Vie 19.06.2009
soy

SALIO

Las historias prohibidas de Marta Veneranda

› Por Liliana Viola

Sonia Rivera-Valdes
Editorial Capital Intelectual
180 páginas

Comenzó como un trabajo de intenciones sociológicas y luego la potencia de los secretos recopilados terminó con la carrera académica de su autora. Sonia Rivera Valdés se había propuesto elaborar una especie de etnografía de la vergüenza y para eso registró horripilantes secretos de un buen número de confidentes, todos ellos inmigrantes latinos en Estados Unidos. Casi todas mujeres. Hechos oscuros para los cuales sus protagonistas, o mejor dicho sus víctimas, no encuentran explicación. No tan horripilantes ni tan oscuros para los curiosos que lean y que hallarán el candor de la culpa en cada una de las privadas torturas. Con qué poco es uno capaz de sufrir... La investigadora imparcial se excedió del simple testeo y reconstruyó las vidas cotidianas de cada vergüenza. El trabajo académico devino en estos relatos entrelazados donde se consigna las marcas de una educación latina en tierra ajena y el desarraigo como contexto favorable para la aparición de los pequeños desastres que cambian la vida o la dejan seguir. Cada narrador se desnuda frente al grabador implacable del personaje ficcional de Marta Veneranda, entre voyeur bien intencionada y con alguna historia oculta de la cual nos iremos enterando en cuanto las confidencias comiencen a rozarse, se desmientan, se completen. Entre la ficción y el documental, los trapitos de todo un vecindario van saliendo de a poco y con la voz particular de cada personaje. ¿Es necesario aclarar que lo que la gran mayoría considera un secreto vergonzante siempre está relacionado con algun episodio sexual? En "El olor del desenfreno", un insoportable olor marino despedido por una corpulenta vecina se convierte en afrodisíaco para uno de los pocos caballeros de la troupe. Una mujer ha terminado con años de abuso con un asesinato muy original. La mayoría femenina de esta serie suele guardar una pasión por otra mujer. La vergüenza se acrecienta cuando el objeto de deseo es más joven o cuando se evapora... Señoras casadas, señoras serias, señoras graciosas que en algún momento se sienten atraidas por una antigua amiga, por una pariente lejana y se dejan ir. Aunque a medida que avanzamos los secretos se empiezan a parecer entre sí, este atajo del chisme consigue reproducir con buen morbo y con lujo de detalles algunas escenas lésbicas por afuera del clisé y por encima de las sábanas.

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