¿Ahora son todas feministas? ¿Ahora son todas lesbianas? Las dos preguntas fueron formuladas históricamente desde la vereda de enfrente de todas las insurrecciones con la intención de marginalizar las luchas de las mujeres y de punir cada expresión de sexualidad y de género. Lo novedoso es que hoy la cuestión circula aunque con otros sentidos entre las mujeres tanto cis como trans, tanto bisexuales como lesbianas y hetero, que se sienten parte de un movimiento en crecimiento, marea de contención con reglas y códigos propios. La lesbianización y el feminismo, lejos de ser estigma, aparecen como herramientas teóricas y prácticas de lucha, luz en el horizonte.
› Por Liliana Viola
Hay un graffiti que, tal vez por simpático o porque la pared está abandonada, resiste desde hace años en San Telmo: “Mujer que se organiza no plancha más camisas”. La consigna salió de Mujeres creando, una comunidad de feministas bolivianas que nace en los 90 y que se caracteriza por desplegar estrategias hacia un público educado en el maltrato y lejos de asumirse como “engranaje del patriarcado” o algo que suene parecido. El grafiterismo humorístico sigue sonando tan candoroso como reversible: organizadas nos libramos de la plancha y quién sabe si, además, del dueño de la camisa. Mujeres Creando, que al principio fue un proyecto de una pareja lesbiana y feminista, también reclama por leyes, ha ofrecido actas de divorcio por un peso, interviene en la educación y una vez llenó baldes con agua teñida de rojo que arrojaron como sangre sobre las escalinatas de la Catedral. Replicaban de algún modo la acción de la guatemalteca Regina José Galardone que en 2003 en un acto que llamó “¿Quien puede borrar las huellas?” llenó una palangana con sangre y mojando sus pies ahí se puso a caminar hasta la Casa de gobierno, sede de tantos horrores contra la población indígena de ese país. Son apenas dos ejemplos, la lucha que lleva a deslenguarse y ensuciar los monumentos tiene una larguísima historia en el mundo y en Latinoamérica especialmente.
ASIGNATURAS PENDIENTES
El asombro de tantos comunicadores/as ante las últimas manifestaciones de mujeres en la Argentina, por lo pronto, debería saciarse con una lectura obligatoria. Porque además, esa reacción que están sufriendo y manifestando también es vieja. La “acusación” de lesbianas es un clásico. Lo que es significativamente nuevo es la alegría general con la que se recibe el veredicto. La lucha de las mujeres trabajadoras, en vías de sindicalizarse en torno a su condición,recibe la sospecha de haber sido infiltrada por falsas mujeres, o, como pretende Lanata, comandadas por alguna pérfida señora Macbeth. En la radio, Ari Paluch se queja de los exabruptos que opacaron un reclamo justo y para ejemplificar cita “Saquen sus rosarios de nuestros ovarios” como si el clásico grito hubiera nacido ayer, desconociendo por completo y sin verguenza, como si no fuera un gran papelón, toda una historia de luchas callejeras.
CIZAÑA MACHISTA
La movilización de las mujeres nace desvirtuada, se aparta de lo virtuoso, se niega a que le señalen la ventanilla del fondo donde depositar su reclamo. La organización de feministas lesbianas Arpías Salta denuncia que en el programa RUTA 840 en Radio Salta AM840, Hugo Delgado y Maximiliano Rodríguez acusaron “a las compañeras feministas y a las mujeres organizadas a tener adentro el ‘lesbianismo’, lo cual no sería una acusación salvo que agregaron que las lesbianas somos naturalmente agresivas y que tenemos reivindicaciones ‘diferentes’ a la mujer- mujer, inflitradxs dentro de un movimiento donde las madres y futuras madres luchan por sus derechos sociales e individuales y que lo usamos para reclamar con violencia y con maldad junto con las maricas ‘malas’, ‘resentidas’ que vuelcan ese resentimiento en las marchas y reclamos.” Mientras esto pasa por la televisión y por la radio donde la coartada de mantenerse ignorantes permite seguir atrasando, la marcha de mujeres como todos los movimientos, tiene un corte de género y también de una sexualidad que circula entre cuerpos y entre solidaridades, complicidades, reconocimientos en algo que va más allá del hartazgo. Se hacen lesbianas porque no encontraron un hombre como la gente, es una vieja afirmación a revisar con otra lupa. La lesbianización no se vive como un concepto extraño a la necesidad de lucha, sino como un horizonte ampliado. Mujeres en llamas que se saludan, que cruzan miradas, que van con ansiedad y alegría para encontrarse entre ellas, armar juntas, mujeres en estado de seducción y de lazos amorosos. Había mucho de esto en la marcha y en los comentarios que se hicieron públicos al día siguiente. “Procreamos frutos dulces de una nueva sociedad y no cizaña machista que destruye la sociedad”, dicen desde Mujeres Creando. ¿Qué significa, qué peso político e íntimo adquiere la palabra lesbianización en este nuevo contexto que parece abrirse ahora?
Es parte del trabajo de todas responderse la pregunta.
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