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Por si fuera poco, después de que los mataron a puñalada limpia, les quemaron los genitales con un ácido. Pero la rúbrica macabra del crimen sexual que el viernes pasado estremeció a Río de Janeiro, y en el que un joven llamado Joao Cavalheiro fue encontrado muerto en su departamento del barrio de Ipanema junto a su novio, un japonés que trabajaba como guía de turismo, se vio completada con las pintadas que la policía halló en la escena del crimen. En ellas podía leerse las siglas del CAG (Comando Anti-Gay), las que también han aparecido en los muros de algunos locales de esa misma ciudad frecuentados por homosexuales. Un supuesto grupo que ha empezado a sembrar el pánico en el seno de la comunidad gay y ha puesto en alerta a la policía carioca, que es un claro exponente de la ola de violencia homofóbica que se vive en Brasil y que en lo que va del año ya ha registrado cincuenta homicidios de gays, lesbianas y travestis en diferentes puntos del país. “Cuatro de cada diez agresiones físicas que se denuncian en las playas del estado de Pernambuco provienen de individuos pertenecientes a minorías sexuales, que a la vez representan el 60 por ciento de las víctimas de los crímenes más aberrantes”, declaró el comisario Nicanor Oliveira, a modo de ilustración del alarmante incremento en el número de crímenes por razones de discriminación sexual. Tendencia que tuvo su record en 2008, con 200 asesinatos, y que según agrupaciones lgbtti ha posicionado a Brasil como el país en el que se comete el mayor número de asesinatos homofóbicos en el mundo, seguido por México y los Estados Unidos. Algo que le permitió a Marcelo Cerqueira, del Grupo de Gays de Bahía (GGB), definir la delicada situación como un “homocausto”.
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