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La National Portrait Gallery de Londres acaba de inaugurar su largamente anunciada exposición Gay Icons: sesenta personalidades de culto escogidas por diez gays y lesbianas de culto también. Un modo oficial de capitalizar el creciente avance de los derechos de la comunidad Glttbi en el mundo, así como también un modo de ponerle marco a la diversidad.
› Por Paula Porroni
Desde Londres
¿Qué tienen en común Versace, Lady Diana, Navratilova, Francis Bacon, John Lennon y Tchaikovsky? No mucho, tal vez, excepto que todos fueron elegidos como grandes figuras en la muestra Iconos Gay que acaba de inaugurarse en la National Portrait Gallery de Londres. Para la exposición, que coincide con los festejos por los 40 años de Stonewall, el museo que conserva los retratos de las personalidades más importantes de la historia local, convocó como curadores a diez referentes de la comunidad gay-lésbica del mundo anglosajón y cada uno a su vez escogió sus seis iconos —los heterosexuales estaban admitidos— inspiradores a nivel personal o para la comunidad Glttbi en su conjunto.
El resultado: sesenta retratos históricos que se exhiben junto con sus correspondientes y breves biografías, más las razones a las que se debe tamaño honor. “Cómo me habría gustado que esta selección hubiera estado disponible cuando yo era una joven tratando de entender mis propias reacciones frente al mundo. Qué inspiradores habrían sido estos retratos, me habrían hecho entender que yo no era de ninguna manera la medida de mí misma.” Con esta reflexión, una de las organizadoras y curadoras, la comediante Sandi Toksvig, deja en evidencia un efecto colateral de la muestra que estará abierta hasta mediados de octubre: el de servir de apoyo a las juventudes rezagadas en el closet y víctimas del bullying que aún hoy sigue presente tanto aquí como en las escuelas británicas.
La lista de curadores se completa con Elton John, el actor Ian McKellen, los escritores Sarah Waters, Jackie Kay y Alan Hollinghurst, y Chris Smith, miembro del Parlamento; lord Waheed Alli, político y empresario de la comunicación; el barón Chris Smith, político; Billie Jean King, ex tenista; y Ben Summerskill, presidente de la organización británica de lesbianas, gays y bisexuales Stonewall. A su vez, como valor agregado, algunas de las fotos escogidas vienen firmadas por verdaderos iconos como Andy Warhol, Snowdon, Cecil Beaton y Mary McCartney.
La más cantada es la elección de la banda Village People, elegida por Waheed Alli, probablemente el único político gay y musulmán del mundo. La princesa Diana, por supuesto, también está presente y elegida en calidad de “icono de la moda”, “icono feminista” (sic), y también por su sentido humanitario, recordando que allá por los años ’80 la princesa apareció dándole la mano a un enfermo de sida en un gesto que desafió públicamente aquella idea, todavía extendida, de que la enfermedad se transmitía por contacto físico. Otro icono infaltable es el taxi-boy devenido actor Joe Dallesandro, musa de la dupla Morrissey/Warhol en películas como Heat y Flesh. La autora Virginia Woolf también es de la partida porque, además de sostener una larga relación con la escritora Vita Sackville West, transformó para siempre el lugar de las mujeres en la literatura. Como no podía ser de otro modo, la muestra también incluye una foto de la tenista Martina Navratilova, hoy una suerte de campeona universal del lesbianismo, pero cuya salida del armario a comienzos de los ’80 fue una verdadera hazaña del deporte. Harvey Milk y Allan Turing, protagonistas de unas vidas tan apasionantes, novelescas, como destruidas brutalmente a manos de la homofobia, también ponen su rostro en este extenso cuadro de honor.
Sandi Toksvig explica que, además de desafiar estereotipos, el objetivo de la muestra es “celebrar la vida de las personas que han servido de ejemplo, especialmente en momentos en los que ser abiertamente gay estaba prohibido”. En esta línea se ha elegido al rugbier australiano Ian Roberts, cuya salida del closet dio por tierra con toda una serie de estereotipos sobre masculinidad entre los siempre sospechosos forcejeos del scrum. En el caso de la coronela Margarethe Cammermeyer, el título ya lo dice todo. Expulsada del ejército norteamericano tras declararse lesbiana, Cammermeyer apeló la decisión y ganó un juicio que no sólo forzó su reincorporación a las filas sino que declaró inconstitucional la ley que prohibía que gays y lesbianas se unieran al ejército. En este grupo no podía faltar el retrato del obispo norteamericano Gene Robinson, quien desde que salió del armario circula con chaleco antibalas debajo de la sotana.
Los escritores han seleccionado un buen número de autores victorianos y artistas decimonónicos tal vez no muy conocidos más allá del mundo anglosajón. Tal es el caso de Gerard Manley Hopkins, cura jesuita y poeta de versos homoeróticos, o la pintora de animales Rosa Bonheur, famosa menos por sus pinturas que por convivir con otra mujer, fumar y vestir pantalones en el siglo XIX.
Como el museo decidió que la muestra fuese exclusivamente fotográfica, las elecciones quedaron restringidas a los últimos ciento cincuenta años, dando lugar a toda una serie de bromas en la prensa local sobre la ausencia forzada, por ejemplo, del David de Miguel Angel.
Uno de los retratos más sugerentes es sin dudas el de k.d. lang, la cantante canadiense de música country: lang aparece con ese look tan característicamente butch de pelo corto con jopo y blazer ancho que luego se popularizó en los ’90. Otro retrato impactante es el de Peter Tatchell, el activista del grupo OutRage! Se trata de una falsa foto de fichaje policial, en la que Tatchell aparece sosteniendo un cartel donde se lee “terrorista queer”. Si la foto no deja de ser una puesta escénica en tono zumbón, la historia que la motiva no lo es: Tatchell fue procesado por actos terroristas cuando, durante la boda del príncipe Carlos y Camilla, colgó una bandera en la que se leía: “Charles se puede casar dos veces; los gays, ni una”. Otra imperdible es la del actor Ian McKellen, a quien uno siempre imagina declamando ya sea en versión Ricardo III o como Gandalf en El señor de los anillos. En la foto de la muestra, sin embargo, McKellen aparece relajado y sonriente, vistiendo una remera rojo fuego con el slogan: “Algunas personas son gay. Ya. Supéralo”.
Si toda antología es arbitraria, la posibilidad de que los curadores eligieran a sus personajes tomando como eje la influencia que tuvieron en su propia e íntima vida abrió el ingreso a personajes no del todo relevantes, o al menos elecciones que pecan de un excesivo personalismo. Esto se aplica a casi todas las figuras seleccionadas por la tenista Billie Jean King, quien eligió al líder sudafricano Nelson Mandela y a su propia familia posando en una aburrida foto de living. Lo mismo puede decirse de Elton John, quien optó por Bernie Taupin, su propio letrista y sin dudas importantísimo para su propia carrera. Otros de los “raros elegidos” son Lennon y M.L. Rostropovich, el célebre cellista ruso, figuras admirables sin duda, pero cuya relevancia para la comunidad gay aún está por determinarse. En realidad las elecciones hablan sobre todo de la persona que elige por sobre todas las cosas. La escritora de sagas lésbicas, Sarah Waters, rescata a dos autoras que la han marcado: Daphne du Maurier y Patricia Highsmith. El presidente de Stonewall abre un abanico en el que ingresaron el pintor Francis Bacon, la ex tenista Martina Navratilova y De Genneres.
Para algunos de los visitantes que escriben con vehemencia en el libro de la muestra, resultan imperdonables las ausencias de Kylie Minogue, Barbra Streisand y Liza Minnelli. La respuesta de los organizadores fue que la exposición busca desafiar estereotipos, no confirmarlos. También llamó la atención la falta de figuras más jóvenes de la cultura contemporánea. Invitados a elegir sus propios iconos gay, muchos visitantes se inclinaron por Beth Ditto, la pulposa cantante y militante “anti-fattismo” de la banda Gossip. Pero tal vez la pregunta que más contundencia y menos respuesta ha recibido entre las primeras críticas que mereció esta muestra es por qué tanto las personas bisexuales como travestis y transgéneros brillan por su ausencia. No figuran entre los curadores, ni entre las sesenta fotos seleccionadas. Muy extraño y también un tanto violento, si se tiene en cuenta que la muestra se inspira en la revuelta de Stonewall, donde travestis y drags tuvieron un lugar protagónico. La bisexualidad y el transgénero parecen ser dos categorías molestas y fáciles de olvidar a la hora de construir los bustos de próceres y héroes. Queda claro que Gay Icons no será la muestra más profunda, ni revolucionaria del mundo (tampoco se propone serlo). Pero da para pensar, y en tren de asociaciones, invita a jugar con la idea de una exposición similar en la Argentina. En esa muestra por ahora sólo imaginaria, ¿quiénes serían los iconos infaltables? Se abren las listas.
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