo metamorfosea su segundo piso en el exótico y lujoso Club Capo Cabana, que alberga a la troupe de artistas ahora liderada por Walter Soares. Como es usual en los shows de Caviar los espectadores se sientan en torno a una pequeña mesa y pueden beber mientras se van sucediendo de manera vertiginosa los cuadros cómicos y musicales y los increíblemente rápidos cambios de vestuario. Como siempre llama la atención la capacidad del grupo de ensoñarnos a diferentes mundos. Al poco de iniciado el espectáculo uno puede sentir que está en una taberna parisina de fines del siglo XIX, en un cabaret de los años veinte en Alemania, en un bar tropical cubano o brasileño… Y todo contando con un reducido escenario (y nula escenografía) que parece ampliarse por la magnificencia del vestuario, de los brillos, de los maquillajes, las máscaras, las plumas y las pelucas y la gracia de los bailes y las actuaciones. Una de las grandezas de Caviar es que los actores y el vestuario son la verdadera escenografía.
Es extraño y casi fantasmagórico, al día siguiente de haber visto el espectáculo estar en ese mismo espacio, en ese segundo piso del Maipo, para entrevistar a un Walter Soares sin maquillaje. Pero parece cobrar todavía mayor dimensión artística la magia que crean.
–A Caviar lo siguen diversos públicos, no solamente los gays. Jean-François creaba y nunca pensó para quién era, para quién estaba dirigido. Nunca pensó para el público gay. Tal vez a veces fue un error. Pero por suerte pasa eso que vos señalás. Quizás y sin ánimo de menospreciar es porque Caviar es algo distinto, es arte. Y algo sí es seguro: Caviar fue un espectáculo cuyo origen siempre fue tener respeto a todo lo gay. Nunca fue vulgar, nunca utilizó “lo fácil” que suele ser recurrente en espectáculos de transformismo: hablar con el público, burlarse de alguien, halagar al chongo o decir groserías. El respeto es que los artistas hacen como en toda obra teatral que se precie lo que está marcado y no lo que sienten en el momento. Humor, gays y travestis solían ir y suelen ir de la mano de lo chabacano y nosotros nos alejamos de ese modelo e hicimos escuela. Por otra parte, Caviar comenzó en pubs y hay algo de esa impronta en los espectáculos en teatro. Pero parte de las nuevas generaciones de gays no nos conoce. Conoce solo los sketchs que hacen ahora en pubs y shows. Pensá que estamos desde los años ochenta.
–Los artistas son hombres y mujeres al mismo tiempo, pero a la vez es todo muy estético, muy sensual y caliente. Mujeres hermosas y hombres esculturales que son una delicia para la vista pero que a la vez tienen algo de misterioso y quizás de siniestro. De repente ves a Facundo (Vivona) que tiene un cuerpo maravilloso y masculino y tiene la cara o los gestos de una mujer. Eso siempre fue así en Caviar, es una marca. El maquillaje tiene mucho que ver. El maquillaje es como una máscara que los hace ver a todos iguales. ¿Quién era ese? ¿No era el otro? A no ser yo que soy gigantón y con esas tetas todos me reconocen…
–Hay una lectura, te la mandamos a guardar sin que te des cuenta.
–Fue revisar lo que Caviar fue y los cuadros que fueron realmente clásicos. Cosas que son y fueron efectivas de por sí, sumados a cuadros nuevos para actualizar y aggiornarse a los nuevos tiempos. Fue volver a traer el tango. En Caviar todos trabajamos mucho y todos sabemos hacer un poco de todo: desde coser vestuario hasta peinar pelucas.
–El homenaje a Jean François fue impresionante. Fue en la sala de abajo. Emotivo y movilizador todo lo que se vivió… La gente aplaudía de pie. La presencia de Walter Ríos, de Antonio (Gasalla), de Marilina (Ross), de Eleonora Cassano. Todos la pasamos realmente muy bien. Como a Jean le hubiera gustado
–El espectáculo lo dirijo yo plenamente y antes lo hacía Jean. Y Jean y yo los últimos cuatro años. El desafío era que Caviar siguiera siendo lo que fue y sumarle mi impronta. Por suerte la mayoría de los que lo conocen lo reconocieron así. Está el Caviar de siempre, está Jean en el escenario: lo veo en los personajes, en “Andate” que es un cuadro que hizo él toda la vida. También en “Sin palabras” interpretado por Libertad Lamarque, en las secretarias mecanógrafas, en la decisión de volver a incluir el tango… Pero sobre todo Jean está en la diva que siempre la hacía él y que es la protagonista absoluta que sale al principio y al final. Sale con una máscara y todos imaginamos que sigue siendo él. Eso es el arte también: la inmortalidad. Esa mujer de máscara siempre era Jean y ahora debajo de ese traje esta Marcelo (Iglesias) pero también sigue siendo Jean. Y la diva siempre va a estar porque es la cara, -misteriosa, siniestra, inexpresiva- que identifica a Caviar.
–¡Sí! Superviviente de cáncer, de metástasis, tuve ocho tumores. Mi impronta aparece en el cuadro anterior al final cuando hablo. Tengo necesidad de hablar y preguntarle al público cómo están y cómo la pasaron. Lo necesito particularmente, ser franco, tomarme unos minutos en medio de tanta velocidad y humor vertiginosos. Mi yo aparece en la obra en el humor para sobrellevar situaciones que en principio aparecen como dramáticas. En Caviar pongo todo lo que tengo: mi energía mi tiempo mi dinero. Perdí a toda mi familia. Jean François que era mi familia y la persona más importante de mi vida la perdí hace poco y yo soy hijo único. Las cosas que no se compran y no se recuperan ya las perdí todas.
–No, nada que ver. “Capo cabana”, significa en un dialecto italiano, “la jefa de la casa”, el jefe de este lugar soy yo. La gorda que sale al principio soy yo. Soy el jefe que maneja todo este club.
Club Capo Cabana. De miércoles a sábados a las 21.30. Teatro Maipo, Esmeralda 443.
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