TANGO
Estos muchachos no usan gomina. Los tangueros Juan Pablo Ramírez y Daniel Arroyo usan tacos y portaligas. Pareja de baile y de vida, luego de convertirse en la primera dupla de varones en llegar a la final en el Mundial de Tango, siguen pidiendo pista con compás drag.
› Por Paula Jiménez España
Juan Pablo Ramírez y Daniel Arroyo se conocieron en La Marshall, la primera tanguearía queer de Buenos Aires, hace tres años. Tres meses después Daniel, que es venezolano, se radicó en la Argentina. El monoambiente de Juan Pablo, entonces, rindió para todo: convivir, quererse, ensayar. En los últimos días, muchos portales y noticieros se ocuparon de ellos por haber llegado a ser la primera pareja de hombres concursantes en la final del Mundial de tango. “En el ámbito tradicional al principio se reían de nosotros -cuenta Ramírez-. Una vez estábamos bailando y un tipo nos puso el pie. Cuando siento esas energías le digo a Daniel: vamos a bailar a la otra punta. Hace poco uno muy primitivo se nos tiraba encima para molestarnos mientras bailaba con su pareja mujer. Pero estamos preparados para esas cosas y la idea siempre fue: si teníamos ganas de bailar, lo íbamos a hacer en cualquier milonga, no teníamos por qué conformarnos con ir a bailar solo dos veces por semana, a Tango Queer o a La Marshall”.
Daniel Arroyo: –Bailar públicamente nos requería una investigación muy profunda del tango tradicional. Tomar clases y aprender mucho. Vivimos de esto y necesitamos una buena formación para poder quebrar ciertos impedimentos.
D: –No hay parejas de hombres que se banquen ir a una milonga tradicional todos los días. Es un gran peso. Hay gente que lo intentó alguna vez, pero las críticas acumuladas en una semana ya no se resisten, porque es demasiado. Te vas a encontrar con personas que no van a querer tomar clases con vos si te ven bailar con un hombre. Nosotros nos moríamos de hambre. Pedíamos azúcar en la estación de servicio porque no teníamos para comprar.
JP: –Ahora la gente se acostumbró a nuestra propuesta. En el último show, antes de irnos de viaje, nos ovacionaron. Todos los shows los hacemos maquillados, montados con plumas.
D: –El otro día había tres milongueros muy famosos que se reían con nuestros chistes, gente muy culta y copada. Al primer show, cuando nos quitamos la ropa, se quedaron mudos. Terminamos con unos bombachones, portaligas y tacos.
JP: –Tratamos de entrar por el lado de lo cómico, para relajar, y después se tienen que comer que bailan dos hombres y que se quedan en pelotas.
JP: –Sí. La idea es que si somos dos hombres o dos mujeres, vamos a estar bailando igual y siempre están los dos roles, porque él siempre es el que lleva.
D: –Es un sentimiento que tenemos ambiguo en todo momento. Podemos jugar a ser mujeres, en la vida, no solo en el tango. Con una mirada o usando tacos, algo muy reprimido en nuestras historias, decidir vestirnos de mujer cuando queremos.
JP: –El tango bailado así es una exteriorización de los deseos que tuvimos. Los dos en diferentes momentos nos planteamos si queríamos ser travestis.
D: –Yo, a diferencia de Juan Pablo, estuve a una semana de la hormonización y decidí no hacerlo.
D: –Es muy extraño, siempre estoy buscando esa femineidad en la masculinidad. No era que me sentía mujer ni que tengo una contradicción con mi género, era que me hubiese gustado ver el rostro de una mujer en el espejo, o la silueta de una mujer. En ese momento yo entré a trabajar con el grupo Caviar. Ahí me llamó Walter Suarez que me dijo: –no lo hagas, porque vas a mostrar otra cosa al mundo más fuerte todavía. Yo estaba muy confundido y decidí escucharlo.
D: –Estuvo bien el consejo, porque era una obsesión con la figura femenina la que tenía. Los gays tenemos una fijación con la cintura, el pompis, nos parece tan hermoso. Obviamente nos gusta otra cosa, pero tuve una confusión fuerte porque desde chico usaba la ropa de mi madre. Cada vez que me visto de mujer lo hago con mucha fuerza pero después me relajo cuando vuelvo a mi cuerpo masculino. Sin duda, tengo una especie de choque. Quiero feminizar más mi cuerpo pero sin que deje de ser lo que es. Nosotros, Juan Pablo y yo, no nos quedamos con una sola identificación, mujer, travesti, macho, queer, vamos siendo según lo sintamos.
JP: –A través del arte podés jugar con tus vivencias y generar una propuesta artística con tu historia personal. Esa posibilidad nos la dio el tango. Tiene esta cosa de juego y realidad. Personalmente creo que el tango es un reflejo social, como cuando se inició que también reflejó a su época. Sigue siendo así.
D: –En mi país fui criticado por la comunidad de tango venezolano. Mucha gente me eliminó del facebook y cuando se dieron cuenta de que era en serio me empezaron a agregar.
JP: –Nos tocó un jurado, ahora, que es una persona relativamente joven pero muy estructurada. No puede resetear el chip. Hubo, por supuesto, también otros jurados.
D: –Antes los jurados no nos hablaban, nos tenían como una especie de miedo, pero fue nuestra constancia de estar ahí bailando y mostrando lo que queríamos.
JP: –Nunca pensamos que íbamos a llegar a la final, pero también veo que la gente ha entendido el laburo que venimos haciendo.
JP: –Nos incentiva, más bien. Cuando te ponés el botoncito de start, sabés que tenés que tener paciencia.
D: –Tenés que tomar ese dolor para el incentivo. Cosa que ciertos heterosexuales no tienen. A mí lo que me molesta del tango tradicional es que una vez que llegan a una final por ejemplo, siguen haciendo la misma mierda por años, no se superan más. Cuando sos una pareja de hombres tenés que ir destruyendo cada vez más paradigmas.
JP: –Nosotros seguiremos buscando alternativas. Que la gente pueda trascender la cuestión de la vestimenta y el maquillaje, y concentrarse en el baile.
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