TEATRO
Una genial Marilú Marini espera como ninguna la llegada de su hijo y el novio de éste en el monólogo musical Todas las canciones de amor.
› Por Alejandro Dramis
El sonido del piano inaugura un presente tan homogéneo como la combinación de los motivos escenográficos que se extienden desde la pared hasta la mesa, repitiéndose en las sillas, los pisos y hasta en el vestido de la madre. Ella, elegante, arreglada y ansiosa, cuenta los minutos que faltan para el reencuentro con su hijo Martín, que vive hace años en Nueva York y se alejó de la familia no sin turbulencia. Mamá, deseosa de abrazarlo imagina, una y otra vez, la magia de ese momento.. Después de tres años Martín vuelve a casa, acompañado de su novio Robert. Palabras, hermosas palabras entabla mamá Marilú con el público, compartiendo recuerdos de su hijo y de su esposo, preguntándose por el amor, por la relación de Martín con ese Robert tan extraño a ella, no menos extraño que su propio marido y ese vínculo que se cobró el devenir de una vida que devela más sometimiento y servicio que amor verdadero, como confiesa ella misma en contraste con la pasión que imagina para su hijo: “hubiera preferido ser cautiva de un amor salvaje que de este morir civilizado”. Así, sus fantasías sobre los días que Martín atraviesa junto a su pareja no son sino la contracara de su relación marital y los deseos románticos perdidos en el pasado: ¿Le dará Robert la mano a Martín cuando el viaje en avión se pone turbulento? ¿Dormirán abrazados toda la noche? ¿Se reirán juntos cuando caminan por el Central Park? En definitiva, ¿estarán siendo todo lo felices que ella no pudo ser junto a su esposo?
Entre la infelicidad propia y la presunta alegría ajena, las contradicciones traen ira, miedos, celos, incorrección política o una sobreprotección maternal que no le permite soltar la mano del hijo por amor, bronca, envidia o todo eso junto, tal como Pink Floyd lo sintetiza magistralmente en “Mother”, ese himno contra la familia tradicional: “Mamá va a mantenerte justo debajo de sus alas / No te dejará volar, pero quizás te deje cantar / Mamá mantendrá a su bebé cálido y cómodo / Nene, siempre serás un bebé para mí”. Pero, si de cantar se trata, mamá y Martín logran con una serie de solos y duetos que musicalizan el inminente encuentro con canciones de Nino Bravo o Violeta Rivas que, entre la tensión del futuro próximo, se suman al entramado dialéctico y reflexivo sobre las relaciones madre-hijo, hijo-novio, padre-hijo y padre-novio.
Pasando por las opiniones más cotidianas y difundidas sobre el complicado universo del amor hasta las más disparatadas y complejas teorías y conspiraciones sentimentales, Marilú Marini se carga al hombro una hermosa puesta, estética y austera, y brilla sobre el escenario transitando desdoblamientos, múltiples voces y un torrente de emociones que hipnotizan a un público que se rinde de inmediato ante su encantadora presencia, tan pequeña y tierna como enorme y mordaz, de un talento y compromiso de dimensiones inigualables. El piano ejecutado en vivo, intervenido y vuelto personaje por obra de Diego Penelas, junto a la delicada y profunda voz de Ignacio Monna, completan un combo explosivo que ya es marca registrada de Tantanian: sensibilidades poéticas, cultura popular, mujeres poderosas y sobre todo, talentosos y entrañables seres que transforman lo cotidiano en el mayor de los misterios y disfrutes.
Todas las canciones de amor, de Santiago Loza, con dirección de Alejandro Tantanian. Viernes y sábados a las 20, domingos a las 19. Paseo La Plaza, Av. Corrientes 1660.
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