En la India, país que hace un par de años tuvo el primer príncipe abiertamente gay de la historia (Manavendrasinh Gohil, para más datos, príncipe de Rajpipla), la Corte Suprema de Nueva Delhi ha dictaminado la semana pasada que las relaciones homosexuales ya no podrán ser consideradas delito. Así, la Justicia de ese país denuncia por primera vez una legislación heredada de la época de la colonia, que prohíbe las relaciones entre personas del mismo sexo por considerarlas “contra natura” y castiga con 10 años de cárcel la homosexualidad y, en particular, la sodomía. Una pena que rara vez es aplicada, pero que constituye un paraguas para el acoso y la intimidación policial, según declararon militantes Glttbi, y cuya invalidez, si bien por el momento sólo regirá en Nueva Delhi, sienta jurisprudencia para todo el país.
Lejos de toda sensualidad y exotismo, Oriente sigue siendo un verdadero páramo en lo que se refiere a los derechos de las minorías sexuales. Y para contrarrestar tanta homofobia (se sabe que en países como Arabia Saudita, Irán, Mauritania, Qatar, Sudán, Nigeria y Yemen la homosexualidad está penada con la muerte), Amnistía Internacional acaba de lanzar una campaña para denunciar la situación de los gays en Camerún. Un país cuyo Código Penal establece penas que van de los 6 meses a los 5 años de cárcel y considerables multas para “cualquiera que tenga relaciones sexuales con una persona del mismo sexo”, y que forma parte de una lista de más de veinte países, todos situados en esa parte del globo, en los que Amnistía hace años que viene denunciando atropellos a los derechos humanos y al libre ejercicio de la sexualidad.
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