Vie 09.05.2008
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SON

La isla de la fantasía

Algunos habitantes de la Isla de Lesbos elevaron su
indignación a la Corte Suprema griega: como auténticos lesbianos/as de este planeta, quieren prohibir el asqueroso uso de su gentil gentilicio...

› Por Leonor Silvestri

¿Cómo se llamaría a una mujer que vive en la Isla de Lesbos cualquiera sea su preferencia sexual? ¿Y a una que mantiene relaciones sexuales y afectivas con otras mujeres, pero que vive en Oslo? Esta encrucijada plantearon tres isleños, dos mujeres y un varón, de la antigua cuna de la poeta Safo y llevaron hasta la Corte a un grupo de activistas Glttb por “insultar la identidad” de los habitantes de Lesbos. “Mi hermana no puede decir con la frente bien alta que es ‘lesbiana’”, declaró su vocero, Dimitris Lambrou. “Nuestro gentilicio fue usurpado por señoras que no tienen conexión geográfica con nuestra tierra.” Los demandantes, en una maniobra con tintes mediáticos lesbofóbicos un poco demodé para los tiempos L World que corren, exigen que no se pueda usar “lesbiana” excepto para hacer referencia a una isleña. Por su parte, la Comunidad Homosexual y Lesbiana Griega afirma que se trata de “una broma de mal gusto, porque no se entiende cómo esta palabra puede ser considerada un insulto, cuando desde las Naciones Unidas hasta los diccionarios utilizan para designar a las mujeres que aman a mujeres”.

Lesbos, frente a las costas de Asia Menor, es uno de los destinos de vacaciones favoritos para lesbianas, perdón, mujeres que aman a mujeres, y fue proverbialmente reconocida en la antigüedad por la belleza de sus lesbianas...

Y además, Safo no era tan lesbiana.

La antigüedad clásica la elevó al nivel de “décima Musa”. Pero lo poco que se sabe de ella viene de otros poetas que no la llegaron a conocer. Se conserva una brevísima parte de toda su producción como para hacer ninguna afirmación taxativa acerca de su sexualidad o vida. Se supone que tuvo marido e hija y que se exilió debido a las guerras civiles entre la aristocracia local a la cual pertenecía. Para quienes anhelan ver en Lesbos y Safo los vestigios de una sociedad matriarcal antecedente de un lesbianismo político y radical, sólo sea dicho que Safo les cantó principalmente a las mujeres que se iban a casar con un varón, y que la supuesta institución de mujeres que presidía se trataría de un espacio para preparar buenas esposas. Safo fue respetuosa reproductora de la sociedad de su tiempo, dividida en castas, donde los cuerpos de esclavas y esclavos pertenecían a sus dueños, las mujeres completaban su existencia con un matrimonio beneficioso para la casa familiar, que era dichoso si era fértil en descendencia, y con un modelo educativo no exento de iniciaciones con niños y niñas, para horror del pensamiento progresista contemporáneo.

Si se la desmitifica, es posible ver en lo mucho que fue borrado y en la manera errática en la que sus textos son transmitidos hasta hoy (libros de gramática, poetas que la traducen, papiros con sus poemas envolviendo momias en Egipto, pedazos de cerámicas rotas u ostraca) el deseo de los copistas posteriores de desterrar toda representación de una sexualidad entre mujeres escrita por una mujer, aunque eso en el momento histórico en el que Safo vivió no fue, per se, disruptivo, ni revolucionario, sino parte de su statu quo que la poeta supo llevar a la perfección máxima. De las ediciones en español, la única confiable con la que contamos es la de Pablo Ingberg (ed. Losada) que, respaldada por la famosa edición canónica de Page, no puede estar errada; otros intentos poéticos locales se quedan a mitad de camino entre la filología y sus reglas sin llegar a la belleza de las recreaciones de poetas como Ann Carnson, que re-escribe a Safo magistralmente.

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