Vie 12.08.2016
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CINE

Tortitas de manteca

Pastel de cereza, el corto de Jessica Praznik consigue mostrar con sutileza la vergüenza y la atracción entre chicas en la adolescencia, con levadura y sin bajada de línea.

› Por Gabriela Cabezón Cámara

Es alrededor del mediodía: la sombra de los árboles cae casi recta abajo de las copas sobre una calle de tierra que se discrimina apenas de la vereda. Se escucha una voz de mujer, “amor, amor, amor”, canta, y entran en el cuadro una bicicleta blanca y dos chicas, “cómo te voy a olvidar, cómo te voy a olvidar”, sigue más alto, una con el guardapolvo puesto y bailando la cumbia con cadencia murguera, la otra con el guardapolvo enrollado en la cintura y cantando y, ahora sí, la versión que Los Marios Remix hace de “Cómo te voy a olvidar”, de Los Angeles Azules, estalla, y las chicas se achican mientras avanzan por la calle bailoteando, y aparecen los créditos: Naiara Awada y Malena Villa, dicen los primeros, los nombres de las dos actrices, muy jóvenes y de actuación impecable en este corto, que se llama, siguen los títulos, “La fábrica de tortas: Pastel de Cerezas”: dura 15 minutos deliciosos. Cuenta una historia chiquita con una precisión y una austeridad de recursos que deja clarísima, en estos casos la paradoja es signo de fuerza, la riqueza de recursos de su directora, Jessica Praznik, Mariana Poiny (idea original), Pepa Astelarra (guión), y su productora, La Fábrica de Tortas.

Sofía y Luján, los personajes de Awada y Villa, siguen caminando y hacen cosas de chicas de cuarto o quinto año. Fuman a escondidas, hablan con la hermana de Sofía que es torta, Luján le hace gestos obscenos y simpáticos con las manos representando una tijera a su amiga, se ríen, Sofía se tira y le tira desodorante a su amiga, entran a la casa, vive con el padre y la abuela, Sofía vuelve a hablar con su hermana y se pone de manifiesto un conflicto familiar: para las chicas, Sofía y Luján, la posibilidad del lesbianismo es manifiesta, de hecho Luján tiene novia, pero la hermana de Sofía no se siente libre de contárselo a su abuela y a su papá no le gusta nada.

La tensión sexual entre las chicas se representa con tanta sutileza como contundencia. Toman café y comen galletitas, las mojan en el café primero, en el patio. Planos bien cortos sobre la boca de Luján precedidos y seguidos por la mirada de Sofía, por ejemplo, ponen al deseo a la vista. Las dos chicas se sienten atraídas entre sí: pero de esa reciprocidad sabe el espectador, no ellas. Se preparan para una fiesta, van, Luján baila con su novia, a Sofía le toca ser parte de una pareja en uno de esos juegos de calentura que hacen los chicos a esa edad: salen sorteadas dos personas, chica y chica dice la que sortea, y una actividad. En este caso, un beso de lengua de tres minutos. A Luján el beso la quema como un rayo a un árbol: la deja echando humo, con la conciencia iluminada por un nuevo saber; una no elige de quién se enamora. Y, una vez acaecida la caída, evitarla no es una opción.

Una delicia la película, decía. No sólo cuenta una historia muy chiquita con belleza, austeridad y precisión, haciendo visible pero sin caer en ningún momento en los imperativos didácticos del activismo bobo; también logra hacer un universal del pequeño episodio que podría ser catalogado como de género. Por último, otro de los hallazgos de Praznik es tramar su trama con la cotidianeidad de la vida pueblerina y con la cultura popular. Por la cumbia, claro, por la fiesta de los chicos, por las calles del pueblo y, también, por una de las reflexiones de Sofía cuando habla de su relación con su hermana mayor, que vive con su novia: “Ella es torta primero, yo no puedo ser torta” que nos manda derechito a uno de los clásicos de la comedia argentina, “Esperando la carroza”, a la escena del teléfono en la que China Zorrilla dice de su vecina: “Yo hago puchero, ella hace puchero; yo hago ravioles, ella hace ravioles”. Jessica Praznik y La Fábrica de Tortas siguen trabajando en “la preproducción del tercer cortometraje de La fábrica de tortas y en etapa de escritura de lo que será mi primer largometraje. El largometraje también forma parte de La fábrica, y junta físicamente a todos los personajes de los cortos, no solo a los que ya vimos, sino también de los que se habla. Es una historia hermosa, sobre el rol de la familia, el amor, el desamor, la vida, la muerte y la vida después”, adelanta Jessica y por acá no tenemos dudas de que las vamos a ir a ver. Pero para empezar, vayan a ver Pastel de Cerezas.

Hoy a las 17.30 en el MARFICI (Sala Radio City, San Luis 1752) y el 21 de agosto a las 19 en Casa Brandon (L. María Drago 236).

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