Se puede echar una mirada a esta imagen y cerrar los ojos. Hacer silencio para que se apague el bullicio que impone el mármol negro, el juego de espejos, la cuenta innecesaria sobre si hay dos o tres lavabos en ese baño: las marcas de la burguesía. ¿Qué quedaría entonces en la memoria? Seguramente, la niña. La niña dos veces en la foto; la niña, su abrigo peludo, su mirada oblicua, sus ojos enamorados de ese hombre que, se sabrá después —cuando un epígrafe aporte más datos para encuadrar la imaginación—, es uno de sus padres. El otro padre tal vez ya haya pasado por el baño; es el día de la boda de los dos hombres y por eso la niña luce engalanada. Esa podría ser la razón, también, de la mirada curiosa: ella tiene edad para saber que es un privilegio asistir a la boda de los padres; la mayoría de las bodas suceden cuando los niños o las niñas aún no han nacido. Es un evento extraordinario, entonces, como podría ser cualquier fiesta, salvo que las de este tipo, así llamadas bodas, matrimonios, casamientos, suceden en pocos lugares del mundo. Casi se los podría contar con los dedos de la mano. Pero la demanda para que existan da la vuelta al mundo, al mundo occidental, al menos. Casarse sigue siendo un sueño para quienes lo tienen prohibido por la ley y por eso la emoción en la voz del joven guionista de Milk —Dustin Lance Black— cuando enunció en público ese deseo de adolescente, “enamorarse y casarse”, casi una pancarta política en el estrado de la ceremonia de los premios Oscar, en el estado que acaba de quitar el derecho al matrimonio a las parejas del mismo sexo.
La niña de la foto se llama Stassa. Su imagen —tomada por Mattia Insollera—, pero seguramente también su historia, acaba de ser premiada con el World Press Photo, un galardón al que cualquier reportero o reportera gráfica que se precie aspira a lo largo de su carrera. Sus ojos curiosos, la pizca de orgullo que se puede adivinar en ellos cuando la mirada se enreda con lo que ya se sabe de ella, forman parte de la galería de la memoria de esta época, en la que todavía el matrimonio puede ser un evento extraordinario, aunque sólo merced a la restricción a la que está sometida buena parte del mundo.
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