CINE
El Festival Asterisco presenta por primera vez en Argentina una retrospectiva de las importantísimas documentalistas norteamericanas Andrea Weiss y Greta Schiller, alianza sentimental y creativa que desde los 80 viene rescatando imágenes de la memoria lgbt, desde las lesbianas ilustres de la París de entreguerras hasta testimonios pioneros de la diversidad antes de Stonewall. Cada vez hay más lesbianas en la tele y en el cine pero… ¿quién las pinta? ¿Quién recibe más dinero a la hora de pintarlas?
› Por Dolores Curia
Paris was a woman (1996), la película con guión de Andrea Weiss, dirigida por su compañera de vida Greta Schiller, es una referencia imprescindible para la historia de las lesbianas. Parte de una imagen famosa: Gertrude Stein y Alice Toklas posando en un living de París repleto de obras de su colección de arte moderno. Amantes, editoras, anfitrionas y centro neurálgico de una red de artistas y escritoras, que en las fotos junto a Picasso, Joyce, Hemingway, aparecían por lo general al costado. Eran Djuna Barnes, Natalie Clifford Barney, Syvia Beach, Adrienne Monnier, Colette: “Todos han oído hablar un poco allí y acá de ellas, pero no con una historia que las aúne -dice Andrea Weiss sobre las lesbianas ilustres de la película. La idea de una comunidad de mujeres extranjeras que llegaban a París, puestas en conjunto permite comprender cómo cambiaron la atmósfera de lo que hoy entendemos como la París de entreguerras. Crearon una red que le permitió a cada una desarrollar su trabajo. Un sostén financiero y sentimental”.
Algo de esta alianza se reproduce entre Andrea y Greta, que desde los ochenta, además de su trabajo académico, se dedican a hacer documentales. Con una división clara de las tareas como premisa: cuando Andrea dirige, Greta produce, y viceversa. A Escape to Life (2000), que reconstruye las vidas de los muy poco convencionales Erika y Klaus, hijos de Thomas Mann, la dirigió Andrea y la produjo Greta. International Sweethearts Of Rhythm (1996), dirigida por Greta, relata los entretelones de una de las primeras bandas compuestas por mujeres afrodescendientes en los 40.
Greta Schiller: Cuando empezamos nuestro trabajo colaborativo la idea de ubicarte en un rol específico en la película (directora, guionista, productora) se consideraba políticamente incorrecta. Había que horizontalizarlo todo, todos teníamos que hacer todo. Es una linda idea pero enseguida nos dimos cuenta de que, por lo menos para nosotras, no funcionaba en la práctica. Según la oportunidad Andrea o yo nos ubicábamos en un rol u otro. No ha habido tremendas guerras por eso. Se va dando casi naturalmente en repuesta al interés de cada una por cada tema. En Paris was a woman, Andrea hizo gran parte de la investigación y luego el guión. Después, dejó el guión en mis manos. Si no, hubiera sido imposible para mí dirigir la película con una guionista que está encima todo el tiempo, que para colmo es mi novia.
Andrea Weiss: Y aun con la división del trabajo, sincerémonos: cada pequeño detalle de cada película significó una pelea. Cada vez que discutimos debemos defender nuestra posición y lo bueno es que van ganando las mejores ideas.
A.W.: Nos la llevamos siempre... No es que cumplimos una jornada laboral. Pensamos todo el día en la película. Así que se vuelve imposible separar a rajatabla entre trabajo y vida personal. ¡No sé cómo hemos durado tanto!
En Before Stonewall (1996), dirigida por Greta, se retoman voces de las minorías sexuales desde los años 20 hasta la antesala de la mítica revuelta. Lesbianas que se enlistaban en el ejército durante la primera guerra que debían negociar con el disciplinamiento, exiliados por la cacería macartista y decenas de testimonios que reconstruyen silencios de otras épocas, contraseñas, pautas de resistencia. En A bit of scarlet (1997), dirigida por Andrea, este impulso antropológico logra los efectos de la comedia. Explora los archivos del cine británico en busca de los modos de hablar de lo innombrable y el resultado es un montaje cómico que muestra desde el confinamiento de la rareza a ser el blanco del peor humor negro en el cine de los primeros tiempos hasta la aparición de gays y lesbianas como personajes principales. Con gráficos ingeniosos y la voz de Ian McKellen para introducir cada tema Weiss va tejiendo un collage que incluye desde el papel de John Hurt en The naked civil servant (1975), con guión de Quentin Crisp, y Dirk Bogarde en Victim (1961), de Basil Dearden, hasta otros ejemplos mucho menos obvios, eslabones perdidos de un componente queer, más o menos acallado, en los guiones.
G.S.: Nuestras primeras películas de los 80 y 90 tuvieron que ver con la búsqueda de una historia propia. Fue como buscar las evidencias de un árbol genealógico lgbti, de aquellos que nos precedieron.
A.W.: Por un lado está el tema de nuestra motivación para hacer este tipo de reconstrucciones y reponer esos sujetos y cuestiones de la historia que han sido negados o sobre los que no se consideraba que fueran de interés como para registrarlos. Eso es un modo de resistencia a la narrativa dominante que se nos ha enseñado siempre. Y luego estaba el tema de la recepción: esperábamos que cuando esas películas salieran al mundo tuvieran una especie de rol activista en sí mismas, que inspiraran a las personas a que tomen lo que quieran de la película y lo capitalicen para hacer sus propias investigaciones.
A.W.: Por supuesto que en los últimos años ha habido una ampliación con respecto a la cantidad y calidad de las películas sobre experiencias lgbti. Ahora si miramos sólo el cine comercial, seguro hay más y mejor que en los 80 y 90, pero en verdad no ha habido tantos cambios. Lo que yo buscaba en A bit of scarlet era saber cuál era el canon, las referencias sociales que el cine generaba en la gente. Las referencias a lo lgbti que estaban instaladas en la cultura popular. Estábamos viviendo en Londres en ese momento. En esa época las representaciones de gays y lesbianas que hablaban de manera abierta eran bastante subterráneas. Pero por otro lado, había una gran curiosidad por esos temas en la cultura popular inglesa. Representaciones e intereses muy en el borde de lo gay. Y me parecía un fenómeno curioso que yo como extranjera percibía pero no sé si ellos lo veían.
A.W.: Las vampiras han sido sin duda la figura más típica en la historia del cine para representar el lesbianismo. En los 50 y 60 la imagen prototípica era una butch perversa súper masculina y un destino de tragedia ineludible. Es algo que se puede ver muy claro en The Killing of Sister George, de Robert Aldrich, y ese tipo de películas. También había otra rama de personajes más erotizados muy del tipo de papeles que interpretaban dos símbolos sexuales de Hollywood como Marlene Dietrich y Greta Garbo. Estas podían tener algo de crossdressing, con una capacidad de cautivar tanto a hombres como a mujeres. Esto convive por supuesto con lo que pasaba en circuitos independientes, que es lo que me interesó investigar: cómo las mismas lesbianas como directoras, producían representaciones de nosotras.
A.W.: Chantal Akerman es un paradigma. La conocí muy bien, conozco muchas de las historias personales que estaban detrás de sus películas. Lo que se puede ver en su trabajo es cómo se pone en escena a sí misma. Pensemos en Je, tu, il, elle, de 1994. La forma en la que representaba a las lesbianas estaba muy lejos de las convenciones de la pornografía, que eran las únicas que parecía que existían para filmar a dos mujeres juntas. La de Akerman era por momentos una versión romantizada del lesbianismo aunque esquivando las “abstracciones”. No filmó fragmentos de cuerpos fuera de contexto, por ejemplo, como hubieran hecho otros directores. Una anécdota interesante: la actriz que había elegido finalmente no quedó seleccionada porque la vio demasiado hermosa. Le tenía miedo a terminar embelesándose con la imagen de esa actriz y que eso afectara la película. Lo resolvió poniéndose ella misma a interpretar ese papel.
A.W.: Todo el mundo comparó a Abdellatif Kechiche, director de La vida de Adele, con Chantal Akerman. Eso enojó a Chantal, quien decía: “Yo intenté hacer exactamente lo contrario, ¿nadie lo notó?”. Distinto es el caso de Carol, de Todd Haynes. Ahí tenemos de nuevo a un hombre filmando la relación de dos mujeres pero con una productora lesbiana y basándose en el libro de una lesbiana. Diría que hoy hay muchísima más amplitud con respecto a los modos en los que vamos siendo representadas, ya no estamos necesariamente reducidas a dos o tres clichés como en otras épocas. Hoy el problema pasa por otro lado…
A.W.: Por la enorme brecha entre el ritmo de producción (y éste tiene que ver con el acceso al financiamiento) de los directores hombres y el de las directoras mujeres en general. Todd Haynes hace una película tras otra, pero pensemos en alguien como Rose Troche (la directora de Go fish y La seguridad de los objetos). ¿Alguien se acuerda cuál fue su última película?
G.S.: Otro ejemplo es Kimberly Pierce (Boys don’t cry), una directora genial pero: ¿cada cuánto logra sacar una película? Diría que hoy el principal obstáculo del cine queer ya no es la censura ni el acartonamiento, sino el dinero. Sabemos que tenemos una audiencia, ya sea para las propuestas comerciales como para las más vanguardistas. El número de festivales gays y lésbicos es cada vez mayor. Ese ya no es un problema: la audiencia está ahí demandando películas. Por supuesto que siempre hubo público lgbti, sólo que ahora es mucho más identificable y mensurable. Pero lo más difícil ahora es conseguir los fondos para filmar. Hoy no es sostenible vivir de hacer películas.
G.S.: Bueno, habría que ver país por país. Tanto los personas gays como los lésbicos están muy presentes en el cine hoy. En el norteamericano, por lo menos. Incluso si prendés la tele a la madrugada, como yo que vivo con insomnio, es muy fácil que te encuentres cualquier reality con gays o lesbianas. Hay uno de gente que busca casa, por ejemplo. Y así como aparece una pareja hétero, al rato aparece otra pareja de lesbianas con hijos, sin que se haga ninguna mención al lesbianismo, que no es tema. Eso es muy radical, si se lo compara con cómo vivíamos hace veinte años. Eso no significa que nosotras hayamos tomado la posta de esa representación.
A.W.: Yo enseño en el City College of New York y doy clases a grupos de estudiantes muy diversos. Es una institución que se asegura de aceptar cada año un cincuenta por ciento de varones y un cincuenta de mujeres. El otro día estaba yendo a dar una clase y me atrasé porque en la zona de la universidad unos alumnos estaban cortando las calles porque estaban filmando. Cuando por fin me dejan pasar noto lo siguiente: era un enorme set, más de veinticinco personas en el equipo, y las únicas mujeres presentes eran dos chicas a las que las habían puesto en la esquina a dirigir el tránsito. Me parece un ejemplo muy sencillo de por dónde pasan hoy las desigualdades.
International Sweethearts of Rhythm. Miércoles 2 a las 14.30, Cosmos (Av. Corrientes 2046) y a las 21.30, Centro Cultural Recoleta, Junín 1930.
Paris was a woman. Jueves 3 a las 14 y sábado 5 a las 14.30, Cosmos.
Escape to life. Jueves 3 a las 18 y viernes 4 a las 14, Cosmos.
Before Stonewall. Jueves 3 a las 14 y viernes 4 a las 18, Gaumont, Av. Rivadavia 1635.
The man who drove with Mandela. Sábado 5 a las 19.50, Malba, Av. Pres. Figueroa Alcorta 3415.
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