A/Z F
› Por Flavia Company
Uno se va a España y de inmediato comprueba que, tal y como ya sabía, hay muchas palabras que se usan de forma distinta que en Argentina y que en la vida cotidiana suceden cosas tan inverosímiles como, por ejemplo, que la gente (con perdón) coge taxis y que hay señoras Concha que usan anteojos de concha (con perdón también).
Superada la primera impresión de escuchar que por todos lados hay gente cogiendo, llega un momento lingüístico más sutil, como si dijéramos un segundo estadio, que es el de la comprensión del uso de algunos verbos que, aparentemente, no encierran ninguna clave oculta. Es el caso del verbo “entender”.
Si en España alguien te pregunta “si entiendes”, no podés contestar “¿si entiendo qué?” porque, cuando esa pregunta se hace en abstracto, sin complementos de ninguna clase, lo que te están preguntando es, lisa y llanamente, si sos gay.
Hay diversas teorías sobre la procedencia de esa acepción del verbo entender. Tres de las que se barajan como más posibles son las siguientes:
Durante la época de la dictadura franquista, el verbo entender se empleaba para hablar de las relaciones amorosas secretas entre un hombre y una mujer. Tal vez de ahí se tomó el significado. Durante mucho tiempo las relaciones homosexuales en España fueron consideradas delito, primero tipificado en la “Ley de vagos y maleantes” (1954-1970), y después, a partir de 1970 (y vigente hasta 1978) en la de “Peligrosidad social”. Quizás la necesidad de ocultación en defensa propia recurrió a ese término para que los miembros de la colectividad pudieran “entenderse” sin delatarse.
La tercera versión se refiere a la posible abreviación de la frase “entender latín”. Está claro que sólo lo entienden unos pocos, especialistas, enterados, que constituyen una minoría selecta. Así, los que “entienden (latín)” formarían una elite con un estilo de vida determinado, un grupo homogéneo –nunca mejor dicho– y especializado, inaccesible al común de los mortales.
La cuestión es que el término “entender” como sinónimo de ser gay –hoy por hoy hasta el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española contempla dicha acepción– se ha generalizado en los últimos diez o quince años, a la par que se ha ido normalizando –con lentitud, dificultad y esfuerzo– la situación de las personas homosexuales desde el punto de vista tanto social como legal. Durante mucho tiempo, no obstante, fue una jerga empleada sólo en el “ambiente”.
Como es natural, desconocer esa acepción del término puede dar lugar a divertidas –y a veces comprometidas– confusiones. Mejor estar avisado.
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