Vie 01.02.2013
soy

SER O HACERSE EN LA TELE PAGA

El lado L de la pantalla

› Por Dolores Curia

“Aunque no fuese un juego sino verdad, igual la aceptaría”, le respondió aquella vez la madre de Yamila Piñero cuando Viviana Canosa le preguntó su opinión sobre la relación entre su hija y Paula Avila. Las dos platinadas se habían vuelto inseparables luego de conocerse en Soñando por bailar y fueron más allá de lo que Silvia Süller bautizó como “beso seco”. Meta y meta mise en scene torta, no lograron entrar al certamen de Tinelli pero sí ser tapa de Playboy. Aunque sin develar ninguna novedad, sin querer queriendo la mamá de Yamila mostraba con esa frase su desconfianza hacia el acting de las chicas. El comentario funcionó como voz en off del video que las muestra franeleándose debajo de la sábana en una cama de una plaza. “Nos queremos, dormimos juntas, tenemos una relación desde el principio del reality. No te puedo decir qué es pero es lindo”, le dijo luego, a Canosa, Yamila, rubia a imagen y semejanza de su compañera, Paula, a la que se refiere con esas dulces frases. Paula completa con un “No sé. La pasamos muy bien... no sé.” ¿Pero por qué tanta marcha y contramarcha verbal? Por supuesto que no hay nada obligatorio que decir o decidir pero llama la atención la convivencia entre tanta performance chica-contra-chica y tanto pudor a la hora de nombrar la palabra con “L”.

En nuestra era, tal vez el episodio clásico de montaje lésbico mejor recordado provenga del pop. Es muy probable que nadie se acuerde de quiénes se llevaron los premios pero sí de cuál fue el punto de ebullición de los MTV Video Music Awards de 2003. Todo arranca con un clisé: desde el interior de una torta de cumpleaños gigante saltan a escena Spears y Aguilera vestidas como la diva material en 1984. Enseguida ella hace su entrada y cuando la coreografía lo marca besuquea a sus esclavas en la tarima con un timing perfecto entre paso, lengua y movimiento pélvico. Aquella secuencia fue imitada pero nunca igualada, en los premios 2010, por Scarlett Johansson y Sandra Bullock (quien también lo hizo ese año con Meryl Streep), pero casi no lograron moverle un pelo al reino de la farándula. Es poco probable encontrar a alguien mayor de veinte que no recuerde aquel lengüetazo entre la reina y la princesa. Una década después, según las encuestas, todavía se lo considera el beso más sexy y polémico de los años 2000.

Por la razón que fuera, el lesbianismo azucarado, sugerido, pero a la vista todavía cotiza. Y si no, alcanza con pensar en cómo levantó Madonna el pobre número de seguidores de su twitteo en vivo (que hizo para promocionar su último disco, MDNA) recién cuando le tiró algunos perros virtuales a Britney. Para los peor pensados: otro caso reciente –esparcido, primero como rumor, y luego materializado (aunque en el video no se hagan más que un par de mimos) como estrategia para figurar– es el de la pareja salida de The Glee Project. Dani Shay, guitarrista y cantante de folk, fue una de las participantes de la segunda temporada de The Glee Project, otro reality cazatalentos (más específicamente: un casting para integrar ese crisol de marginalidades de la cultura pop y del drama de “prepa” por entregas que es Glee). Ya fuera de carrera pero con envión, Shay plasmó el poquito de fama que le dio el reality en un fin noble y fundó de Be More Heroic, un programa antibullying que funciona en Estados Unidos. Desde el año pasado, Dani es motor de una gran euforia teen por su parecido al mini sex symbol Justin Bieber (de hecho, está incluida en el tumblr “Lesbianas que se parecen a Bieber”). A quienes la acusaron de haberse querido “colgar” de la fama del cantante canadiense por su look Raulito, Dani contestó que hace años que porta el mismo corte de pelo y, agregó, no sin ironía, que ésa es la misma cara que ha tenido toda la vida. La novedad es la salida del video de “One” (que puede verse en YouTube), la canción de amor que compuso justo cuando se enamoró de otra de las concursantes, Ali Stroker. Más allá de los lugares comunes –sobre el amor y sobre el amor entre chicas (versos como “Antes de conocerte siempre me sentí un poco incomprendida”)–, el video que la muestra cantándole el tema a Ali en los techos, en la cama y en la playa fue una salida del closet conjunta.

Llueven ejemplos de lesbianismo-autobombo como el de Lindsay Lohan que, en pleno colapso profesional (en 2008, cuando fue honrada con un Razzie a la peor actriz), empezó a mostrarse en público con una DJ muy tomboy, Samantha Ronson. Se pueden también leer las declaraciones de Katy Perry (la cantante de “I Kissed a Girl”) sobre las fotos hiperproducidas que la muestran como el jamón del sandwich, entre Cheryl Cole (a quien besó en el Graham Norton Show) y Rihanna, con quien está por estrenar dueto y tiene todo un affaire mediático. Chiste va chiste viene, Rihanna y Perry amagan con pasar una noche juntas pero, por el momento, Katy Perry sólo le pidió a Rihanna que fuera stripper en una de sus fiestas y el nickname que la cantante de Barbados le puso a Katy es –herejía en la lengua inglesa si las hay– “barecunt”.

Al margen de la falta de originalidad del recurso, es curioso que tanta ansiedad por el escándalo saque a relucir elementos que, a esta altura, no escandalizan a nadie. Y, sin embargo, montar un beso para la cámara o dejar deslizar la insinuación, aunque hoy aburra hasta a las piedras, todavía levanta el rating caído. No hay que ser proyecto de vedette para manotear el sketch de la hétero con dudas que nunca se anima hasta el fondo. A eso, como si ya no fueran suficientes casos, también lo tiene presente Natalia Oreiro y lo mostró en la última nota que dio para Caras, en una entrevista en la que la mejor forma que encontró de promocionar su nueva ficción (Solamente vos) no es hablar de la telenovela sino jugar con la trama de su propio (e incipiente) lesbianismo. “Me parece mucho más bella la mujer desnuda que el hombre. Puedo apreciar la belleza femenina y sentirme atraída. Tengo cierta atracción con el mismo sexo”, y, sin embargo: “No tuve sexo con otra mujer. No sé si lo tendría. Soy una persona libre. Decir que no sería mentir”.

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