Vie 19.08.2016
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OPINION

Lo personal y lo político

¿Hasta dónde nuestros vínculos y prácticas sexuales determinan nuestra personalidad y afectos?

› Por Violeta Alegre *

Ramiro tenía 13 años, su sensibilidad era diferente, sus percepciones otras, casi no hablaba de esos sentires porque había aprendido que no eran buenos. En su casa lo notaban algo “rarito”; “putito” como le decían sus hermanos mayores. Si algo lo rescataba, era la complicidad de su hermana que parecía que sabía todo.

Ramiro, por las tardes salía a caminar, se lo pedían su opresión y sus hormonas, un poco de aire, otros paisajes. Una de esas tardes un señor de unos 40 años, de aspecto robusto, informal (trabajaba en la gomería del barrio) pasaba en su bicicleta y lo observó, se paró en la esquina y lo llamó. Ramiro, tímidamente, se acercó a él y escuchó: “Vení, vamos acá a unas cuadras y me chupas la pija”. Ramiro caminó atrás del señor, tan inseguro como ansioso, y al llegar a un lugar oscuro se dispuso a practicarle sexo oral. Inesperadamente, el hombre sacó un preservativo y se lo colocó para el felatio que le practicaría. Ramiro nervioso, excitado, ¿abusado? Con toda esa adrenalina corriendo por cada poro de su piel, con culpa/¿placer? No hubo violencia física, ¿pero simbólica? ¿psicológica?

Hoy Ramiro tiene 30 años, le gustan los hombres más grandes, tener sexo en lugares oscuros, sentirse humillado, dominado, no siente atracción sexual por los tipos formales o educados, le cuesta relacionar lo sexual con lo afectivo, si es que logra lo afectivo. Es muy cuidadoso en relación con el sexo y el cuidado de su salud. Cada vez que protagoniza algún episodio clandestino, él los rotula “morbo”.

Juan era un niño muy mimado, consentido, le daban mucha libertad para hacer lo que quisiera, tenía mucho amor en su entorno familiar. De pequeño manejaba la tecnología con gran habilidad, es así que a los 12 años obtuvo su primera computadora. Cumplía con su jornada escolar y a la noche se quedaba jugando en red con amigos, pero antes de acostarse visitaba páginas porno. Su padre era bastante dominante, manipulaba como quería a la mamá de Juan, tampoco era leal con ella. Un día, Juan lo descubrió teniendo sexo con otra mujer, una mujer voluptuosa, un cuerpo ¿casualmente? similar a los que miraba Juan en esas páginas porno, creando en él una pedagogía de las prácticas sexuales. El mercado lo llevó a visitar página de Escorts trans, pronto encontró teléfonos a su disposición para cumplir sus morbos. Tal como aprendió de la pornografía, él no usaba preservativos. Siendo apenas adolescente supo que vivía con VIH. El amor llegó después, la misma pedagogía le permitió enamorarse de una chica trans a quien no le importó el virus, al contrario, lo ayudó a procesar esa situación en la construcción de un vínculo más cuidado.

Juan actualmente continúa consumiendo escorts, buscando esos estereotipos físicos, siendo él mismo protagonista de videos porno, mostrando su carne como un producto. Su relación fundada en contextos amorosos se fue destruyendo poco a poco. Eligió el descuido, no tener empatía y justificar en base a sus morbos, a sí mismo. Él considera que esos morbos no constituyen su identidad en otros planos, prefiere auto convencerse sin entender el amor y los cuidados que pretendieron tener con él.

Mariana siendo trans, tuvo aceptación familiar, siempre fue abrazada. Pero se sentía muy sola en su adolescencia, pensaba que le sería imposible encontrar una pareja, sentía que los hombres que se le acercaban era porque era trans, por morbo, que tenía un cuerpo negado por el amor, en donde podían sentirse liberados, pero solo en el plano sexual, porque ahí el amor no entraba. En el transcurso de su adolescencia conoció a Marcos, con quien tuvo su primera relación sexual, un joven que no había tenido acercamiento con chicas trans pero poco a poco se permitió amar y ser amado, no desde el morbo, porque él ni siquiera imaginaba como sería el manejo en el plano sexual, pero confiaba en la construcción del mismo fundado en ese amor. Mariana continúo sus estudios, y el sexo estuvo preferentemente ligado a contextos amorosos. Hoy Mariana eligió terminar esa relación, y está confundida, siente que para ser “exitosa” debe convertirse más en un producto, en ofrecerse como un morbo para los hombres, que consumen a las travestis y trans exigiéndoles pagar con el cuerpo una identidad, una feminidad, y obvio, ser dotadas o estar reasignadas, la exigencia en el consumo de nosotras también es binaria.

¿Y qué es el morbo?

Lo nombramos muchas veces y mayormente en el plano sexual, hoy en día puede tener una connotación hasta cool, y explica conceptos predeterminados que se supone hablan de lo enfermizo y malsano, no sólo en términos físicos, sino especialmente en términos morales. Es eso que se supone va en contra de nuestra lógica, de cómo queremos ser idealmente, a lo que se espera de cada quien. Es ese lugar al que entramos y salimos y que a veces parece perjudicarnos en el equilibrio con nuestro entorno o vínculos. ¿Pero es justamente la carga moral que ponemos en “el morbo” lo que nos impide terminar de naturalizarlo? Porque por un lado sabemos que nos podría poner en riesgo o al límite de afectarnos, pero por otro da placer; es una lucha que comienza en nuestro equilibrio, en los cuidados, individuales y con el resto, en la formación y valoración de vínculos más profundos. ¿Pero acaso alguien sabe cómo o cuál es la mejor forma de vincularse?

Pensando en estas breves historias, ¿podemos pensar en que las prácticas sexuales, las formas pedagógicas o afectivas, determinaron sus conductas? ¿El equilibrio físico y psicológico? ¿En cómo se manejan en otros planos de sus vidas? ¿Podemos desde el análisis de nuestras construcciones sexuales determinar lo sano y lo enfermo, para encontrar en la actualidad un equilibrio y la compatibilidad con nuestras sensibilidades? ¿Las biografías de estas personas se relatarían igual si no viviéramos todxs en un sistema que cree que la moral heterosexual es la única normal y todo lo demás son desvíos?

A veces las respuestas están donde menos las esperamos, aceptar nuestras sensibilidades, identificar y alejar todo tipo de violencias. Abordar desde el amor nos puede liberar, liberar no como pretende el individualismo y los mercados, liberar conectando con las fuentes y siendo fieles a nosotrxs mismxs, la libertad hoy no siempre es aproximarse a hacer lo que unx quiere, cómo y con quien quiere, hoy esa puede ser la respuesta más clara a estar alienado sino revisamos nuestras sensibilidades.

Lo personal es político.

* Consultora de Naciones Unidas y Responsable del Área Diversidad de la UNSAM

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