Una historieta vía blog protagonizada por un poeta erotómano al que no le faltan pelos ni en la lengua.
› Por Diego Trerotola
“Tu bigote en mi glande es como un ósculo hirsuto”, le dice, entre jadeo y jadeo, el guardia de seguridad Tonio Páramo al poeta Jorge Funes, justo antes del éxtasis de una mamada en un zaguán. Esa frase alambicada se ubica sin miedo en la cornisa del disparate, con algo de la absurda afectación del diálogo típico de un folletín porno-erótico. Y es justo esa frase la que sirve para bautizar el folletín en formato de cómic que protagoniza Jorge Funes: El ósculo hirsuto traza la saga de ese poeta inédito y erotómano de 46 años que busca conquistar el amor mientras intenta publicar su primer libro. Creada por el dibujante amateur Guibu, que desde la provincia de Tucumán publica esta historieta serial en tiras en un blog que este mes cumple un año de vida, y que se tradujo al inglés y al italiano gracias al entusiasmo de los lectores de la blogosfera, que siguen las aventuras homoeróticas como si fuese una telenovela brasileña o la serie Lost.
Si bien cuando uno percibe que todos los personajes de la historieta son excluyentemente viejos gordos, con panzas casi idénticas entre sí, se podría pensar que El ósculo hirsuto está diseñado por los parámetros de la cultura osuna, pero en realidad hay pocos vínculos reales con el imaginario porno del universo bear. Acá no hay cazadores, ni discos o pubs, ni puntos de encuentros, ni comunidad vinculada deliberadamente por la apariencia física o por el deseo fetichista. De hecho, la palabra “oso” no cuadra en el universo narrativo y mucho menos la palabra “gay”. En una nota introductoria, el autor aclara que su historieta “no pretende aclarar, incentivar, ofender, enfatizar ninguna teoría, creencia, prejuicio, etc. Lo que se expresa aquí está corrompido por esa ala gigantesca del arte: la libertad, en el sentido más pesimista, menos vulgar, menos convencional”. Y, claro está, las convenciones y rituales sociales de la cultura bear y gay no tienen lugar en un relato que, además, está situado en un tiempo y lugar “indeterminado”. Más aún, como el promedio de edad de los personajes es de 50 años, se suma una clara tendencia a la gerontofilia, en oposición al idealizado modelo de eterna juventud de la cultura gay más hegemónica. En realidad, se podría decir que el ala creativa de Guibu vuela fuera del alcance de los radares que regulan la actividad del gay contemporáneo, definido por su pertenencia al circuito del consumidor, de la identidad ejercida en ámbitos con derecho de admisión. En el primer episodio, Funes, que es peludo por donde se lo mire, decide hacerse una depilación “perianal” para complacer a su amante, dejando un ridículo circulo de cuatro centímetros lampiños alrededor de su ano. Y este episodio escatológico se cierra con una cita de Francisco de Quevedo: “El ojo del culo, él por sí solo, es mejor y de más provecho que los ojos de la cara”. En esta referencia al estudio bufo (¿o deberíamos decir bufarrón?) de Quevedo se podría detectar una cierta filiación, pero siguiendo el relato, las citas se multiplican para perdernos en un magma de referencias cruzadas, muchas veces contrapuestas, pasando de secuencias pornográficas ridículas a citas sofisticadas de Sartre, Carlos Correas, Perlongher, García Lorca, Lezama Lima, Apollinaire, Mishima y Neruda. Hay algo de sintaxis perfectamente atroz, bizarra, incongruente que guía el universo implosionado de El ósculo hirsuto desde el vamos. Por eso, y por mucha de su imaginación atrofiada, se puede decir que este cómic es una verdadera forma de “arte corrompido” que conduce por un pasillo estrecho, con una perspectiva en fuga que siempre se agiganta, hacia una idea un tanto libertaria de lo que es una historieta como de lo que puede ser la orientación sexual y la identidad de género.
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