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La semana pasada la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires aprobó por unanimidad un proyecto solicitando que en las escuelas del distrito se respete el uso del nombre elegido según la identidad de género de travestis y transexuales, sean estudiantes o docentes. La noticia es festejada mientras habilita a su vez algunas preguntas: ¿El nombre propio debe conquistarse de a poco? ¿En la lista escolar de los bonaerenses sí y en el resto del país no? La activista Marlene Wayar analiza desde su propia experiencia todo lo bueno y todo lo que falta todavía.
¿Cambiarán los nombres en los boletines además de hacerlo en las listas de asistencia? ¿Tendrá el título otro nombre que aquel que aparece en el DNI junto a una foto carnet seguramente en discordancia? ¿Y en la fiesta de egresados será Pablo o Cecilia quien suba a recibir el mismo diploma? ¿Se erradicará de los colegios de una buena vez la pérfida costumbre de convertir un nombre propio en un modo de ofensa? ¿O acaso se le escapa a alguien lo doloroso que es para Cecilia que la llamen Pablo, o Pablo a Cecilia? Como un avance pero a su vez como una forma de emparchar los huecos que deja la inexistencia en nuestro país de una ley de identidad de género, la semana pasada la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires aprobó por unanimidad un proyecto por el cual en los establecimientos educativos de la provincia se respete el nombre elegido de travestis y transexuales, sean estudiantes o docentes. Un proyecto que fue redactado por integrantes del Movimiento Antidiscriminatorio de Liberación (MAL) y el equipo de la diputada Laura Berardo, del Movimiento Libres Del Sur, y que no sólo busca terminar con las situaciones de hostilidad hacia ese colectivo en los colegios, sino también alentar a las personas trans que no han terminado sus estudios a que los terminen.
“Nunca se me ocurrió decirle a una profesora si podía hacer la salvedad conmigo de llamarme por mi nombre”, cuenta Marlene Wayar, coordinadora de la agrupación Futuro Transgenérico y directora del periódico travesti El Teje. “Y si nunca lo planteé es porque los profesores pasan lista nombrando a sus alumnos por el apellido. Así se solapa o se pasa por alto lo incómodo que es tener que llamar a una alumna travesti por su nombre masculino. Y ésa es la primera estrategia que casi todas las chicas ponen en práctica en cualquier dependencia del Estado, sea un hospital o un colegio: pedirle a quien corresponda que se limite a llamarla por el apellido. Aunque no falta el profesor que cuando te llega el turno, después de García, Gómez o González, pronuncia en voz alta tu nombre completo para evidenciarte, hacer mofa o tratar de avivar a los que no se dieron cuenta. Pues bien: ahora en las escuelas de la provincia de Buenos Aires eso ya no va a ser más posible, en la medida en que con esta disposición de la Cámara de Diputados se espera que en las listas de asistencia las travestis y transexuales aparezcamos con el nombre que elegimos”.
Marlene abandonó sus estudios secundarios en el tercer año del bachiller, y algunos años después retomó el colegio en su modalidad nocturna pero sin poder terminarlo. De aquella época en que Marlene no era todavía Marlene (“pero sí una mariquita inocultable”) recuerda a profesoras que la retaban diciéndole que le iban a poner hebillitas en los rulos o le reprimían sus modales femeninos pidiéndole que no revoleara los ojos. “Yo ya en el secundario usaba un corte carré muy provocativo y siempre me olvidaba de ponerme la corbata. Obviamente me llamaban por mi nombre de varón porque todavía era impensable para mí buscar otra alternativa. Pero en tercer año dejé el colegio, y después lo retomé ya siendo travesti, pero sin poder terminarlo. Ahí sí tuve episodios en que alguna profesora usó mi nombre de varón para retarme. Y ante situaciones de violencia de ese tipo, mi estrategia siempre era que mis compañeros salieran a defenderme, aunque más no sea demostrándome cariño”. Y agrega: “Es muy importante que se avance con leyes que respeten la identidad de género en los colegios, pero tiene que haber una unidad a nivel nacional al respecto. Y también hay que tener en claro que el derecho de que nuestro nombre aparezca en la lista de asistencia es parte de la lucha porque también nuestro nombre aparezca en nuestros documentos. Todas las travestis y transexuales tenemos el derecho de que nos reconozcan no como mujeres u hombres, sino como parte de una identidad de género que es otra, diferente”.
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