CINE
Quien descubra qué hace Fanny Ardant en esta película, y a qué viene el romance lésbico entre las protagonistas, queda invitado para enviar una nueva reseña de esta película, siempre y cuando siga en cartel.
› Por Paula Jiménez
De golpe, me parece que estoy loca. No puede ser, me digo, que la misma actriz de La mujer de la próxima puerta, el excitante drama de Truffaut, o de 8 mujeres, la genial comedia del director Françoise Ozon, protagonice este bodrio. A menos que un acting, en el más puro sentido psicoanalítico o un motivo interior muy profundo la hayan impulsado ciegamente a trabajar en The secrets, el verdadero gran secreto de este film es: ¿cómo hicieron para convencerla? Es obvio que está caprichosamente incluida en él. Por el gancho. Que la historia central, la de las dos chicas, podría haber sido narrada con prescindencia absoluta del personaje de Fanny Ardant. Y en todo caso, esta es una de las peores críticas que se le puede hacer a la película, pero no es, ni remotamente, la única. Si bien la intención de mostrar la vida de las estudiosas del Kabalah y aspirantes a rabinas en Israel podría concretarse en una realización cinematográfica interesante, éste no es para nada el caso. Si bien la historia de dos chicas que se enamoran en un contexto represor de tales características puede dar mucha tela para cortar, acá la tela queda casi entera. Si bien el hecho de que esas dos chicas se enamoren y una de ellas decida abandonar a la otra por cumplir el sueño heterosexual sigue siendo una situación prototípica para las lesbianas, el modo de plasmarla de Avi Nesher, la directora, es tan confuso y enroscado que al final no se entiende ni cómo lo resuelve. No se sabe si la recién casada incorporará a la otra como una amante o la pasará al rol de amiga, si su flamante marido –un músico klesmer con rostro bonachón– seguirá tan comprensivo con el amor de estas mujeres como lo es al final del film o pasado el furor del casamiento la cagará a palos y le dirá: A la torta ésa no la ves más. Es obvio que no es el personaje del marido –que quiere ser bueno y justo hasta el último minuto—, sino la misma Nesher quien parece tomar este amor como una locura juvenil y ponerlo, a la vez, a nivel de la pasión sexual descontrolada que ha condenado al personaje de Ardant al corazón de los abismos. Es que éste es el secreto que comparten las dos tortitas y la estrella francesa: el gusto por lo prohibido. Antiquísimo planteo, ¿o no? Y kitch, como el recurso de poner una música dulzona y berreta a todas las escenas, confirmando así que estamos en presencia de un melodrama (por si no nos dimos cuenta). Un melodrama lésbico: variable del género que en los últimos años ha ido creciendo o haciendo crecer los bolsillos de ciertos productores, parece (si no, no se explica). La escena de amor entre las chicas es, quizás, la única perla de The secrets, pero ojalá alguien se tome el trabajo de recortarla y subirla a YouTube para poder disfrutarla aisladamente, sin tener que soportar todo el resto.
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