Vie 12.06.2009
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¡UFA!

American Idol tiene pies de barro

› Por Mariana Enriquez

Fue la final más extraña y escandalosa de American Idol desde que el programa empezó, hace ocho años. Los finalistas eran Kris Allen (un chico bien lavado de Arkansas, de familia religiosa) y Adam Lambert, aspirante a estrella de glam rock, actor y cantante de musicales, recargado de maquillaje, uñas pintadas con esmalte negro, una seguridad impactante sobre el escenario, una voz algo chirriante pero compensada por dotes para el show nunca vistas en el programa, y un vestuario exagerado, lleno de brillos y cueros y tachas. Un ganador, bah. Un ganador tan claro que cuando el conductor del programa anunció que el nuevo Idolo Americano era Kris-la-nada-misma-Allen, el pobre dijo: “Pero, ¡se lo merece Adam!”.

Adam se lo merecía, sí. Tomó riesgos como atreverse a cantar “Ring of Fire” (popularizada por Johnny Cash y June Carter) con aires de Medio Oriente y se lució de verdad con “The Tracks of My Tears” del gran Smokey Robinson. Todas sus presentaciones fueron impactantes: el joven (27 años, de San Diego) fue lo más arriesgado e interesante que alguna vez se vio en American Idol. Entonces, ¿qué pasó? Pasó que un día antes de la final, en Internet y en la señal de cable ultraconservadora Fox News empezaron a circular fotos de Adam dándose un beso con otro chico. Pasó que AI es un show “familiar”. Pasó que las iglesias de la América Profunda llamaron a votar por Kris, cuya esposa es catequista o algo así. Pasó que la compañía de celulares AT&T, la más importante de Estados Unidos y la que controla la votación de Idol, admitió haber provisto de teléfonos celulares gratuitos y servicios de SMS a fans de Allen, en fiestas organizadas en Arkansas natal en la noche del episodio final del programa. La firma no hizo esfuerzos similares para sostener a Adam. Para agregar escándalo, los representantes de AT&T también proveyeron a los seguidores de Allen de lecciones sobre cómo enviar los llamados power texts, que envían diez o más votos con una sola tecla. La compañía arregló la final para que ganara el candidato más del gusto de la mayoría moral. Porque Adam es gay. No lo dijo durante el programa (aunque no lo negó en una larga entrevista con Entertainment Weekly que lo daba como ganador) pero era bastante obvio y lo acaba de confirmar en el nuevo número de Rolling Stone: es la tapa de la revista. Allí dice: “Soy gay y estoy orgulloso de mi sexualidad. Es parte de lo que soy. Pero estoy tratando de ser un cantante, no un líder en la lucha por los derechos civiles”. En la misma entrevista, habló de las fotos que recorrieron la prensa antes de la final: en algunas está travestido, y en todas está con su novio. “Eso fue un poco impactante, porque no suelo vestirme de mujer. Lo hice tres o cuatro veces en mi vida. No me gusta ponerme tetas y ponerme fajas, la verdad.” Y sobre su contrincante, Kris: “Me pusieron con el chico lindo, ¡era tan fácil distraerse! Es el único que encontré atractivo en todo el grupo del show: agradable, tranquilo, lindo, totalmente mi tipo, pero tiene una esposa. Es abierto y liberal incluso, pero 100 % hétero”. Adam no parece herido por haber quedado segundo, y muchos fans especulan con que le conviene más, porque está liberado del contrato con American Idol y puede dedicarse a otras cosas. A ser el nuevo cantante de Queen, por ejemplo: la banda quedó impactada con la versión que hizo Adam de “Rapsodia bohemia” en la audición, y están considerando deshacerse del actual cantante (Paul Rodgers) para aunque sea salir de gira con este chico desprejuiciado, que dice haber tenido la visión de su ascenso en American Idol durante un viaje de ácido en el desierto cuando participaba del evento Burning Man. Que maneja el escenario a su antojo lo demostró en el show de la final, cuando cantó con Kiss y los dejó como unos viejitos ridículos. Que no está amargado por quedar segundo está clarísimo. Pero más claro está que el mainstream mediático de Estados Unidos todavía no está preparado para un ídolo americano gay, y que está dispuesto a dejar en el camino al talentoso con una trampa para mantener el statu quo.

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